Hail Hydra, Carter

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Steve se acercó a su esposa que lloraba abrazando y cubriendo a su bebé recién nacido. Su corazón latía presuroso, con pasos mas calmados, se acercó hasta Sharon, beso su frente sudada pero la rubia negaba una y otra vez con su cabeza.

Steve trata de ver a su hijo, su valiente soldado, y entre la manta celeste se asomaba una pequeña y frágil mano. Con cuidado la tomo entre dos de sus dedos, sorprendiéndose con la suavidad de la piel de su bebé. El niño inmediatamente tomó con fuerza su dedo.

Su hijo había atrapado su corazón con ese simple acto.

-Déjame verlo Sharon- pidió amablemente

La rubia se estremeció, trato de cubrir al bebé con las mantas, logrando que el niño se disgustara y llorara con más fuerza.

-Déjame ver a mi hijo- ordenó, cansado de la actitud de la rubia

Sharon se estremeció, logrando que soltara las mantas. Mantas que Steve retiró con su cuidado, revelando un pequeño bebé de ojos azules. El corazón de Steve se contrajo al notar que los ojos azules era lo único que compartía con su hijo.

Pues él bebé era pelirrojo

Natasha y Bucky observaban atentos lo ocurrido desde la ventanilla superior del quirófano. James suspiró molesto mientras su mano de metal peinaba sus cabellos. Natasha. Ella solo quería reírse.

Si la situación no fuera lo suficientemente seria, se estaría riendo. ¿Era cruel de su parte? sí. Pero los rubios se lo merecían. No obstante su risa murió al ver el disgusto en la cara de Barnes, quien se marchaba rápidamente detrás de Steve. El rubio ni siquiera se atrevía a escuchar los ruegos de Sharon, mucho menos el llanto desconsolado de su hijo.

Por un momento pensó en seguir a los dos amigos pero inmediatamente se arrepintió, su mirada no parecía poder despegarse del bebé y del escándalo que estaba haciendo la rubia.

Una doctora, la amiga de Sharon ingresó al quirófano, intercambiando unas palabras con los médicos y enfermera, logró que sedaran a la rubia, mientras ella seguía de cerca el procedimiento típico que le realizaban a los recién nacidos. 

Algo extraño ocurría y no. Nada tenía que ver con el posible engaño de la rubia hacia el capitán.

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Steve corría sin rumbo fijo, todo lo que deseaba era despejar su mente. Alejarse del compuesto lo más que le fuera posible. No quería ver a nadie, ni a su amigo que lo había llamado, ni a Fury, ni a su esposa y mucho menos al bebé recién nacido.

Todo lo que deseaba era dejar de pensar por un maldito momento. Porque pensar en él bebé lo hacía dudar de todo. De su amor por su esposa, del amor y fidelidad de está. De sus memorias.

Y eso le aterraba.

Siempre supo que había algo mal, pero ¿cómo dudar de la sobrina de Peggy? De su chica. No. Imposible. Sharon le había dado pruebas. Pruebas de su supuesto amor. Ella no le mentiría.

Corrió y corrió hasta que se perdió dentro de los terrenos del compuesto, y sorprendentemente llegó a una antigua mansión blanca con grandes columnas y ventanales, y un hermoso jardín.

Corrió y corrió hasta que se perdió dentro de los terrenos del compuesto, y sorprendentemente llegó a una antigua mansión blanca con grandes columnas y ventanales, y un hermoso jardín

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