Fétido.

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Fétido. Plúmbeo. Insufrible. Así se percibía el aire en aquel automóvil.
Las avenidas que solían estar repletas se encontraban, casi en su totalidad, vacías. Ninguno de los que allí nos encontrábamos posabamos siquiera la mirada en el otro, como si nuestra existencia fuese nula. Es sensato pensar de esa forma, puesto que no podíamos confiar en nadie más que nosotros mismos. No había posibilidad de saber quién poseía el virus; sólo restaba fiarse de los instintos. Instintos, que, todos poseemos, pues nunca dejamos de ser animales. Bestias. Bestias que solamente trabajan para sí. Lo desvelé en el mismo momento de la explosión. En el mismo momento que vi como una familia dejaba atrás a otra. O incluso familias dejando detrás a integrantes.

El planeta ha mejorado. Indeleble indicio del poder de la recuperación ambiental. Los animales han dominado el terreno, al mayor contraste de El Planeta de los Simios.

Provengo de una familia adinerada; nunca me había faltado pan en la mesa. Y ahora, de un momento a otro, no tengo nada. No sé sobrevivir así.

No podré sobrevivir así.

Popurrí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora