“Por sentado no doy
nada de lo que soy
ni el latido más mínimo, ahora noIt’s the air that i breathe
it’s my fall at your feet
it is my song
i sing when you are goneEn esta primavera anticipada
que aumenta así
lo bueno dentro de míAhahah lo sé
eres mi horizonte mi amanecer
ahahah la prueba que
demuestra lo que puedes hacer
porqueAll my hopes and my fears my hopes my fears
in this moment are clear
you are the one the one
my moon my stars my sunEs esta primavera anticipada
me gusta así, sí, me hace volver a vivir…”(Primavera Anticipada – Laura Pausini)
Dicen que las formas de odiar una canción son: dedicándosela a una persona o usándola de alarma, yo no la he odiado pero usé la segunda opción. Después de escucharla cientos de veces en YouTube, no tuve más remedio que tenerla en mi celular, además de haberme enamorado del lindo concursante en el cual la compositora de esta canción fue su mentora. Dejo que siga la canción, hoy no soy de nadie sino de mí, bebo mi cerveza favorita y fumo mi cigarro, visualizo la vida que ha transcurrido a lo largo de un año. Suena por sexta ocasión, y continuo con mi plan de huida. Hace dos semanas lo decidí mientras iba camino a mi último de trabajo, escuchando mi monumental mantra musical “With arms wide open” de Creed, solo pensé en todas las dudas y confusiones de mi vida, en cuántas veces había deseado darme un tiempo para mí…sólo para mí.
Nada parecía detenerse, sólo mi destino, recuerdo los abrazos y los besos, pero ya no eran sensibles a mi piel. Salir y huir por un momento, decir “basta” o “me voy” sin culpa ni miramiento, destrozando la crítica con mi felicidad convincente. Regalarme un día, ¿está prohibido? o ¿sólo podemos pensarlo pero jamás hacerlo por lo que otros dirán? ¿eso es justo?...empoderarme me costó, empoderarme me sostuvo a saber que siempre había algo más allá de lo que el promedio esperaba. Ser libre no es cuestión de decisión sino de convicción, y yo ya había dado el salto de fe. Vivir y ser feliz, una dura tarea para una mujer de 25 años con una historia de vida con grandes matices: una separación, dos hospitalizaciones, regresar con una pareja, alejarme de amistades, renunciar a un trabajo, pelear por lo que amo y dejar ir a quien amaba, entre ellos a mi pequeño hijo. Tantas historias que contar y poco tiempo para escribirlas en mi memoria.
Mi lugar para huir fue un pequeño viaje a mi ciudad natal, ahí frente al majestuoso Parque Fundidora, tomé una habitación sencilla y mil planes por concretar. Elegir a donde ir no fue difícil, quería llegar a mi raíz, de donde vengo y que aún pasados años, sigue siendo mi hogar. Hay momentos en la vida en los que ya no sabes que hacer, donde quieres más pero te detienes a exigirlo; por miedo, comodidad o el resumen de todas ellas: cobardía.
Mi celular ha parado de sonar, entra una llamada de un número que al verlo, se detiene mi corazón. El mensaje de WhatsApp es claro y contundente: "Estoy afuera de tu habitación, puedes escapar del mundo pero no de mí, huyamos juntos.” Abro la puerta, con cuatro cervezas artesanales encima y dos cigarros diluidos en el clima solemne en mi balcón… Él está aquí. Su look siempre fresco y ese aroma que agradezco a Paco Rabanne así como al modelo de su comercial por enamorarme tan fácil. Usando sus jeans, una camisa blanca con un suéter gris delgado y el saco negro con solapas negro satinado. Su peinado desarreglado con sus ojos grandes y su barba seductoramente cuidada. Las palabras mágicas fueron: “Huyamos juntos”, Él quería estar ahí, justo en el momento en que he bajado la guardia y me quité la armadura. Con su aire temperamental, me comunica que mi familia ha estado preocupada por las llamadas sin contestar pero de inmediato regresa a ser mi cómplice, su aire se vuelve tierno. Estamos los dos ahí, Él ha traído su bohemia guitarra, hoy es mi cómplice pero también mi cantante personal, ahora entiendo que Él también ha dejado en la ciudad vecina su rol de compositor y artista. Las luces no son las de sus escenarios de fin de semana y los murmullos de la gente, no son los de mi oficina; este bendito día somos Él y yo.
Me toma entre sus brazos, besa mis manos y busca levantar mi barbilla para colocar mis ojos frente a los suyos, me sonríe…eso es todo. Lo conocí cantando y me siento su musa, sus notas, su todo. Sus manos hacen magia como con su guitarra, me siento un paraíso sin descubrir, Él es el viento y el amor nuestro sol. Pasa sus dedos por mi cuello, comienza a cantar “te he echado de menos”, nuestra canción en los tiempos de distancia y en este momento, el elixir de nuestro momento inolvidable.
Abrazados viendo el ocaso, el fundido del amarillo y naranja a nuestros pies, Él tararea una canción: - “me llaman loco, por rogarle a la luna detrás del cristal…”-. Sé que es de sus favoritas, y continúo la canción. Saca de su abrigo una caja mediana con envoltura color morado, con su mirada me hace la seña de que lo abra. No espero un anillo de compromiso, después de lo que hemos vivido, sabemos que un contrato es muy frío para lo cálido de nuestro amor y un diamante es muy ostentoso para la sencillez de nuestros ratos. Lo mejor que me ha regalado es la música, por eso esa caja debe contener nuestra joya. Mi regalo son dos entradas a mi obra de teatro favorita: "El lago de los cisnes" y una cena en el restaurante donde tocarán “Los Claxons”.
Me emociono y lo abrazo efusivamente, rápidamente me dice: “ahora sí, huyamos juntos”.
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ÉL
RomanceÉl reencuentra sin pensar a un viejo amor, ella no sabía lo que estaba por suceder. Ambos querían estar, pero no era el momento en aquella tarde de abril.