Cap. 19

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Después de aquella noche, Poseidón no había vuelto a mencionar el tema, supongo que creía que acabaría aceptando su oferta. Los cuatro habíamos ido un día a hacer turismo por Atenas y probar las delicias culinarias de la cocina griega. A Anna se la veía tan feliz que no podía evitar sentir una fuerte presión en el pecho, sabía que aquello no llegaría a buen puerto. Intenté estar pendiente de las conversaciones del Emperador y su General, pero se mostraban totalmente naturales y divagaban sobre temas banales. En una ocasión Sorrento sacó el tema de mi talasofobia durante la comida, Poseidón me miró sorprendido y se rió. Estuvieron toda la comida los tres gastando bromas sobre eso e incluso Anna les narró la historia de porque había desarrollado ese miedo desde mi infancia. Aquello me molestó tanto que me fui en mitad de la comida y me encerré en mi habitación el resto del día; y eso que Sorrento llamó a la puerta de mi habitación para disculparse un montón de veces. Al día siguiente para compensarme por el mal trago que me hicieron pasar, me llevó en barco hasta Corfú, la isla griega más bonita de Grecia, conocida también como la Isla Esmeralda, Corfú destacaba por sus paisajes naturales llenos de olivos y cipreses y las playas de aguas turquesas.

La brisa del mar acariciaba mi rostro mientras miraba esas increíbles aguas turquesas. Sorrento apartó un rizo de mi rostro y lo colocó detrás de mi oreja y me ofreció un bocadillo de una cesta con comida que había traído. Habíamos atracado el barco en la zona norte de la isla, donde las aguas eran más profundas y no había peligro de encallar y habíamos caminado hasta la parte sur, donde las aguas eran más tranquilas. Le dí un bocado al bocadillo y gemí de lo bueno que estaba. Tenía que hacerme con esa receta, me había limitado a hacer comidas sencillas desde que vivía en Grecia, nunca me había preocupado de aprender su cocina hasta ese fin de semana, donde comprobé que no podía volver a vivir sin el tzatziki y la musaka. Sorrento se reía ante mi cara de placer cada vez que le daba un mordisco al bocadillo. Muy a mi pesar me había divertido aquel fin de semana, aunque supuse que era la intención de mis anfitriones con el objetivo de que aceptase quedarme con ellos.

El lunes por la mañana me despedí de Anna, la cual me pidió que volviese a visitarles el fin de semana siguiente. Le respondí que lo veía complicado, tenía muchas obligaciones y aunque había excepciones, no era lo habitual. Para mis adentros, estaba segura que el Patriarca ni en sueños me iba a dejar volver ahí. Sorrento se ofreció a llevarme hasta Atenas para coger el autobús a Rodorio. Poseidón antes de irme vino a verme a mi habitación, me arrinconó contra la pared y me volvió a pedir que aceptase. Me volví a negar pero él me aseguró que al final acabaría aceptando.

Miraba por la ventanilla sin ver, sumergida en mis pensamientos, mientras Sorrento conducía aquel deportivo, hasta que me dí cuenta que habíamos dejado atrás Atenas. -Sorrento ¿A dónde vamos? Mi autobús sale en menos de una hora.- Sorrento me miró sólo un instante antes de volver la vista a la carretera. -Voy a llevarte directamente al Santuario de Athena.- Le miré horrorizada, aquello implicaba muchas explicaciones en cuanto me viesen aparecer con un Marina de Poseidón. Apreté los dientes, sabiendo que era eso realmente lo que pretendía el Marina. Quería ponerme entre la espada y la pared, la insinuación de Poseidón sobre Cabo Sunion y mi arresto ahí, dejaba patente que había muchas posibilidades de volver a ser castigada por confraternizar con el enemigo, para con ello forzarme a renunciar a mi condición de Caballero de Athena y unirme al Emperador de los Mares. Me hundí en el asiento rogando porque Mu hubiese hablado con el Patriarca y no fuese arrestada nada más pisar el Santuario.

Durante toda la hora que duró el trayecto no volvimos a hablar, él tenía el ceño fruncido mientras conducía y yo iba poniéndome más nerviosa a cada minuto que pasaba. Finalmente, pasamos Rodorio ante el asombro de la gente que andaba por la calle, no era lo habitual ver un coche deportivo por aquellas calles. Sorrento paró el coche ante los guardias que custodiaban la entrada al Santuario, se bajó y me abrió la puerta para que bajase. El corazón iba a explotarme de un momento a otro al encontrarme con la mirada ceñuda de Kanon y Shaka detrás de los guardias. Mu me miraba con preocupación y Dohko observaba los movimientos del Marina. Sorrento de Saren no apartaba la mirada de los cuatro Caballeros de Oro, se acercó a Kanon. -¿Cuánto tiempo Kanon? No puedo creer que la diosa también te resucitase.- Hizo una inclinación de cabeza al resto de presentes, me dio un beso en la mejilla y se despidió. Vi alejarse el deportivo por donde había venido.

Tesoro Del Cielo y 1/4 De infierno [FINALIZADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora