Querida hermana

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Sonia asesinó a su hermana. Esa fue la noticia que se esparció rápidamente entre los conocidos de la occisa, y no se podía esperar menos luego de que todos los vecinos del conjunto residencial salieran de sus casas para ver cómo se llevaban a la única sospechosa hasta el auto y partieran hacia la unidad de fragancia en medio de los murmullos e insultos de aquellos testigos.

¿Motivos? Según los vecinos tenía muchos, después de todo, Sonia vivió a la sombra de su hermana menor.

Sonia era el tipo de personas que se ponía los auriculares aun cuando no estaba escuchando música y huía de los trabajos en grupo con una expresión desagradable y un lenguaje hiriente. Entonces, ella se había convertido en uno de esos maleantes de los que alguna vez se quejó por televisión. En ese momento parecía fuera de si, como si aún no lograra asimilar lo que sucedió esa tarde, no era para menos. Alessia, su hermana menor, murió esa tarde.

La tenue luz central de la habitación le permitió ver sus manos llenas de sangre entre sus largos y desalineados cabellos quemados por el decolorado y el tinte barato que usaba. Giró sus manos desconcertado para percatarse que incluso bajo sus uñas había rastro de esa mancha roja. Su ropa corrió con la misma suerte, pero a pesar de esa imagen desoladora, no lograba unir las piezas. Por un momento, llegó a pensar que estaba herida y se tocó el abdomen y terminó por soltar el aire que contuvo por el miedo. Por su mente lo único que paso fue saber quién era el dueño de esa sangre y porque la tenía ella.

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Por primera vez, luego de algunas horas, empezó a mirar a los lados, buscando una respuesta a todas las interrogantes que cruzaban por su cabeza, aunque su mirada se quedó fija en el vidrio frente a ella. Entreabrió su boca para pronunciar palabra alguna pero el sonido de la chapa de la única puerta en la sala le hizo girar apenas la cabeza.

Dos agentes entraron y uno de ellos, una mujer, se sentó frente a ella y dejó una carpeta entre ellas antes de abrirla y girarla para que pudiera ver la información que allí se encontraba.

—Sonia, ¿por qué no nos cuentas lo que pasó? ¿Le fuiste a suplicar una vez más que dejara al hombre que amabas? ¿Fuiste a cumplir tu amenaza, la del día del compromiso?

Los ojos de Sonia parecían querer salirse de sus órbitas cuando vio la foto de su hermana, su pequeña hermana. Acercó sus manos, esposadas para tomarla y acercarla a ella.

En ese momento imágenes dispersas acapararon su mente, las palabras parecían haberse atorado en su garganta entre sonidos de ahogo y su visión se nubló ante las lágrimas que empezaron a fluir.

—No... Ella no...—sus labios lograron escupir esas palabras antes de bajar la mirada—. Ella...

—Ella está muerta ahora—respondió la agente—. Alessia Castellanos fue asesinada con el arma blanca que encontramos en sus manos, sabe, seré muy franca con usted.

La agente hizo una breve pausa mientras tomaba la fotografía y mostraba otras que guardaba en la carpeta. Repartió el grupo de fotografías sobre la mesa, era una breve reconstrucción de la escena del crimen.

Sintió un dolor en el pecho como si aire le faltaba, empezó a llorar en silencio como lo venía haciendo desde hace años, aunque sus manos temblorosas empujaron la mesa, no quería ver esas fotografías, aunque el policía que estaba con la agente la tomo bruscamente de la coleta improvisada que se había hecho y la forzó a mirar las fotos. La agente le hizo una seña para que la soltara, tal vez porque la expresión de Sonia parecía de horror o de vergüenza ante lo que supuestamente había hecho, aunque la policía solo veía claros signos de culpabilidad.

La lycoris que nació esa tarde de diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora