Milonga de un hombre que va a morir

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Juan Peralta se va a morir.
Por la pulpería andaba,
calmado bebía el trago
y listo el pecho tenía
pa' recibir el dulce puñal.

Lucio Ibarra se dirige
en busca de nuestro guapo.
Cuando entra nadie lo mira:
una sentencia de muerte es.
Así de hábil en el truco
como en el amor, no menos
se sabe sobre su puñal.
Se sienta junto a Peralta.
Le invita una última caña
y la beben sin palabras.
Al cabo Ibarra se para
y mientras se va le dice:

No tardes, te veo afuera.

Sin lágrimas en el rostro
ni patéticos los gestos,
Juan Peralta se va a morir.
Ya afuera, en un rinconcito
cualquiera de Buenos Aires,
los metales se entrecruzan.
Sin demora, el puñal toca
el corazón de Peralta.
El guapo le dice gracias
por darle tan buena muerte.
No tarda mucho en morir,
y Lucio Ibarra se marcha
en busca de un nuevo pecho
sobre el cual firmar su nombre.

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