Cuando llegamos al fin a la playa de Bastiagueiro, me confesó que se sentía algo nerviosa y que no se mostraba tal y como quería. Ella decía que era una loca y no quería quedar como tal delante de mí. O sea, ¿A qué podría referirse?. yo siempre me había visto como un feo barrigudo, y últimamente, ni siquiera me afeitaba. Mi boca olía mal porque admito que más de una vez me olvidaba lavarme boca, y usaba las misma ropa que usaba a los quince por cutre pero también porque me deba pereza desplazarme para comprar ropa nueva. En resumidas cuentas, yo era un chico bastante mediocre, y ella era una chica que no podía pasear por la calle sin hacer girar una docena de cuellos cada diez minutos. Me resulta curioso que tenga ese tipo de inseguridades.
Cuando salió del mar comencé a besar su piel salada y ella se reía dulcemente. Lo hacía mirando para otro lado. Cuando me miraba a los ojos lo hacía con cierta timidez, solo podía ver su dulzura y paz cuando nos quedábamos mirando tras hacer el amor. El resto del tiempo, ella era una choni de asalto. Como dando miedo. Y casi todos los temas de conversación tenían que ver con nuestros celos. Pero es normal, porque yo había besado a una chica semanas atrás, y ella, bueno, como dije antes, era una chica que despertaba gran interés en el género masculino. Porqué me había escogido a mí entre todas sus opciones era un misterio que tampoco soy capaz de resolver, así que había decidido no desgastarme demasiado con ese tipo de análisis, sencillamente se obcecó romanticamente conmigo en vez de con algún otro, y yo disfruto con esa obcecación.
Cuando llegamos a la playa, me dí cuenta de que hacía dos días se había realizado un tatuaje y que los primeros días es contraproducente que le de el sol, pero ella no le daba demasiada importancia. Ella me dijo que podría ponerse borroso pero que no le importaba. Que su tatuador y amigo Dani, que era un hombre de cincuenta años y que poseía una tienda en el barrio de Montealto, no le daba demasiada importancia a que los tatuajes se difuminaran. Él ni siquiera retocaba los suyos, "los tatuajes son así" decía, así que Aida se dejaba asesorar por su profesional de confianza.
-Debe ser un bonito oficio el de tatuador, me pregunto si mi exnovia la dibujante con el tiempo acabó convirtiéndose en tatuadora para ganar algo de suelto-
-No todos los dibujantes se hacen tatuadores- me contestó.
El resto de la tarde la pasamos tomando el sol. No teníamos mucha conversación y casi siempre acabábamos charlando del trabajo así que me pasé toda la tarde cantándole. Ella no se atrevió a hacerlo hasta el final de la tarde y por debajo de la música del teléfono. Lo hizo solo porque puso una de las canciones que más le gustaba bailar cuando trabajaba en la orquesta ráfaga.
Al llegar a casa, charlamos un poco de todo y de posibles y nuevas perspectivas profesionales. Pero no llegamos a ninguna conclusión y nos metimos en cama.
A la mañana siguiente, sonó su alarma y se vistió rápidamente para coger el autobús. Su cuerpo era precioso y llevaba ropa interior de imitación y una camiseta corta de los Ramones comprada en el Bershka. Ese tipo de conjunto hubiera enfurecido a mi yo adolescente. Pero mi yo adolescente no hubiera rechazado tampoco a una preciosidad así ni a regañadientes.
El resto del día lo pasé sobreviviendo al calor, leyendo y tocando la guitarra malamente.
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Del placer que no llega (colección de cuentos)
Conto¿Dónde encontrar el alivio que ponga fin a toda esta ansiedad?. Un buen trabajo, cuidar a la familia, tener cierto éxito académico... todo eso no funciona a un personaje, el enfermizo escritor Pedro Rodríguez, que necesita altas dosis de placer para...