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Jungkook


Me dolían las piernas de estar todo el santo día sentado delante del ordenador y además tenía unas ganas locas de llegar al bar en donde vería a Jimin—nunca pensé que llegaría a decir algo así—, sentarme junto a él en la barra y... relajarme. Hacía muchísimo tiempo que no lo pasaba tan bien con alguien sin estar desnudos.

Por desgracia para mí, cuanto más tiempo pasaba con Mimi, más ganas tenía de que aquello desembocara en algo que implicase estar desnudos, lo que me parecía casi una forma de escapismo, como si mi cerebro y mi cuerpo quisieran recurrir al consuelo familiar del sexo en lugar de ahondar en el lado emocional. Mimi me empujaba, aunque no fuese consciente de ello; me obligaba a replanteármelo absolutamente todo: desde por qué hacía mi trabajo hasta por qué seguía acostándome con personas a las que no quería. Hacía mucho tiempo desde la última vez que había tenido ganas de tomar el historial sexual de alguien y reescribirlo de arriba abajo con mis manos, mi lengua y mi sexo. Sin embargo, con Jimin no sabía si eso era porque el sexo sería más fácil que seguir atormentándome con la forma que tenía de ponerme el cerebro patas arriba, o si era porque quería que me pusiera patas arriba en todos los demás aspectos.

Así que no aparecí hasta las diez, dejándole espacio para que socializara y pasara tiempo con sus amigos del laboratorio. Cuando llegué, enseguida lo localicé en la barra y me senté a su lado, dándole un golpecito en el hombro con el mío.

—Hola, guapo. ¿Vienes mucho por aquí?

Me sonrió de oreja a oreja y los ojos se le iluminaron de felicidad.

—Hola, Kook el irresistible seductor. —Tras una pausa impregnada con una extraña sensación de inspección mutua, añadió—: Gracias por... venir.

Contuve una carcajada y pregunté:

—¿Has cenado?

Hizo un gesto afirmativo con la cabeza.

—Hemos ido a una marisquería que hay un poco más abajo. Hacía años que no comía mejillones.

Cuando hice una mueca de asco, me dio un codazo con aire burlón.

—¿Es que no te gustan los mejillones?

—Odio el marisco.

Se inclinó para acercarse.

—Pues estaban deliciosos —susurró.

—Sí, seguro. Blandos y viscosos, y con sabor a agua sucia de mar.

—Me alegro de verte —dijo, cambiando de tema bruscamente, pero no flaqueó en ningún momento cuando lo repasé de arriba abajo—. Fuera de nuestras sesiones de running, claro.

—Me alegro de que te alegres.

Me miró a los ojos, a las mejillas y luego a los labios durante largo rato antes de volver a mirarme a los ojos.

—Ese fuego tuyo podría llegar a matarme, Kook. Y lo peor es que creo que no eres consciente de que miras así a las personas.

Pestañeé, sin comprender.

—¿Ese qué?

—¿Qué vas a tomar? —me preguntó el camarero, dándonos un susto a ambos cuando depositó dos posavasos delante de nosotros y se inclinó.

Por lo visto, los colegas del laboratorio de Mimi se habían marchado y el bar estaba inusualmente tranquilo. Generalmente, allí los camareros solían preguntarme qué quería desde el otro extremo de la barra y mientras le servían la cerveza a otro cliente.

—Una cerveza —dije. Y a continuación añadí—: Y un chupito de Johnny Gold.

El camarero miró a Mimi.

Seductor Irresistible - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora