Dolores.

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Primeramente quiero agradecer a todos/as quienes han ido siguiendo este fanfic que comenzó como un renacer para mi al escribir. Sé que me he demorado mucho entre capítulos pero les prometo que a pesar del ritmo pretendo tener una historia con bastantes giros y momentos importantes para las vidas de nuestros protagonistas. 

Y, sin más que decirles espero que este nuevo capítulo no les decepcione!


 No sabía exactamente dónde estaba, pero si estaba segura de que esa no era su casa. Bueno si, pero no la actual. Decidió subir las escaleras, la casa olía a el familiar aroma de las chuletas de cerdo las preferidas de su papá; caminó por el pasillo sintiendo pánico al ver que su habitación era la única que tenía la puerta abierta, ya sabía que todo era un sueño porque nunca en su vida volvió a comer esas chuletas.

Entonces se vio a sí misma cuando pequeña, se miraba en el espejo y lloraba preguntándose él porque era fea, una niña de nueve años se estaba destruyendo, odiando cada parte de su cuerpo, sus cejas tenían mucho pelo, su cabello era horrible, nunca sería hermosa, nunca sería Olga. Si, muchas veces deseó desaparecer, esfumarse bajo la luz de su hermana y no volver a ser vista donde ella estuviera. Pasó noches preguntándose el por qué sus padres no la querían.

¿Por qué su mamá no la abrazaba como la mamá de Phoebe lo hacía con ella?

¿Por qué su papá la ignoraba al punto de llamarla Olga?

¿Por qué si su hermana hacía de todo para que fueran unidas ese abismo se acrecentó tanto?

¿Por qué la obligaron a existir si no la deseaban?

¿Por qué ser Helga era tan malo?

Pero una luz la segó sacándola de todo ese hoyo dónde lentamente sentía que volvía a entrar, sus ojos se encontraron con la Helga pequeña, esa que llegaba sola al jardín infantil, esa que Arnold ayudó con su sombrilla, esa que se enamoró de lo atento que fue por primera vez con ella, ese camarón con pelos había sido su ancla a tierra en sus años más tiernos y muy en el fondo estaba agradecida por eso. Cuando vio a la adolescente, sonrió con el recuerdo; Max más que el marido de Olga era como ese hermano que siempre le faltó, fue el primero que en vez de enfrentarla se hizo su amigo, tuvieron afinidad enseguida y fue un confidente leal y discreto hasta ahora. Tras él estaba Gino, después de todo siempre estuvo a su lado, presente cuando se dejaba herir por el que era su novio y cuando se trató de ese terrible suceso en su vida él fue un pilar para no caer en el abismo de su mundo interno.

Ver a los hombres de su vida y quienes influenciaron de distintas formas en la niña que poco a poco iba convirtiéndose en mujer la hizo sonreír, pero cuando unos brazos enormes la obligaron a voltearse y sintió el abrazo del hombre que la volvía loca se sintió en casa, protegida, amada. Estaba agradecida de todo lo que significaba la presencia de Dereck en su vida, la fuerza que le daba, el amor que le entregaba y la pasión que la envolvía la volvían loca con cada día que pasaba a su lado.

Y sin hacerla menos, ese regalito que cada uno se dio al otro, su hija Mallory llegó para coronar una vida que ella se proyectó años antes, decidiendo que si se convertía en madre sería todo lo contrario a lo que ella pasó. Si bien con los años aprendió a entender los problemas que envolvían a sus padres durante su infancia no cambiaba el hecho de que los recuerdos muchas veces dolieran, soñar con eso no era precisamente algo que le encantara, pero lo supuso obvio, habían sucedido muchas cosas en tan poco tiempo que un mal sueño tenía que pasar por su subconsciente.

Un pequeño llanto la sacó de su mal sueño, al abrir los ojos pudo ver como el hombre de su vida corría a tomar a su pequeña razón de vivir en brazos, como la acunaba contra su pecho y ella se acomodaba sabiéndose protegida. Sonrió al momento de llamar a Derek y abrir la colcha de la cama invitándoles a dormir con ella.

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