Raím

26 0 0
                                    

Tomé la mochila de mi padre y guardé todo lo que pensé necesitar en la búsqueda de mi madre, abrí la puerta al bosque de Raím. Todo se veía tan diferente de día, los árboles aún majestuosos dejaron de tener ese tono misterioso y ahora todo se veía más solemne y solitario. 

Me fijé en el piso, tratando de buscar las huellas de mi mamá y del zenturion, no había nada... El zenturion es una maquina creada para atrapar animales y a su paso borra las huellas que ya siguió.. no deja rastros ni de él ni de su presa. 

Empecé a caminar por el bosque, tratando de encontrar alguna pista de la dirección que había tomado mi madre y encontré un mechón de cabello entre un arbusto. Caminé montaña abajo, escondiéndome entre las ramas y arbustos y me puse tierra en la cara para poder camuflajearme un poco. 

Hay varias razas de robots en Genetova, aunque en Raím solo hay unas cuantas ya que es la única área del territorio de Genetova que  aún tiene bosque y a los robots no les interesa mucho el bosque, ni lo necesitan. En realidad se dice que solo lo han dejado para los esclavos, o sea los humanos. Nosotros necesitamos este bosque, ya que sin él , el poco oxígeno que queda sería imposible limpiarlo. 

Existen los Zenturiones y los Zadotauros, esos eran el tipo más peligroso ya que su trabajo es matar a los humanos que tengan fallas del sistema. Al momento que te vuelven con la luz azul te vuelves una máquina sincronizable, actualizable y con capacidad de fallar. Se convierten en robots biológicos y pueden tener fallas tremendas como por ejemplo, empezar a matar a todos los humanos de su comuna. 

Hay algo en que los robots no son buenos y es por esa la única razón y la única oportunidad mis papás pensaban que podían ganarles a los robots. La empatía y el corazón humano. La capacidad que tenemos nosotros de trabajar en unidad y sentirnos parte de algo por el simple hecho de vernos. Aunque no lo crean, los robots son solamente uno, no se saben muchos, no tienen individualidad y por ende tampoco tienen union ni sentido de pertenencia, no tienen el sentido de equipo ni el sentido de perdida. 

No podía gritar el nombre de mi mamá, solo podía utilizar mis ojos para buscarla, mi mirada hasta lo más lejos que llegara. Caminé por horas y agradecí no toparme con algún robot en todo ese tiempo. Me sentía muy triste y preocupado por mi mamá y también un sentido de asombro por el mundo en el que me estaba haciendo paso. El cielo tenía un ligero color anaranjado y parecía ahumado el ambiente, como si algo se estuviera quemando. Seguí caminando y llegué a la zona más oscura del bosque, los arboles estaban  tan juntos que apenas podía caber entre sus troncos, me movía sigilosamente entre ellos y miraba hacía sus copas, tenían 30 veces la altura de mi casa, gigantes verdes y yo solamente un niño caminando entre sus raíces. 

A lo lejos escuché ruido y mi corazón volvió a palpitar rápidamente como un tambor queriendo salir de mi pecho, lo único que podía hacer era agacharme y tratar de ver qué era lo que estaba pasando por el bosque. Me escondí entre las raíces de los gigantes y esperé. El ruido se estaba acercando cada vez más a mi y yo sentía que el sonido de mi  corazón haría que me descubrieran. Asomé mi cabeza y a unos tres metros de mi vi a un señor canoso, eso era peligroso, un luz azul podría avisarle a algún zadotauro de mi existencia. El señor canoso tropezó con una raíz de un árbol cercano a mí y pude ver sus ojos. Solo había una luz azul en su cara y parpadeaba el otro ojo lo tenía normal. Decidí acercarme a él cuidadosamente, él era el primer humano que veía además de mi madre. 

Volteó en mi dirección y se tapó los ojos. 


Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 27, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Los ojos de AishaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora