Los Defensores

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Veo a Crisa en un prado cerca de un bosque, está jugando. Es joven, y le fascina cualquier simpleza, a diferencia de mí, apático de cualquier cosa insignificante para mi existencia. Estoy sentado, y el follaje es tan alto que apenas puedo ver la cabeza de mi hermana, y sus brazos elevados al aire mientras intenta atrapar a una mariposa. La atrapa, y veo cómo una de las cosas que salieron del laboratorio se levanta por detrás de ella. No puedo pararme, siento mi cuerpo demasiado pesado, comienzo a agitarme y la desesperación aumenta, regreso a ver a Crisa, y en ese instante esa cosa le da un mordisco a su hombro. La sangre tiñe de rojo las plantas cercanas, y alcanza parte de mi rostro, mientras los gritos, los llantos de Crisa me ensordecen siento como mi cuerpo se vuelve más pesado y, en un instante, ya estoy completamente acostado, me falta el aire, y al momento llega Crisa, convertida en una de esas abominaciones, se acerca a morderme y reboto en la cama. De esos reflejos que tu cerebro manda para verificar que no estás muerto.

Despierto con la cara hinchada y llena de vendas. Las retiro y su sus roces despiertan algo de dolor en mis mejillas. Termino de quitarlas y acaricio mi rostro para sentir los agujeros que han quedado. Tengo un poco de sangre seca alrededor de algunas cicatrices.

Me levanto e intento ver mis alrededores: Es un cuarto de cuatro simples paredes, dos puertas, una ventana. Dormí en un colchón en el suelo.También está lleno de sangre seca. A su lado hay una pequeña mesa con vendas, desinfectante y algodones. Debieron atenderme aquí mismo.

Trato de imaginar a dónde me llevan las puertas. Veo por la ventana y veo una calle destrozada, basura tirada por todos lados, latas abiertas, cajas vacías, un carrito de supermercado, incluso sangre en el suelo. No puedo recrear una imagen para pensar en lo que pudo pasar ahí.

Me doy media vuelta, La calle está atrás, por lo que la puerta que está a la izquierda debe dar a un baño, mientras que la que tengo en frente debe dar a un pasillo donde seguramente habrá un caos. Si hubo gente que pudo atenderme y sangre ahí afuera, no seré el único, y si hay gente que está peor que yo habrá ayudantes corriendo de un lado a otro buscando medicamentos, o vendas, cualquier cosa que puedan necesitar. Será mejor no hacer una entrada a ese mundo apocalíptico y entrar a mirar mi totalmente nuevo desfigurado rostro.

Decido ir a la puerta de la izquierda.

Entro y no me molesto en mirar al espejo, cierro la puerta y me recargo en ella. Hay una bañera con regadera y cortina, a su lado está el retrete y en seguida el lavabo. Sobre el está el espejo. Abro la llave de agua caliente y dejo que el vapor empañe el espejo y me pongo frente a el. Algunas zonas de mi cara son literalmente rojas. Limpio con el dedo poco a poco la humedad del espejo. Desde la frente voy bajando y veo mi ojo izquierdo entrecerrado y con el interior algo rojo. Debajo mis mejillas, mi boca y mi barbilla. El lado izquierdo esta lleno de agujeros por donde entraron los bordes del frasco. Acaricio con los dedos esos agujeros.

Suficiente.

Salgo y tres personas se despegan de la ventana y se acercan a mí, a uno de ellos lo reconozco, pero no se quién es exactamente.

-Pensamos que tardarías más en despertar.- Dice una mujer un poco menos alta que yo.

-¿Quiénes son? ¿Dónde estoy?.- Les pregunto con voz temblorosa. ahora creerán que soy débil, bien por mí.

-Tranquilo, nosotros te salvamos anoche, no hay por que temernos.- dice el hombre que me parece familiar

-No les temo

-Tampoco hay razones para ponerse a la defensiva, sabemos que todo esto es extraño para ti, pero hoy iremos por respuestas.- Dice el hombre, con un tono burlón al principio, pero... ¿Dijo iremos?

-¿Iremos? Yo debo regresar con mi familia.- Digo

-Para éste momento seguramente están muertos. Debes venir.

-Ni siquiera se quiénes son ustedes.

Ese hombre suspira y rueda sus ojos, para después voltear a ver a sus compañeros y negar con la cabeza. La chica deja ver una sonrisa discreta y luego se acerca a mí, me mira directamente y con ello siento la diferencia entre ella y el hombre que me salvó ayer. Ella no es tan fría, ella es linda y seguramente no ha matado a nadie, no entiendo su conexión con ésta gente.

-Mi nombre es Amanda Clifford, y no somos gente mala. ¿Podrías decirme tu nombre?.- Su voz es dulce y me inspira más confianza que el idiota que se rindió intentando hablar conmigo.

-Dean.- Les digo

-Necesitamos algo más que "Dean".- Dice el hombre - Yo soy Eric Carter, y soy quien lidera a esta gente.- Bien, un prepotente.

- Dean Paradis. Fin

-Bien, él es Howard, y no tiene lengua.- Me preguntaba por qué no había hablado en todo este tiempo.

-¿Por qué?- pregunto

-Nadie sabe, todos lo conocimos así.- Dice Eric - Descansa, mañana será un día duro.

-No planeo quedarme hasta mañana.- Le digo - Tengo que volver con mi familia

-Ya te dije que...

- Si lo están debo verlo para estar seguro.- Lo interrumpo con molestia

-Llévalo, a donde lo encontramos, y que el regrese a su casa, pero después tendrás que ayudarnos, ¿Está claro?- Nos dice Amanda.

-Bien

-Bien.- Dice Eric

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El silencio reina entre Eric y yo camino a el supermercado cercano a mi casa. Las calles están llenas de basura, y de vez en cuando puedes ver sangre en la acera. No debí ser el único lastimado anoche.

Me bajo de la camioneta y contemplo lo que queda de la tienda: vidrios rotos por todos lados, no han dejado un sólo producto en los estantes, no tengo tiempo de estar aquí, ni razones.

-Volveré por ti mañana en la mañana a este lugar.- dice mientras me arroja un arma, nada especial - Si nadie está vivo, sabes dónde encontrarnos.

Enciende la camioneta de nuevo y se va.

Corro lo más rápido que puedo hacia mi casa, y al llegar al acercarme al bloque de casas mi nerviosismo crece, siento mi estómago hacerse más pequeño y todo dentro de él se agita. Las lágrimas corren fuera de mis ojos mientras poco a poco me detengo a mirar la escena: La reja de entrada está casi destruida, pero al parecer se abrió antes de hacerlo. Rastros de sangre en la acera y la calle, buzones destruidos, y una de esas cosas, esas mutaciones, está parado en medio de la calle, como si contemplara la destrucción que había causado, hasta que me voltea a ver, y comienza a correr.

El arma está enfundada en el cinturón, está al costado de mi pierna derecha, pero no siento motivación por sacarla, sólo siento coraje, rabia, tristeza, cierro mis puños fuertemente y fuerzo mi mordida mientras las lágrimas salen, y lo único que pienso es en que, si mi madre y Crisa están muertas, al menos tengo que verlo para saber que es real.

Levanto una piedra un poco más grande que mi puño y espero a que esa cosa se acerque. Corre muy rápido, y está frente a mi en un instante. Le grito mientras se acerca y cuando está enfrente se abalanza hacia mi. Los dos caemos, el se pone de rodillas estando encima de mí, y suelta un gruñido. Lo empujo hacia un costado y cae a mi lado, me levanto y le pateo el rostro, me arrodillo sobre él y grito mientras lo golpeo repetidas veces en la cabeza con la roca. Solo grito, y lloro, y pienso en miles de cosas que le pudieron pasar a mi madre o a Crisa mientras yo no estuve, y cuando me doy cuenta, la cabeza de la mutación no es nada más que un puré de sesos y sangre.

Vuelvo a correr y llego a mi casa. La puerta está pintada de sangre, y hay marcas en ella, la estaban arañando, la rasgaban con las uñas. Meto la llave y abro la puerta, necesito empujar por que un sillón está evitando que la abra completamente. Todo está apagado, pero no hay nada fuera de su lugar. Esas cosas no lograron entrar, y se fueron. Pero entonces, ¿Dónde está mi madre? ¿Y Crisa?.

Siento un golpe detrás de la cabeza, y todo se nubla.



Día ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora