“…No, no pasa nada si el amor no es perfecto
Siempre y cuando sea honesto
Y no, ya para que pedir perdón, no es correcto
No puedo compartir lo que no se me dio
No soy la dueña de tu corazón
Yo soy quien sobra en esta habitación, noQuiero ya no amarte y enterrar este dolor
Quiero que mi corazón te olvide
Quiero ser como tú, quiero ser yo la fuerte
Solo te he pedido a cambio tu sinceridad
Quiero que el amor por fin conteste
¿Por qué siempre soy yo la de la mala suerte?...”(La de la mala suerte / Jesse & Joy)
Cuando el pasa el tiempo y las mujeres de experiencia te dicen que el noviazgo es diferente a lo que se vive en el matrimonio, una siendo inexperta y con grandes aspiraciones de revolucionar conciencias y transformar mundos dice: NO. Parecía que mi fantasía del anillo de compromiso y la boda con detalles, sería el parteaguas de un camino a lado de quien a base de constancia con cartas, chocolates, cenas, cine y voluntad habíamos mantenido una relación a prueba de todo.
La luna de miel fue maravillosa, los pasos en la arena tomada de la mano del hombre con el que me veía en cada una de las fotos desde mi naciente juventud hasta el ocaso de mi vida. No existe un libro donde diga que es lo que una esposa “debe” y “tiene” que hacer, así como tampoco existe una guía de cómo no llorar cuando las cosas no salen como tú las esperabas. Pero lo que sí existen son los secretos a voces, esas leyendas de la construcción de pareja que han pasado de generación en generación, algo así como: “atiende a tu marido”, “acompáñalo en todo momento”, “la ropa sucia se lava en casa”, “ si Él quiere (relaciones sexuales) no te niegues o lo buscará en otro lado”, “esmérate en la comida”, “los hombres no son detallistas además ya se casaron ¿qué más quieres?”, “todas pasamos por eso”, “tienes techo y comida así que aguanta”, etcétera…
Tanta información y mientras yo me sumía cada vez más en aferrarme a la felicidad de las fotos del álbum y el video de la boda, a la ilusión de mi vestido blanco como mis intenciones de ser feliz a lado de un Él con historia…y demonios.
Jamás tuve tanto temor a que mis labios pronunciarán el mantra de mi conciencia: ¿así tengo amar y ser amada?...
Me cuestioné el amor y la paciencia, dándome cuenta que hacía tiempo que echaba de menos la emoción y las mariposas en las entrañas, como yo iba a desear que mi matrimonio se convirtiera en un desierto, en la flor marchita de San Valentín o la marea calma de mi paisaje.
¿Cómo iba a manejar vivir como en la época medieval donde el matrimonio era la palabra más larga que el amor que se profesaban? ¿Cuál era mi destino y su destino si ya nos estábamos rompiendo?
Sabía que mi combustible se estaba acabando, habíamos perdido el romanticismo; existía compromiso e intimidad de la de los amigos, de la de jamás querer hacerle daño. No me tocaba, hacía semanas que sus manos eran frías, que mi Universo estaba estancado y no había explosiones solares, nuestra cena era a la luz de la monotonía y las noticias de la ciudad, me pasaba horas frente al espejo para luego desmaquillarme porque Él estaba cansando para salir, no sabía que me dolía más: la indiferencia o el anillo de bodas que cada vez me ahogaba más.
Y sí, pensé en cobardemente terminar con mi vida, pensé en soñar que Él, un día llegaría a brindarme sin flores de culpa ni mensajes de Facebook, sólo el amor que habíamos jurado frente al altar.
“Yo te acepto a ti, mi Él como mi esposo, en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, amarte y respetarte, todos los días de mi vida…”
Todos y cada uno de los días resonaban los votos, que me sangraban el alma con cada gesto de desagrado no- intencionado de mi Él. Había perdido el sentido del tacto, había olvidado que se sentía vibrar al verlo llegar, me había desahuciado y nunca supe en qué fecha. Una invitación a salir a beber, admirar a otras mujeres en fotos o negarme la oportunidad de reconquistarlo, me aniquiló, no sé cuál más de todas.
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ÉL
RomanceÉl reencuentra sin pensar a un viejo amor, ella no sabía lo que estaba por suceder. Ambos querían estar, pero no era el momento en aquella tarde de abril.