El Sol y la Luna

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Despierta, Sol, del invernal letargo
a la rosa, que predica tu culto.
Deja ya atrás ese mundo oculto
que vuelve el espacio algo amargo.

El ruiseñor reanuda su canto:
sinfonía de la naturaleza.
En la selva vuelve la realeza,
y en los niños ya no se oye el llanto.

La esperanza florece en tu manto
cálido, la felicidad se deja
ver y el bien natural se empareja
a los frutos que se ven cada tanto.

Pero el bien siempre llega a su ocaso.
De violeta viste el cielo, y ocultas
tu faz del mundo, y se muestra, malvada
en el espacio, tu opuesto: la Luna.

Cruel reflejo del accionar humano.
Del insomne, espejo solitario.
Frío visaje del blanco calvario
que sufre el moribundo anciano.

El inmortal confesor del pecador,
el norte de las bestias de la noche,
el esqueleto en las danzas macabras.
Dueña de todo eso eres, nocturno astro.

Mas todo futuro ya fue predicho
por los estoicos en Grecia. Fue luego
redescubierto por aquél alemán
el sistema del eterno retorno.

Es por ese sistema que la danza
de días y noches, soles y lunas,
se perpetúa en el río del tiempo.

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