Capítulo 1

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Oriana Marzolla

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Oriana Marzolla

Miré mi rostro en el espejo delante de mí, recogí mi cabello con una coleta mal hecha y sonreí sin poder evitarlo. Luego me apliqué un poco de labial color nude para que parezca natural. Encima de mi cama hay unas diez maletas. Sí, suelo ser un poco exagerada cuando se trata de la ropa, pero es algo súper natural en mí y no lo puedo evitar, siempre quiero verme hermosa a dónde vaya y no tener ropa suficiente a mi disposición me pone de los nervios.

Mientras a otras chicas las pone nerviosas que las mire el chico que les gusta, o que le acaricien la mejilla de forma romántica, a mí me provoca la misma sensación no tener prendas de mi gusto.

Un poco raro, pero cierto.

Dejé de mirarme al espejo y m giré para observar a Karla. Se vé tensa, nerviosa, y cohibida. La conozco y sé que no se va a sentir cómoda, simplemente porque es.... Karla.

—¿Puedes dejar de estar tan nerviosa? —interrogué—. No es el fin del mundo Karla, es sólo la universidad.

—También implica conocer personas nuevas y sabes que eso me aterra —rodé los ojos. Ésta chica puede sacarme de quicio demasiado rápido con sus comentarios, muchas veces parece que ella misma no se siente suficiente o piensa ser menos que las demás personas que la rodean, cosa que me enoja demasiado porque para cualquier persona ella es la chica perfecta. Y cómo mejor amiga tengo el deber de hacerle ver que está equivocada, pero ella no lo entiende, se cierra y prefiere creer que está en lo correcto.

—Tampoco tienes que ser amiga de todos, simplemente debes estar dispuesta a conocer personas nuevas y ser tú misma, al que no le guste: chao.

—Qué fácil lo dices —zanjó—. Eres Oriana, la chica más popular del Instituto y yo sólo la nerd.

—No eres la nerd, eres la inteligente y saber todo lo que tú, es una gran virtud —ella iba a hablar pero apreté la mandíbula y la interrumpí—. Ya terminó esta conversación Karla, no llegaremos a ningún sitio. Mañana nos vamos a la Universidad y aún no has hecho tus maletas.

—Tienes razón.

Sonreí para aligerar la tensión que se formó en el ambiente. Por la puerta entró la nana con una bandeja, a penas llegó el olor que provenía de ella a mis fosas nasales me me hizo delirar. Nos trajo chocolate caliente, el suyo es el mejor del mundo entero, no hay persona que pueda si quiera hacerlo parecido al de mi nana. Mi madre siempre ha intentado imitarlo pero no le queda igual, creo que su chocolate es una de las cosas que más voy a extrañar cuando me vaya a la Universidad.

—¿Te parece si vamos a mi casa y me ayudas a hacer las maletas? —interrogó Karla con una sonrisa en su rostro. Ella sabe que cuando pone esa carita no hay forma de que le diga que no.

—Claro —sonreí y provoqué una risa en ella.

Tardamos bastante en tomarnos el chocolate, estaba muy caliente y además semejante delicia merece ser bebida con detenimiento para poder saborearla bien. Karla una que otra vez se quemó la lengua pero no fué nada alarmante. Apenas acabamos me aventuré a hacer mi última maleta dedicada a maquillaje y algunas cositas que tengo en mi habitación y no quiero dejar, como: peluches, una almohada, etc.

Acompañé a Karla a su casa, era mi obligación ayudar a hacer sus maletas porque ella hizo lo mismo conmigo, así que tendré que ser tolerante y aguantar su indecisión respecto a su vestuario.

Estoy contenta, mi madre movió sus contactos y consiguió que ambas estemos en la misma habitación para así hacer que nuestra estancia en la Universidad sea mucho más amena y fácil. Lo único que espero es que seamos sólo ella y yo, sería demasiado extraño que hubiera algún otro extraño compartiendo nuestro dormitorio con nosotros.

Conozco los periodos de la Universidad, no hay que asistir a una para saber que la mayoría son sinónimo de fiestas y descontrol. Más cuando tiene fraternidad, y si algo he aprendido de una de mis películas favoritas: American Pie, es que cuando hay pubertos descontrolados, todo se deriva a locura y hormonas revueltas.

Yo diría que estoy en el medio, mis notas siempre han sobresalido en el Instituto pero a la vez, si hay fiesta y alcohol, call me. ¿Quién dice que no se puede amar el estudio y el descontrol a la misma vez?

La Universidad a la que voy es solo de derecho, desde pequeña tengo el sueño de tener mis títulos colgados en la pared de mi casa y conseguir mi propio bufete de abogados, tomar casos importantes y que mi nombre resuene en toda España y el resto del mundo.

Pero así somos todos ¿no? Es normal que cuando algo nos apasiona querermos explotarlo al máximo, y más para mí que defender personas indefensas es como un deber, muchas veces he creído que es una de mis misiones en la vida, ayudar y proteger a las personas para que no tengan que pasar por lo que sufrí yo.

Hay heridas que dejan marcas profundas e imborrables.

Y como es mi caso, dejan una cicatriz que jamás se irá, se mantiene en tu piel para recordarte que sufriste, pero también para que no olvides que eres fuerte. Porque si superaste éso, ya no hay nada que te pueda derrumbar.

Soy de piedra, porque nadie es capáz de hacerme polvo.



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¡Hola pelusitas! He aquí el primer capítulo de ésta historia y espero que hasta aquí te sea invitante y desees seguir leyéndola.

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Follar y no Fallar © [EDITANDO✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora