G y g.

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Las pesadillas siempre han sido parte de mi noche a noche, es algo normal para mí. Hay quien dice que nadie puede acostumbrarse a ellas, pero yo soy la prueba viviente de que sí es posible; o al menos eso pensaba.
Cuando pequeño, llegué a tener 7 pesadillas en una misma noche, una tras otra, una tras otra hasta que fui capaz de levantarme de la cama. Esto supongo que es una buena historia para contar, pero a decir verdad no recuerdo del todo qué pasaba en ellas.

Aún así, no han sido las únicas pesadillas que he tenido ni de cerca. Han sido unos 19 años llenos de sufrimiento cada noche, a pesar de que ya me he acostumbrado al miedo y el temor, las películas de terror ya no me parecen terror si mi cabeza crea mejores historias.

Historias que jamás lograré olvidar.

Y aunque mi día sea algo aburrido, se podría decir que mis noches no, aunque aquello me haga sufrir, siguen siendo buenas anécdotas para no quedarme callado y siempre tener algo que contar.

Y bueno, ahora mismo tengo demasiado que contar.








Estaba en mi cuarto junto a mi padre, todo se veía tan normal. Paredes blancas con algunos viejos pósters rasgados en las puntas, una cama pegada a la pared cerca del toma corrientes y un colchón en el suelo cerca de ésta. Mi cuarto no tiene muchas cosas, pero tenía un peluche de una vaca, peluche el cual no tenía bocina, ni cables; pero de alguna manera no dejaba de mugir, un ruido insoportable para mis oídos. Ante la desesperación tomé del cuello al animal de felpa hasta que dejó de hacer ruido; en su suave pecho se encontraba una carta con un sello rojo, como si fuera de aquella época donde este era su método de comunicación.
Miré de reojo la habitación, ahora me encontraba completamente sólo. No había nada allí a demás de mí y la carta, con un brillo blanco resplandeciente que lograba iluminarme y salvarme de la total oscuridad que me rodeaba. Consumido por el miedo, abrí el sobre para leer lo que en él contenía.
A mi sorpresa, estaba escrita a mano; pero por alguna extraña razón ya imaginaba que no estaba hecha por una máquina.
Ortografía perfecta y una caligrafía envidiable.
La carta citaba lo siguiente:

"Hola. Te conocemos, y aunque sabemos que tú a nosotros no, siempre es un placer para ti conocernos. Eres un buen chico, y a los buenos chicos le gustan los juegos, ¿No? Así que te encantará este juego.
Eres alguien inteligente, de seguro te gustan los puzzles.
¿Ves? Lo pensamos todo y pensamos en ti también.
En tu casa hay 5 broches de oro ocultos, podrás quedartelos si los consigues, pero si no los consigues tú y tus amigos sufrirán.
Ah, sí, olvidamos mencionarlo; tenemos a 5 de tus amigos, y por cada broche liberaremos a uno.
Esperamos tu respuesta inmediata.

Siempre es un placer jugar.
Att. G y g."






Apenas mis ojos dejaron la última palabra de la corta carta  desperté; estaba exaltado, asustado y con el corazón a mil por hora, tenía mil preguntas en la cabeza, pero era una simple pesadilla así que lo tomé con calma como usualmente lo hacía.
Aún así, pasé todo el día buscando "respuestas", si se les puede llamar de esa mamera, intentando recordar algún nombre, algo que me diera indicio de quién pudo escribir la carta. Pero era sólo una pesadilla, tal vez ni siquiera existían.
No busqué los supuestos broches, ni siquiera lo intenté o siquiera pensé en hacerlo. El día pasó de una forma común sin ningún tipo de disturbio más allá del mío preguntándole a mis padres si conocían personas cuyo nombre empiece por la letra G.

A pesar de todo, no logré encontrar nada.

La noche cayó más rápido de lo que esperaba, a las seis de la tarde ya estaba oscureciendo y a penas se veía el iluminado de los poste de luz. Decidí dormir temprano, el cansancio me consumía y a penas podía mantener un ojo abierto. El reloj marcó las 10 de la noche y yo ya estaba dispuesto a dormir. Y a pesar de que no podía consolidar el sueño, terminé cerrando mis ojos para descansar.












Una vez más estaba en mi cuarto, la vaca no dejaba de hacer ruidos que me atormentaban; mugidos fuertes y con poco tiempo entrecortado uno del otro. Por más fuerza que ponía en mi cuerpo, no podía moverme. Estaba paralizado.
Poco a poco mi cuerpo empezaba a presionarse contra sí mismo y mis pulmones funcionaban casi inútilmente.
El muñeco de felpa empezó a moverse y de pronto ya se encontraba sobre mí, pesaba tanto como un niño y estaba presionando aún más mi pecho dificultando para mí poder gritar, aunque podía respirar a duras penas. El animal sacó de su boca un sobre con el mismo sello rojo, de él salían alaridos como si de dolor se tratase. Abrió la cubierta de la carta y comenzó a articular lo que aquella poseía. Su voz no era para nada acorde a lo que esperaría; aquella voz áspera y grave me tomó por sorpresa.

"Así que has hecho caso omiso a nuestra anterior carta. Creemos que piensas que esto es una broma, un juego. Y sí, esto es un juego; pero no confundas las cosas.
Este juego es nuestro, no tuyo.
Como nos caes bien, te daremos una segunda oportunidad. Los pasadores siguen en tu casa, aún puedes buscarlos, aún puedes salvarte. Aún puedes salvarnos.
No nos dejes, no, no. No puedes hacer eso.
Tú quieres a tus amigos de vuelta, tú lo quieres, ¿No es así?
Empieza a buscar, o empezaremos a buscar nosotros.
Y nosotros nunca fallamos.

Esto es una advertencia, aún no es una amenaza.

Esperamos que te portes bien.

Porque.

Siempre es un placer jugar contigo. Att, G y g."

Desperté de golpe sintiendo como me caía.
Estaba asustado, no dejaba de sudar, empecé a creer lo que decían aunque todo fuera producto de mi retorcida cabeza. A penas me levanté busqué por toda la casa aquel broche de oro, levanté cajas, moví armarios, camas, neveras, todo.
Hasta que la ansiedad me abrazó.
Me desplome en el suelo hundido en lágrimas inexplicables. Y aunque mis padres me preguntaran qué tenía o qué buscaba, ¿Qué podía responder? Ellos no tenían conocimiento de aquellos broches, me negaron completamente haber tenido alguna vez en su vida accesorios así.
El sol estaba cayendo y yo seguía buscando.
Pero no logré encontrar nada.
Una a una las luces de las calles empezaban a encender, mientras que una a una empezaban a apagarse en las casas.
No quería dormir, no quería acostarme. Me sentía en la película de Freddy Kruger.
Finalmente me quedé dormido, es algo que no podía evitar.



Un pasillo oscuro iluminado por las luces de Neón que adornaba las paredes y dejaba ver lo largo del corredor. Una vez adentro, no podía volver atrás.
Aunque intentaba correr no podía, mis pies estaban flotando casi como si ni tocaran el suelo; solamente podía caminar sin apresurar el paso del tiempo. Tiempo, el cual no sabía; aunque el pasadizo estuviera adornado con relojes, cada uno de ellos se descontrolaba cuando posaba la mirada.
El final solamente era una habitación vacía, con una luz que provenía de ningún lado y se sedimentaba en un sobrescrito. Me acerqué y lo recogí del suelo.

"Felicidades, eres inútil."

Eso era todo lo que decía.







Me quedé viendo hacia los lados, ignorante de lo que me rodeaba. Otra sala se abrió en frente de mí y decidí pasar; había otra carta.

"Aunque no lograste nada, recompensaremos tu inutilidad, al menos por esfuerzo.

Lo intentaste.

Ya no es un placer jugar contigo.

Att. G y g.

Desde aquel entonces no había tenido más paronirias con ellos. Había vivido sin temor a ellos desde hace 1 año, incluso llegué a olvidarlo por completo.

Pero escribo esto.

Porque hoy,un año y un día después de empezar...



encontré un broche de oro en mi casa y una nota que decía:

"Te extrañamos."

Popurrí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora