Cap. 33

344 16 2
                                    

El tráfico de esta mañana era horrible, no iba a conseguir llegar a tiempo a clase, justo hoy que tenía la exposición. No solía hacer ostentación de mi posición social, pero llegaba tarde, así que aparqué en el Reservado de la Facultad para no tener que perder tiempo buscando aparcamiento frente al Campus. Mi móvil sonó y maldije por lo bajo, lo saqué corriendo para silenciarlo, no fuese a sonar mientras estaba en clase. Tenía un mensaje de whatsapp de un número desconocido que decía: "En una hora te espero frente a la estatua de Poseidón, detrás de la facultad." Miré sorprendida el mensaje, pero no contesté, no me imaginaba quien podía ser. Guardé el teléfono rápidamente en la mochila y entré en clase.

La clase pasó rápido, me tocó exponer la primera, lo cual agradecí, puesto que estaba tan nerviosa que cuanto antes lo soltase antes calmaría mis nervios. Salí del aula con prisa para ir al aseo antes de entrar en mi siguiente clase cuando noté que mi móvil vibraba en mi mochila. Lo saqué para mirar, seguramente sería alguno de los Marinas diciendo que me esperaban a la hora de comer como siempre. Normalmente iba sola a la Facultad, había convencido a Julian de que no había ningún peligro entre casa y la facultad, pero insistió en que las horas de las comidas las hiciese con uno de los Marinas por seguridad. Al mirarlo, vi que se trataba del mismo número desconocido: "5 minutos". Me había olvidado por completo de eso, pero me picó la curiosidad, yo y mi nariz busca problemas. Mi conciencia me decía que ni se me ocurriese ir, alguien que no firmaba el mensaje no podía ser nada bueno. Pero... la curiosidad por saber quien era y de que se trataba me pudo. Me prometí acercarme sólo lo justo para mirar quién podía ser, si veía algo que no me convencía me iba corriendo.

Salí de la facultad y rodeé el edificio manteniéndome pegada a la pared, desde donde estaba podía ver la estatua de Poseidón, pero no vi a nadie sospechoso ni esperando ante ella. Había un grupo de chicos sentados en la hierba charlando y una pareja paseando por el sendero que bordeaba ese jardín. Decidí esperar unos minutos por si alguien aparecía, empezaba a pensar que había sido alguna broma de alguien. Miré el reloj, si me daba prisa todavía llegaba a mi segunda clase. Me giré para volver sobre mis pasos cuando quedé paralizada del susto, no podía creerlo, aquello no podía ser verdad, me di cuenta de que estaba conteniendo la respiración cuando extendió una mano hacia mí, retrocedí asustada, no, aquello no podía estar sucediendo. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿ocho meses? La voz se me atoró en la garganta, sólo podía mirarlo fijamente. No supe a ciencia cierta cuanto tiempo estuvimos mirándonos en silencio, ninguno de los dos se movió, él seguía con la mano extendida hacia mí. -Ash...- Su voz llegó hasta mí, un gemido se escapó de mis labios, había empezado a difuminarse su voz en mis recuerdos y de repente ahí estaba otra vez, alta y clara como la primera vez que nos vimos. -Shaka...- El Santo acortó la distancia que había entre nosotros y me estrechó fuertemente entre sus brazos. Su olor a lavanda y sándalo, la suavidad de sus cabellos rozando mi mejilla, la calidez de su cuerpo provocó un volcán de sentimientos dentro de mí, no podía dejar de llorar abrazada a su cintura, sentía que no podía respirar y la congoja atascaba mi garganta impidiéndome hablar. -Estás muy hermosa, Ash. Te ha crecido el pelo y te veo más adulta.- Cerré los ojos con fuerza sin decir nada, estrechándolo más. Posiblemente tenía razón, aquel vestido recto y elegante y los cabellos bien cepillados junto con todo lo vivido podían dar la impresión de que había madurado. Yo no diría madurar, sino aceptar resignada lo que me había tocado vivir.

Mi pensamiento práctico me llevó a separarme de él y preguntarle que hacía ahí. Shaka me preguntó si había algún sitio donde pudiésemos hablar sin ser molestados y asentí. Me dirigí al aparcamiento de la Facultad seguida del Santo y le indiqué que se subiese al coche. Conduje hasta la Acrópolis de Atenas y aparqué el coche en el aparcamiento para turistas. Pensé en apagar el teléfono pero eso levantaría la sospecha de los Marinas, así que simplemente lo dejé en el coche, era más sencillo decir la verdad omitiendo que había ido con Shaka que mentir al Dios de los Océanos. Shaka miraba los restos de la Acrópolis mientras caminábamos lentamente entre ellos, llegamos hasta el Partenón y me giré para mirar a Shaka. Había tantas cosas que le quería decir, empezando por lo mucho que lo amaba y lo mucho que lo echaba de menos. Él cogió mi mano y tocó la alianza que lucía en el dedo anular, su ceño se frunció. -¿Lo amas?- Aparté mi mano de la suya incómoda. -No, no lo amo. El matrimonio fue un mero trámite legal para consolidar nuestra unión.- Mi tono había sonado más frío de lo que esperaba. No deseaba hablar de aquello, no deseaba hablar con él de mi vida con Julian, los sentimientos de culpabilidad me golpearon con fuerza. En el fondo de mi corazón, a pesar de tenerlo frente a mí, era consciente de que lo había perdido. Shaka me miró fijamente, acercó su rostro al mío, ¡dios! sus ojos, volví a perderme en el azul de sus ojos. -Ash, no puedo imaginarme por lo que has pasado en estos meses, ni lo que hayas tenido que hacer para seguir adelante. No soy tonto, entiendo perfectamente lo que sucede entre dos personas que unen su vidas. Me hubiera gustado creer que entre tú y él no ha habido nada, pero soy consciente de que eso es absurdo. Porque yo en su lugar no habría podido contenerme.- Dejé escapar un ahogado gemido cargado de dolor. El Santo todavía podía leer en mi alma como un libro abierto. Había puesto el dedo en la llaga directamente, en lo que más me había atormentado aquellos meses. Me veía ante él indigna de merecer su afecto. Le dí la espalda y me alejé hasta el centro del Partenón paseando entre las columnas dóricas hasta donde debió levantarse la estatua de más de doce metros de Atenea Partenos.

Tesoro Del Cielo y 1/4 De infierno [FINALIZADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora