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Castigo

–Mattew. –Me ignoró–.!Mattew¡ –Siguió ignorándome– ¡MATTEW!

–No quiero saber nada Eri... –Me cortó sin dejarme seguir y se quedó en silencio ignorándome. Caminábamos hacia la casa después de clases, mi castigo empezaría formalmente desde mañana ya que el director temía que aun estuviésemos muy enojados para empezar el castigo.

–Te dije que Caleb me tenía entre ojos –susurré entre dientes y me adelanté un poco de él

—Eri, justo te acababa de decir que te calamaras e ignoraras Caleb y... ¡vas y le tiras el almuerzo encima! —dijo frustrado. Me sentía culpable de cierta forma, Mattew tenía razón, siempre es que a veces soy un poco paranoica...— Justo cuando acabas con un problema empiezas con otro.

—¿Al menos me vas a cuidar de Caleb?

—¿Cuidar?... ¿de qué?... —dijo frustrado— Es más... ¡él debería cuidarse de ti! —Lo miré sorprendida, usualmente es Mattew el único que entiende y defiende mis decisiones— Ya estás muy grande como para afrontar tus propias decisiones. —Soltó eso y se adelantó unos pasos—. ¡Y ni pienses en que te voy a acompañar a cumplir tu castigo!... Ya tengo suficiente de tanta tontería de parte de ustedes dos.

«¿Tontería?» pensé... ¿Acaso Mattew no recuerda cómo me molestaba ese idiota?... Es más que evidente que siente desprecio por mi persona y que no pierde oportunidad de molestarme. Decidí dejar el tema hasta ahí, a fin de cuentas, también me esperaba un sermón en casa ya que mis papás se enteraban incluso antes que yo, de cada pequeño problema que pasaba.

—Ok, Mattew, nos vemos mañana entonces —giré hacia la calle que daba a mi casa. Él solo me volteó a ver y levantó la cabeza en señal de despedida. De cierta manera esto se sumaba a mi lista de problemas, el sueño, mamá diciendo que sea más femenina, mi progresiva e inevitable habilidad de distraerme por todo... y Caleb, el mejor archienemigo que el destino me pudo dar. Me sentí un poco desquiciada al sentir que me quedaba sola.

Por suerte, mis padres han tenido mucho trabajo ya que se preparan para un viaje de trabajo en las siguientes semanas y deben dejar todo en relativo orden para prevenir un caos descomunal. Desde que cumplí quince, han tenido un poco más de libertad, o al menos así lo siento yo. Me parece que han viajado con más frecuencia y por periodos más largos. La primera vez que viajaron por más de una semana, me llamaban cada cinco minutos y me dejaban expresas órdenes a seguir, además María, la mamá de Mattew y Anita pasaban seguido a ver que todo siguiera en orden.

Me dediqué a hacer mis deberes escolares y a escuchar algo de música mientras veía ocasionalmente a través de la ventana de mi habitación. A eso de las siete me recosté sobre la cama, me sentía desahuciada. Me relajó un poco ver las nubes recorrer el cielo con parsimonia, es algo que siempre me ha resultado agradable y entretenido, además me ayuda un poco a dejar las cosas de lado y distraerme de mi misma.

Nada de esto estaba bien. Aunque intento aparentar que nada me interesa, poco a poco pierdo la cordura. Ya no sé cómo actuar normal, de hecho... ¿qué, en mi vida, ha sido normal para los demás? Siento que cada día soy más temperamental y susceptible a pequeños cambios. Me asusta no lograr ajustarme a mi entorno... temo ser una incomprendida social.

Siento, además, que he sido un poco testaruda con mis sentimientos. Seguir ignorando la forma en que me siento no me está ayudando, cuando era menor, esto me llevó a varias crisis emocionales, para le época, difíciles de superar. Mientras divago entre una y otra cosa, el sonido de la música y tranquilidad del ambiente hacen que sienta un poco de sueño y para aliviar un poco mi mente, decido dejarme llevar.

–¡Eri Wright! –quedo sentada del sobresalto– ¿le botaste la bandeja de comida a alguien en la cabeza? –grita mi mamá desde la puerta, aún llevaba su bufanda, gabán y bolso encima.