El encuentro (Parte 1)

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La sensación de vacío en el abdomen, el viento a mi alrededor, mis brazos, piernas y cabeza inclinados hacia atrás, el cabello enredándose en sí mismo, mi rostro al descubierto. Todo cambiaba a medida que caía, uno tras otro los colores iban cambiando como si atravesase un arcoíris. Pronto me alcanzó nuevamente la oscuridad, ahora todo era negro nuevamente... y llegó el vacío.

Estaba estática allí y aquella sensación me agradó de momento permitiéndome pensar claramente, sin molestias. «No, eso no me gusta». Tener las ideas tan claras en mi mente y disponer del tiempo para preocuparme por ellas no me gusta. Cubrí mi cabeza con mis brazos mientras cerraba los ojos con fuerza, el agudo silbido del silencio me ensordeció.

Un hilo de frío recorrió mi mejilla, respiré profundo intentando tranquilizarme, me acurruqué aun estática en aquél espacio. Apreté las piernas contra el pecho, al sentir que no era suficiente, las apreté con más ganas.

«Me falta fuerza para despertar de ésta "tranquila" pesadilla» pensé con tristeza. «Quiero acabar con eso que late dentro de mí... con éste nuevo sentimiento».

Todo volvió a su usual silencio y progresivamente, el latir de mi corazón empezó a resaltar entre el silencio distrayéndome un poco de mis pensamientos. Otro sonido distante llegó a mis oídos contrastando con el de mis latidos, abrí los ojos y me di cuenta que estaba suspendida a pocos centímetros de un estanque... y que el sonido lo producían gotas al caer sobre él.

Desde el fondo del estanque creció una luz que progresivamente iluminó todo de un tono plateado que luchaba de una forma muy hermosa contra las sombras a mi alrededor. Noté que aquella luz no me había tocado a mí y que, en aquel espacio, mi cuerpo era una sombra amorfa flotando y que mis enredados cabellos, se estiraban hasta unos pocos centímetros del estanque...

Nuevamente sentí helados hilos recorrer mis mejillas. Me limpié rostro con las manos y quedaron rastros de líquido plateado que pronto se empezó a acumular en mis palmas. Al dejarlos caer noté que eran el origen del sonido que me hizo abrir los ojos. No sé desde cuándo empezaron a fluir y al verme, noto que hilos plateados recorren mi cuerpo como raíces que provienen de mis ojos y se unifican en una perfecta corriente que se conecta con el estanque.

El brillo inusual del líquido me pareció hermoso, igualmente, el recorrido que las lágrimas marcaron a través de mis mejillas y mi ropa. Extendí los brazos hacia el estanque, entre mis palmas logré acunar una pequeña cantidad del líquido. Al sostenerlo sentí vida, una calidez y tranquilidad de otro mundo. Me invadieron unas enormes ganas de sumergirme en él y, como me sucedía últimamente, dejarme llevar por dicha sensación.

Vi mi reflejo en el estanque como un espejismo, mi expresión, al principio deprimente, se transformó en un gesto de curiosidad. A pesar de intentar desplazarme, seguía suspendida allí. Atrapada a esa altura, me extendí nuevamente para tocar el líquido, esta vez apenas conseguí rozar la superficie con el dedo corazón sin dejar alguna onda como rastro del contacto. Al inicio pensé que era yo quien flotaba, ahora, me parecía que lo que intentaba alcanzar era la superficie.

De improvisto me faltó el aire. Abrí la boca para intentar respirar y por más que me esforcé, no ingresó nada por mi boca o nariz, como si el oxígeno hubiese desaparecido en ese instante. Me empecé a asustar y las lágrimas, que aún fluían sobre mi cuerpo, vibraban al unísono con mis, ahora acelerados, latidos. Estaba asustada, el desespero e inminente ahogo hacían estragos en mis pulmones. Lograba sentir como se exprimían por respirar, aunque sea, una minúscula partícula de oxígeno.

A medida en que perdía la conciencia vi como titilaban las sombras y la luz, señalando mi lucha por mantener los ojos abiertos, intenté respirar nuevamente, forzando mi mente a creer que el aire aún estaba allí y que siempre lo estaría. Dolorosamente, perdí la conciencia mientras el corazón me golpeaba el pecho y los pulmones me lo exprimían.

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