capítulo 3

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Al amanecer, mucho antes de que nuestro hijo despertase, me acerqué a la sala de estar.

Dando vueltas al asunto y con un gran sentido de culpabilidad, llegué a la conclusión de que Lisa necesitaba algo de consuelo. Pero no pensé en una demostración de afecto, de esas que entre nosotras ya no era posible compartir.

Con algo de pereza, pero decidida, tomé una hoja blanca de un librero que se encontraba en nuestra sala. Una pluma, y seguido a esto me senté en uno de los sofás, usando la pequeña mesa de centro como base para escribir.

Un acuerdo de divorcio.

No se me había ocurrido algo mejor para el momento, así que me había esforzado en hacerle una buena propuesta en ello.

En el acuerdo, ella se quedaba con la casa, el auto y el 30% de nuestro negocio. Supuse que se trataba de un buen acuerdo considerando claro, el hecho de que ella se quedaría con la custodia de nuestro hijo. No había duda en ello.

No se trataba de desamor hacia mi propio hijo, en absoluto, pero abandonar a Lisa ya era de por sí difícil para ella. Y dejarla sola por completo no iba conmigo, seguía siendo humana, y ella necesitaría una gran dosis de amor cuando yo me fuese.

A la seis y media de la mañana, Lisa hizo notar su presencia por las escaleras. Sus pies eran arrastrados por cada escalón con parsimonia y su rostro demostraba la falta de sueño en las últimas horas.

-Buenos días- Dijo en voz baja y con la voz rasposa. El llanto le había resentido la garganta.

-Buenos días- Dije sin inmutación alguna.

Apagué la televisión y me puse de pie, acercándome a ella con el acuerdo en mano. No considere el hecho de que necesitara tiempo para reformarse, para sopesar lo que le mostraría en aquel momento o, el siquiera pensar en cuán frágil se había convertido.

-¿Qué es esto?- Pregunto dudosa, alargando su mano para tomar la hoja que yo le extendía. No hice comentario alguno.

Su rostro decaído fue tomando una expresión de sorpresa, su boca se abrió ligeramente y sus ojos se aguaron con lentitud.

Pero aquello duro solo unos segundos, antes de que su rostro me mostrase una mirada dolorosamente firme. Su boca era apretada y sus ojos mostraban furia, y yo no pude siquiera imaginar lo que se avecinaba después de aquello.

Colocó con rapidez el acuerdo frente a mis ojos, y con ambas manos ¡comenzó a romperlo en pedazos!, con mi rostro incrédulo ante su mirada.

Ella pasó 10 años de su vida conmigo, magníficos en un comienzo, pero volviéndose un martirio en el transcurso. Nos alejamos lentamente de la presencia de la otra y nos volvimos completas extrañas en un segundo de nuestra vida, extendiéndose sin reparo.

Yo le tenía lástima, por todo su tiempo perdido y sus energías gastadas, pero ya no podía cambiar. Yo amaba a Seolhyun.

Lisa y yo ya habíamos terminado.

-¡Eres una imbécil!- Grito con furia, sacándome de mi letargo -¡Siempre piensas en ti misma! ¡Maldita egoísta!

De pronto, ya me hallaba escuchando sus gritos hacía mi persona, como si tratase de desahogarse. Yo no soportaba aquello.

Solo segundos después... La idea del divorcio se volvía más clara para mí.

No Sabemos Lo Que Tenemos. [Jenlisa; adaptación] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora