Adiós princesa

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*Luego de deportes tuvimos clase de historia con el profesor Davis y volvimos cada uno a nuestras casas. En este momento sólo quiero recostarme un rato. Cuando llegué a casa me dediqué a tocar mi piano un rato. El escuchar esa tierna música realmente me calma. Aunque hay una canción en mi cabeza. Hace meses que tengo una melodía que no puedo pasar a notas, no sé por qué se me hace tan difícil. Es hermosa, no sé cómo eso salió de mí pero me hace pensar en tantas cosas; mi historia con Kyle, con mi amigos, la pérdida de mi padre...

Ya sé que van a decir, pero si nombraste a tu padre al principio. Ese es Bob. Es mi padre, y no lo dudaría un segundo, pero no es mi padre biológico sino que es quien me crió. Era el mejor amigo de mi padre. Años antes le prometió que si algo le pasaba cuidaría de nosotras, y lo firmaron en su testamento. Al principio vivía en el cuarto de huéspedes pero con el tiempo se enamoró de mi madre y se casaron. Sé que eso es lo que él querría. Mi verdadero padre era coordinador de vuelos, un día, una tormenta, un choque del avión con la cabina y adiós. Yo tenía apenas 6 años y fue realmente doloroso, más porque soy de aquellas chicas consideradas “niñas de papi”, era la luz de sus ojos o eso me decía siempre. Aún lo recuerdo, igual a mí. Su cabello castaño, sus ojos que cambiaban de color entre el gris y el verde, su piel aceitunada. Era un padre realmente excepcional, me dio todo hasta el último segundo. Nunca me olvidaré de lo que me dijo antes de partir ese día... “Volveré e iremos a tomar helado ¿está bien?” – “Si papi” – “Te amo princesa” – “te amo papá” –

Y entonces una pequeña lágrima recorrió mi mejilla dejándose caer hasta las teclas de mi piano, me recorrió un escalofrío que pensé nunca acabaría. Lo extraño, lo extraño mucho pero ya no puedo hacer nada.*

~Flash Back~

¡Papá! Grité corriendo hacia el cajón que portaba su cuerpo en el altar de esa fría catedral del dolor. No solté mi oso por un segundo y abracé fuertemente el pedazo de madera más cercano a mí dejándome llorar. Mi madre se encontraba pasos atrás, estaba totalmente desgarrada por la situación y más al verme a mí de esa forma. Mis hermanos trataban de consolarla pero sin resultados. Todos estábamos devastados.

Jenny: No lo soportaré pa, sin ti no será lo mismo. ¿Quién me va a arropar para dormir? ¿Quién me va a cantar cuando esté triste? ¿Quién me va a llevar por mi helado? Vuelve

 Entonces dejé mi oso junto a ese gran montón de flores. Creo que enviar flores a un difunto es algo irónico y morboso. Esas flores fueron arrancadas de la tierra, fueron acecinadas en cierto punto, y se las enviamos a alguien que murió, para luego ver como esas flores se desgastan como nuestros corazones al visitarlos. Es realmente una idea macabra. Por eso dejé mi oso, y con él uno de mis cabellos rizados, para saber que mi padre siempre tendrá algo mío con él. Ahora que lo pienso suena tonto, pero en ese momento fue lo más lógico que pude pensar. Es lindo saber que, de cierta forma, aún estamos juntos.

Jenny: Te amo papi, siempre seré la luz de tus ojos

Esas fueron mis palabras de despedida para mi padre. Ni una más

~Fin flash back~

*Pero esta “luz” se fue apagando, se fue deteriorando con el tiempo. Mis hermanos se fueron de la ciudad para comenzar la universidad (son mellizos) y yo quedé sola con mi mamá y Bob. Lo necesito. Debo contarle tantas cosas, necesito uno de esos abrazos que me demostraban que todo estaba bien y que todo iba a estarlo. Sequé mis ojos rápidamente, fui al baño y tomé una ducha. Dejé mi celular junto a la bañera con la música lo más fuerte que el parlante me permitía, no quería que siquiera las moscas interrumpieran mi momento. Cerré los ojos y entré a la ducha caliente. Las gotas de agua recorrían mi cuerpo recordándome las lluvias de verano, esas que son cálidas tal y como el aire y todo en esa época. La música me calmaba y me hacía recordar tantas cosas.

Al terminar el baño cerré las canillas disfrutando esas últimas gotas que caían sobre mi rostro y agarré una de las toallas que se encontraban sobre una repisa. Me sequé, pasé mi mano por el espejo desempañando parte de él y me miré, no dije nada, solo me miré. Fui a mi armario y elegí ropa, un vestido de gasa color celeste con una pequeña campera de hilo que caían sobre mi piel suavemente tal y como la ducha. Me trencé mi pelo castaño oscuro, se sentía desenredado y suave como terciopelo.*

Toques de MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora