capítulo 8

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-¡Hey!... ¡Mamá te estoy hablando!... ¡Mamá!

-¿Mmm?- casi había olvidado el hecho me encontraba parada frente a la puerta. Tuve que espabilar para ponerle atención a mi hijo. -¿Qué pasa, Dowoon? ¿Quieres que te prepare el desayuno?

-¡Sí!- el pequeño saltó con energía, y comenzó a tirar uno de mis brazos. -Pensé que ya nunca más comería. Tardaste mil años en despertar.

-¿Mil años? Campeón, pero si solo dure unos segundos viendo la puerta.

-Pero la puerta no necesita desayuno. Y yo sí ¡Vamos, vamos, vamos!

-Ja- sonreí divertida- de acuerdo, pero no quiero más pataletas.

-¡Cargame como a mami!

Apenas había dado un paso cuando pego tal grito, y no pude evitar que tal petición me tomará desprevenida.

-Por fiiiiii.

De acuerdo. Se trataba de solo mi hijo, no había motivos para darle más desilusiones. Además, que me encontrara aún algo sensible por lo anterior sucedido no era culpa suya.

-Bueno, bueno.- no perdió ni cinco segundos para comenzar a estirar sus cortos bracitos hacia mi. Lo cargué sin contemplaciones. -Solo si prometes no tardar mil años en terminar tus huevos ¿Sí?

Formo una mueca de inconformidad con rapidez.

-¿Por qué me pides cosas tan difíciles, mamá? No es justo.

-Cargarte tampoco lo es, Dowoon. Así que estamos a mano, pequeñajo.

(...)

El segundo día, las dos estábamos más relajadas. Y eso, si que había que aceptarlo.

Cuando Lisa se levantó aquella mañana, ya no sentí la misma inseguridad que me carcomía al principio. Siquiera cuando tuve que tomarla en mis brazos de nuevo.

¿El motivo?

No tenía ni la más mínima idea.

Pero hubo algo que no pude olvidar, aquello que podría jurar volver a rememorar cada que vuelve a mi cabeza e inunda mis sentidos. La dulce fragancia acunada en la ropa de Lisa y sus cabellos.

Recuerdo como la cargaba en mis brazos, el como ella apoyaba su cabeza en mi pecho mientras yo la observaba detenidamente, como no lo hacia ya hace tiempo.

Me di cuenta de que ya no era tan joven, y como en su rostro se encontraban algunas arrugas ¡Incluso algunas canas entre sus cabellos!

Era tan notable el daño de nuestro matrimonio en ella.

Por que yo, en los recuerdos de nosotras, en donde ambas éramos unas jóvenes recién casadas. Las sonrisas eran inmensas, sus ojos destellaban brillo y contagiaba felicidad con cada palabra que salía de su boca.

Si la Lisa de aquel principio viese a su "futura yo" que cargaba entre mis brazos seguro me hubiese odiado eternamente. Y yo no se lo hubiese impedido. Porque la causa de aquel dolor en sus ojos, había sido yo, aquello que antes había significado su amor completo.

Y como el día anterior, en el mismo momento en que desapareció tras la puerta, me perdí.

Porque por un momento pensé y me pregunté...

¿Qué fue lo que le había hecho?

Pero lo más triste de todo era que yo sabía la respuesta.

No Sabemos Lo Que Tenemos. [Jenlisa; adaptación] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora