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"VOY A QUEDARME UN POCO ACÁ
cuidarte siempre a vos en la derrota
hasta el final, el final"
El Mató a un Policía Motorizado – El Tesoro
Manuel decide que la mejor forma de sentarse a escribir es prender velas, sentarse en la mesa del comedor y abrir solamente un poco la ventana, intentando sentir el frío que pueda entrar. Le gusta sentir la brisa fría chocando contra su piel porque le recuerda lo que es el calor, le recuerda abrigarse y acercarse a las velas un poco más, las velas que le dan calor y le llaman, con sus llamas danzarinas amarillas que se derriten y acaban en el naranjo, eterno.
Aun así, Manuel no puede escribir nada. La pantalla del computador le produce migraña en medio de la oscuridad, y la línea vertical que parpadea en la página en blanco lo pone nervioso. Su libreta está abierta, uno de sus lápices negros tirados sobre una de las páginas, todas rotas y sucias en los márgenes, llenas de polvo y arena y recuerdos ajenos. Intenta leer algunas cosas antiguas, pone música de fondo, mira el fuego, abre más la ventana, escribe palabras azarosas en la esquina de la hoja amarillenta, pero nada sale realmente de él, nada que valga la pena poner en papel y nada que realmente lo abrace en el frío o que salga de su pecho.
Manuel se aleja un poco de la mesa y se levanta a dar vueltas alrededor de los sillones. Sus manos rozan el respaldo de su sillón individual blanco y se sienta en él, intentando respirar, intentando sentir y canalizar algo que valga la pena por poner en papel, escribir, algo que sea suyo realmente, pero sus emociones parecen estar desordenadas, desenfocadas, fuera de su lugar. No sabe cómo escribir, se le olvida el orden de las letras, así que pone un cigarro en su boca e intenta pensar, solamente pensar en lo que está pasando.
Manuel muerde la base del cigarro. Es el primer sábado de agosto, y todavía hace mucho frío como para dejar la ventana abierta sin más, pero Manuel deja un pequeño hueco para que el aire helado entre y le roce las muñecas, esperando el sonido de la puerta siendo golpeada, expectante a la llegada de Martín, como habían planeado y como, de alguna manera, se había convertido en rutina desde que empezaron (¿o reiniciaron?) una relación hace dos meses. Estaba listo, cada fin de semana, para verlo aparecer en el umbral de su puerta y poder rozar la piel de sus mejillas, esconder su nariz en su cuello y sentirlo, nada más. Pero Manuel se ha vuelto un hombre un poco temeroso con el pasar de los años, piensa demasiado las cosas y no sabe si tocarlo cuando siente que quiere tocarlo, que todavía es un hombre muy tímido, que tocar a la gente siempre se ha sentido como un acto de profunda intimidad y devoción, pero es aún más grande cuando se trata de Martín, y solo crece cuando se trata de Martín después de años de la última vez que le mordió la piel.
Ansiedad, piensa y murmura, la punta de su lengua tocando la de. Retiene la palabra en su boca, presionándola contra el cigarro y empieza a maquinar un mapa mental sobre la forma en que esa palabra cabe entre otras palabras para describir su estado actual. Ansiedad y necesidad, porque lo quiere tocar, quiere enredar sus dedos en su cabello y sentir como cae su mentón en su pecho, pero está preocupado de que esa solo sea la nostalgia hablando, porque ha pasado poco tiempo, ha sido demasiado desde la última vez que se lamieron las clavículas y ahora lo tiene enfrente, y no sabe cómo clasificar nada, porque su cabeza es un desastre.
El sonido de la madera siendo golpeada llega hasta los oídos de Manuel y el mapa que construyó en su cabeza se deshace en segundos, sus ojos ahora fijos en el librero que se apoya en la pared blanca. Manuel toma el cigarro entre sus dedos y exhala el humo, se lo pone en la boca de nuevo y ahora deja que sus dientes lo sostengan mientras se acomoda la chaqueta y va en camino a abrir la puerta, tras la cual Martín se para hermoso como siempre, desconcentrado, mirando hacia al lado. El corazón de Manuel da un salto y el cigarro está a punto de caerse, pero sus dientes lo atrapan en el mismo segundo, ahora sus ojos fijos en el cuello de Martín y la forma en que las líneas de su piel forman un nuevo universo.
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Writer in the Dark |ARGCHI|
Fanfiction"Apuesto a que maldices el día en que besaste a un escritor en la oscuridad" Martín no ve a Manuel hace cuatro años, no desde el día en que terminaron su relación de seis años. Ha aprendido a superar los amores perdidos y a visitar a veces la soleda...