Capítulo 2.

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El tiempo nos cura

Según pasaba el tiempo las esperanzas se fueron perdiendo para cada persona. Algunos tardaron años en asumir que no lo volverían a ver, otros meses, y otros aún no lo habían asumido, no querían sumirlo.

Apenas faltaban unos meses para que se cumplieran los 5 años desde la desaparición de Midoriya Izuku, y el frío recorría el cuerpo de cada persona que se encontraba a la intemperie de la noche mientras el blanco de la nieve rodeaba todo el paisaje frente a sus ojos impregnando todo con un sentimiento de desolación y paz. Así deseaba Todoroki que se encontrara Izuku, en paz. O al menos eso quería hacerse creer a él mismo, pues la verdad es que él era uno de los cuales no había asumido lo que le había pasado a su mejor amigo.

En su corazón seguía viva la pequeña llama de la esperanza, haciéndole creer que su pequeño seguía vivo en algún lugar, y que volvería cuando más lo necesitara, aunque en verdad Shoto lo necesitaba cada mañana, cada tarde, cada noche, cada día, cada hora, cada minuto. No había momento en el que sus pensamientos dejasen de lado los dulces recuerdos que le brindó el pecoso desde que se conocieron.

Pero aquel frío inverno empezó a calar hondo en su interior, a enfriar su corazón de nuevo, a alejarlo de la gente, a hacerle perder la esperanza. Pero cuando eso pasaba, aquellas imágenes de ambos juntos volvían a su mente y le aseguraban que todo estaría bien, y que aunque no volviese a ver al adorable peliverde, este no querría que Todoroki se entristeciera y dejara todo de lado. Midoriya querría que él siguiera adelante, que no se cerrase en banda, que confíase en el resto, que utilizara su recuerdo para esforzarse aún más en el futuro. Y aquello es lo que Todoroki había estado intentando hacer desde que se cumplió un año de la desaparición del pequeño.

Habían hecho una cena aquella noche, con todos los conocidos y amigos de Izuku, su familia, los profesores, los amigos, los compañeros. Nadie estaba de humor aquel día, nadie quería hablar y todos preferían estar en casa lamentándose o en algún rincón del mundo buscándolo, pero ahí estaban, intentado darse fuerzas y seguir adelante.

Todoroki salió al balcón, con una fina chaqueta, ya que aquello tenía la primavera, era soleada y calurosa por la mañana y se volvía fría por la noche. Observó el paisaje frente a él, de los árboles habían empezado a borbotar hojas verdes y relucientes acompañadas con pequeños capullos que indicaban que las flores estaban a punto de nacer. Aquello le recordó a su peliverde favorito, con el pelo verde revuelto y el rostro y cuerpo decorados con pequeñas pecas que le daban un aire adorable.

Suspiro pesadamente mientras se apoyaba en la barandilla y tapaba su rostro con sus manos, intentó imaginarse al peliverde en aquel mismo instante, a su lado, y con aquella sonrisa tan brillante y característica suya, pero entonces se dio cuenta que imaginarlo ahí, sin tenerlo, solo le dañaba aún más.

-¿Duele, verdad?- preguntó una voz conocida a su lado.

Todoroki quitó las manos de su rostro y giró la cabeza mirando a Uraraka con aquel vestido largo y de color negro. Se lamentó de verla así, siempre llevaba vestidos de colores claros y con adornos, y aquella noche se la veía con colores oscuros, apagados, ella misma estaba apagada y con el pelo más largo que de costumbre,  casi como si se hubiese olvidado de si misma.

-Sí, mucho- contestó de forma suave mientras apoyaba la mano en el hombro de la pequeña brindándole un leve consuelo que nunca sería suficiente para ninguno de los dos.

New Friends ~ [Dekubowl]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora