Cap. 11

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La Torre de Jamir se alzaba imponente en aquel risco con el único acceso de un camino escarbando sobre un precipicio. Mu agarraba con fuerza mi mano temiendo que resbalase y cayese al abismo. Antes habíamos pasado por un pasaje lleno de esqueletos que protegían el acceso a Jamir. Mu me había explicado que eran los caballeros de las armaduras destrozadas que se encontraban ahí.

En cuanto llegamos me dejé caer al suelo, ya no podía respirar, me dolía mucho el pecho y las costillas. Mu se arrodilló junto a mí y me quitó las protecciones que cubrían mi torso. Me obligó a tumbarme en el suelo y concentró su cosmo para curarme. Al poco rato ya no me dolía nada, eufórica me colgué del cuello de Mu.

Noté como se le aceleraba el pulso con mi contacto y sintiendo una enorme tristeza por él, me aparté. Sabía perfectamente lo que le estaba pasando y me sentía culpable por no corresponderle. Al fin y al cabo Mu era el único caballero aparte de mi maestro en quién podía confiar y sabía que nunca haría nada que me dañase.

Mu me ayudó a levantarme del suelo y me llevó hasta una pequeña habitación donde había una cama casi tan grande como la habitación. —Descansa...— El Santo no terminó de decir esto cuando se desplomó sobre mí y caímos sobre la cama. La cantidad de cosmo empleado para curarme había agotado las fuerzas del ariano. Como pude me lo saqué de encima y lo recosté en la cama. Me tumbé a su lado y el cansancio del combate y las emociones vividas me pasaron factura y me quedé dormida.

No se cuánto tiempo estuvimos dormidos, ya había oscurecido cuando desperté. El muviano seguía profundamente dormido, tanto que me asusté y acerqué mi mano a su cara para sentir su respiración.

Me levanté dispuesta a inspeccionar el lugar. La planta del edificio tenía el acceso principal, esa habitación, una pequeña cocina y un aseo. Luego unas escaleras ascendían hasta una habitación abierta al exterior con la estatua de Buda y almohadones repartidos por el suelo que me recordaron la sala de meditación de Shaka. Había también una estrecha escalera que llevaba a lo alto de la torre.

Me senté entre los almohadones e intenté meditar como tantas veces me había enseñado Shaka. Oí los pasos de Mu en la escalera y pronto estuvo sentado a mi lado. Juntos estuvimos meditando hasta el amanecer. Él se recostó sobre los almohadones y miró el incipiente sol en el horizonte.

—Sé que no es momento y puede que no lo sea nunca, pero tengo que decírtelo.— Abrí los ojos para mirar a Mu, sabía lo que me iba a decir y se me formó un nudo en el estómago. —Te amo Asherat. Sé que no soy correspondido, incluso ahora que Shaka te ha destrozado el corazón, no hay lugar para nadie más.— No me di cuenta de mis lágrimas hasta que Mu las secó con las puntas de sus dedos. —Pero por favor, déjame estar a tu lado para lo bueno y para lo malo. No pienses que me das banas esperanzas, sólo piensa que nos tenemos el uno al otro, que nos necesitamos el uno al otro.

Aparté la vista de aquel bello hombre que tan abiertamente me entregaba su corazón. Sabía lo que venía después de abrirte a alguien, la decepción, la desilusión, la muerte en vida...

—¡No! ¡Basta de pensar eso! Es mi decisión, soy yo el que elijo amarte. No te estoy pidiendo tiempo, ni afecto, sólo poder seguir junto a ti en el camino que decidas recorrer.— Mu se acercó a mí y me obligó a mirarlo. Su cara estaba a pocos centímetros de la mía, su respiración acariciaba mi rostro, su cabello me hacía cosquillas en el cuello. Observé sus labios entreabiertos y recordé el sabor de éstos.

Él eliminó la poca distancia que había entre nosotros y me besó con ternura, un beso que fue haciéndose voraz y consumió nuestro oxígeno. Separamos nuestros labios y tomamos aire. Sentía mis mejillas arder y mis labios palpitaban pidiendo más besos como aquel. Mu era el único hombre que me había besado y me había gustado lo que me había hecho sentir.

Tesoro Del Cielo y 1/4 De infierno [FINALIZADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora