David Bike (18)

2K 320 108
                                    

No sé si sentirme más enojado con ese malnacido o conmigo mismo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No sé si sentirme más enojado con ese malnacido o conmigo mismo.

Me siento como un insecto. ¿Quién tiene más culpa, la araña, por ser tan maquiavélicamente perversa y esparcir sus trampas por el mundo? ¿O el ingenuo insecto que no piensa en riesgos y cae en la red de una forma tan estúpida?

Soy un idiota. Soy un maldito idiota. ¿Por qué tenía que abrir la puta puerta? ¿Por qué, maldición, por qué?

—Podrías mirarme un poco —la voz rasposa de Danny me llega en forma de susto.

Lo miro. Las lágrimas se me siguen resbalando de los ojos por más que trato de retenerlas y odio eso. Pero él me sonríe de medio lado... y me gusta. Me encanta. Ignoro con toda mi fuerza de voluntad que está más pálido de lo que nunca en la vida lo he visto.

—Cállate —escupo.

Su sonrisa se hace más grande. Yo me acerco un poco más a él y aparto la vista de lo que hay debajo de su mano.

—Va a volver —le digo.

—Sí, lo sé —sonríe, tranquilo—. Ty no me dejaría morir en este deprimente depósito.

Algo se funde dentro de mí en cuestión de segundos.

—No digas estupideces —espeto—. Mejor cállate.

Me mira con incredulidad, pero después sonríe.

—De acuerdo —dice.

Y se queda callado, y odio esa sonrisa. Odio las balas y el acero, las aves, las puertas que se abren, la palidez de la piel, la sangre que no coagula, pero no odio nada con más fuerza que a mí mismo.

—Y bien... ¿vas a mirarme o qué?

—¿No puedes permanecer unos segundos callado?

—Bueno, si hablo tendrás más oportunidad de saber que no he muerto aún, ¿no?

—¡No digas eso! —le grito. Tomo aire, pero no sirve—. ¡Tú no morirás!

—Oye, calma, bromeaba y lo...

—¡Tus estúpidas bromas están fuera de lugar!

Danny se carcajea echando la cabeza para atrás. Tengo ganas de abofetearlo hasta que suelta un alarido.

—¿Estás bien? —pregunto.

—Sí —responde con voz casi ahogada—. Solo duele.

—¿Duele mucho?

Está a punto de negar con la cabeza cuando su expresión se contrae de dolor. Claro que duele. Sí, maldición, tiene una bala enterrada en el cuerpo, claro que duele.

—No te molestes en tratar de mentirme —digo.

—Trato de aligerar el ambiente, es todo —dice con suavidad, tratando de no evidenciar cuánto le duele.

Cuatro de agosto © [MEMORIAS #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora