A RATOS.

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Abrí los ojos derrotado. Dios. ¿Cuánto tiempo más iba a durar esto? Sé que ellos no querían que me transformara. No querían dejarme aquí. Pero yo ya no podía más con mi cuerpo. Tan solo había pasado una noche. En cuanto abrí los ojos, por un segundo no recordé el qué había pasado. Pero enseguida el dolor de mi cuerpo y las miradas hacia mí me lo recordaron. Parpadeé volviendo a la realidad.

-¿Sigues siendo tú?

-Por desgracia...- Dije muy cansado.

-No digas eso. Ni en broma.

-Perdón...- Olvidaba que ellos también sufrían con todo esto. Al fin y al cabo mi sufrimiento acabaría antes que el suyo.

-Voy a desatarte.- Justo en ese momento me di cuenta de las cuerdas a mi alrededor. Había despertado tan hecho polvo que ni me había dado por intentar moverme.

Miré hacia mi lado. Peter dormía plácidamente.

-¿Cómo está?- Pregunté sin quitarle ojo mientras Emilio me desataba.

-Ha llorado mucho.- Mi corazón dolía al oírlo. No quería que sufriese aunque sabía que eso era imposible. Por lo menos me quedaba la esperanza de reunirme con mis padres. ¿Sería tarde para creer en Dios?

-¿Tú cómo te encuentras?

-Cansado... Muy cansado y adolorido.

-Te traeré algo para el dolor.

-No... No te vayas... Por favor.

-Joaquin...- Los ojos de Emilio se llenaron de lágrimas.

-Emilio... No llores por favor.- Mis ojos también se llenaron de esa agua salada. No podía evitarlo. Sentía más su dolor que el mío propio.

-Lo siento...- Me dijo dejándose caer al suelo y echando la cabeza a mi lado sobre la almohada. Tapándola con sus brazos y empezando a sollozar. No quería que lo viese llorar. Lo sabía. Hice un esfuerzo enorme para mover mi brazo y acaricié su cabello.

-Emilio... Vas a estar bien.

-No... No lo voy a estar Joaquin. No quiero que te vayas. Tendría que haberte protegido.

-Pero yo te protegí a ti. Lo cual es muy importante para mí.

-Pero... No... No quiero que te vayas.- Emilio siguió llorando y giré mi cuerpo para poder abrazarle. Se veía tan frágil, parecía increíble que fuese él. Emilio se había roto. Se había roto de verdad.

Poco a poco Emilio se fue calmando y yo dejé que mi dolor me llevase. Sintiéndolo a mi lado dejé que mi cabeza volara hacia otro mundo...

...

...

-Peter ¿A dónde vas?

-Mamá y papá están haciendo una barbacoa ¿Venís?- ¿Por qué hablaba en plural?

-Claro, vamos Joaquin.- Miré a mi lado. Emilio estaba totalmente sonriente, se levantó del sofá y me tendió la mano. Eché un vistazo a mí alrededor. Estaba en mi casa, en mi sofá. Todo seguía como siempre. Nuestras marcas en el marco de la puerta de cómo íbamos creciendo, todas las fotos familiares, los horribles muebles que mi madre había elegido e incluso esa mancha de sangre que yo había dejado de pequeño al caerme, ocultándose aún debajo de la mesa, en la alfombra.

-¿Joaquin?- Emilio seguía ahí. Ofreciéndome su mano.

-¿Qué ha pasado?

-¿Perdón?

-¿Dónde estamos?

-¿Te encuentras bien? Estamos en tu casa. Hoy íbamos a venir aquí a comer con tus padres ¿Recuerdas?

SOBREVIVIENDO AL MAÑANA. (S.A.M). LGBT Donde viven las historias. Descúbrelo ahora