Era un día cualquiera en el pequeño pueblo de Mesalta, mi pueblo natal. El sol brillaba sobre el cielo azul i una suave brisa soplaba des del norte, refrescando el soleado día de primavera.
Hoy iba a ver mi mejor amiga Miranda. Aunque esto pueda parecer algo común, para mí era un gran día, porque no siempre podía ir a ver amiga; ella vivía fuera del pueblo, en la parte más alta de una colina cercana al municipio. Su casa no era una casa, era el pequeño castillo del señor de la comarca. Sí, exacto, mi mejor amiga Miranda era la hija del señor de la comarca. Yo en cambio era la simple hija de un buen tejedor.
Hará ya unos ocho años a mi padre le fue encomendada la tarea de hacerle una alfombra al señor del castillo como regalo para su esposa.
Mi padre llegó al castillo conmigo de su mano y se presento ante el noble. Nos condujo hasta sus aposentos y mi padre tomo medidas para hacer la alfombra. Yo no me separaba de su brazo, abrumada por tanta riqueza. En un momento dado, alguien me mando a esperar en una salita con unas butacas i una pequeña mesita. Allí había otra niña de mi misma edad, tenia el pelo liso y rubio y una piel muy clara. Al verme, puso sus profundos ojos verdes en mi i me sonrió. Yo le devolví el gesto.
-¿Quieres jugar conmigo?
Me quedé muda por un instante, pero rápidamente le conteste que sí, y me senté en el suelo justo a su lado. Tenía unas pequeñas piezas de madera esparcidas por el suelo y hacia pequeñas construcciones con ellas.
-Me llamo Miranda Swordiss.
-Yo soy Janet Cothoon, encantada.
Me puse a hacer una pequeña casita de madera mientras miraba su delicado traje de seda azul claro y sus cómodos zapatos. Me di cuenta de su alto nivel mientras miraba mi falda de algodón granate junto a mi camisa gris i mis alpargatas.
-Me gusta tu vestido, Miranda -le comenté mientras jugábamos.
-Gracias, es nuevo, todavía no lo ha visto nadie.
-¿Siempre juegas a esto? No quiero decir que no me guste... pero ¿no prefieres jugar a balón o algo cuando estas con tus amigos?
-Es que... no tengo muchos amigos... y casi nunca vienen por aquí. Además, no les gustan ese tipo de juegos.
-¿De verdad? Ven, vamos a fuera jugar, ¿Tienes una pelota? - Le solté sin pensar.
Se fue corriendo a alguna parte y regreso con un balón y una sonrisa. Salimos fuera y yo cogí el balón entre mis brazos y lo lancé hacia ella. Primero gritó y se apartó rápidamente, protegiéndose la cabeza con los brazos. Sin poder evitarlo me enpecé a reírme escandalosamente y sin saber cómo Miranda acabo riéndose a carcajadas también.
-Juguemos a pelota-pared.
-¿Pelota-pared? ¿Qué es eso?
- Es fácil - le aseguré - Lanzas la pelota contra el muro y yo cojo el rebote, hasta que a alguien no la coja, el que no la pierda gana. ¿Entendido? ¡Ya!
Miranda aprendió rápido, pero no lo suficiente para evitar que le diera una paliza jugando. No fue hasta que mi padre y el señor del castillo vinieron a buscarnos que nos dimos cuenta de lo sucias de tierra que ibamos de tanto caer al coger la pelota. Esperé una repimenda por parte del noble hacia su hija por dañar su vestido nuevo, pero solo sonrió, como si viera a su hija jugar por primera vez.
-Venga Miranda, volvamos a dentro.
-Sí, padre - se giró para entrar y se volvió justo para decirme - ¿Volverás?
-¡Volveré! - le aseguré mientras nos alejábamos del castillo.
Y así lo ice. Y lo ice tantas veces como puede desde los ocho años hasta mis quince.
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Destino
ФэнтезиJanet, hija de un tejedor, es una chica cualquiera en su pequeño pueblo. Pero esto cambiará cuando Janet, junto a su amiga Miranda, descubran algo que ha estado guardado durante años despertará con su prescencia y les hará emprender un gran viaje p...