Despierta

114 13 0
                                    

Su cuerpo se sentía tan pensado, era como si algo estuviera aprisionándolo. Creía haberse movido pero la realidad era muy distinta. Estaba aprisionada entre el asiento del copiloto y el trasero, intentó ver sus manos, pero costaba tanto levantarlas, incluso cuando estaban atadas y descansaban sobre su abdomen.

Abrió su boca y tomó una gran bocanada de aire antes de volver a su inútil intento de moverse. Las luminarias golpeaban con fuerza a sus ojos, eran como destellos irritantes que aparecían cada diez segundos o menos. Por la forma en que se sacudía el auto creía que iba muy rápido pero fuera de eso, no podía ver nada más. Era tan cansado ver las luces que solo cerró sus ojos. Era como encerrarse en una caja oscura donde solo podía escuchar la voz de quien manejaba, estaba la radio o el teléfono en altavoz, no estaba del todo segura pero esa voz era tan familiar pero no lograba descifrar quien era.

Ciertamente el verano tenía noches frías pero esa noche hacía más frío de lo normal, era como estar en una habitación bajo cero, o tal vez solo estaba exagerando, pero su cuerpo definitivamente estaba fibrilando.

Por momentos su panorama se volvía completamente negro, era difícil mantener la consciencia, pero no lograba conectar nada de lo que estaba pasando, ni lo que pasó antes de despertar.

El auto ya no estaba en movimiento, las voces no se oían, pero solo había una luz golpeando su rostro insistentemente. Acercó su brazo para cubrirse, parecía que habían movido uno de los asientos delanteros dándole algo más de libertad. Intentó reincorporarse y subir hasta el asiento, la suavidad de estos se sentía tan bien que, por un momento, no quería moverse.

Su visión aún se ponía borrosa, pero logró distinguir varios contenedores. Fue como si algo se reactivara en ella y se dirigió hacia la puerta contraria para salir. Forcejeó con esta, parecía trabada con algo aun cuando no tenía puesto el seguro. Retrocedió un poco y empezó a patear la puerta y el vidrio de esta, pero todo seguía igual, tal vez no tenía la fuerza suficiente para romperlo.

El seguro se quitó, reconocía ese sonido sin dudarlo y abrió la puerta de inmediato, pero sintió un halón de su cabello que la hizo gritar aun cuando no tenía fuerzas para ello. Llevó sus manos a las de aquella persona para que se detuviera, pero parecía ejercer más fuerza sobre su agarre.

La arrastró afuera del auto, intentó levantarse, pero sus rodillas y codos pagaron por aquel intento. Sentía como si le estuvieran arrancando la piel, sus gritos solo eran quejidos y lamentos porque no podía pronunciar palabra alguna sin embargo estos se silenciaron cuando logró visualizar a alguien parado junto al auto, simplemente viendo como la arrastraban al interior de ese contenedor.

—K...ah...é

Extendió su mano hacía aquella figura y por un momento, parecía que había reaccionado ante su llamado. Sin embargo, la ilusión se desvaneció junto a aquella figura cuando cerraron la puerta.

Su desesperación se detuvo cuando su cuerpo golpeó el suelo con fuerza, tal vez porque su cuerpo no puso ninguna resistencia por mantenerse de pie.

Arrastró su cuerpo hacia la puerta, pero sus dedos fueron pisados con tanta fuerza que parecía que los estaba rompiendo, con su otra mano golpeaba la pierna de esa persona antes de recibir una patada en el rostro.

Cayó bocarriba, su respiración era lenta. Era evidente que estaba cansada, ni siquiera el miedo que sentía era comparable con el dolor que estaba experimentando.

Vio nuevamente esos zapatos brillosos, ahora manchados de sangre. Escuchó como esa persona había empezado a caminar por el lugar y por momentos parecía alejarse. Recordó esos zapatos brillantes, el nudo ridículo de sus cordones y ese traje rayado. Recordó su encuentro en la parada, los golpes y la sangre.

La lycoris que nació esa tarde de diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora