Edificiotipico dell'architettura romana, di pianta ellittica, al cui centro si apre lospazio piano nel quale si svolgevano gli spettacoli. Questa era circondata deuna gradinata a più piani, per ospitare gli spettatori.
Escuchando la versión original de "Lady Marmalade", no se había movido en toda la noche más que para alcanzar el iPod. Apenas respiraba y, pese a que se había aferrado al control de los audífonos, no lo había accionado en lo absoluto, ni siquiera cuando Roberta Flack empezó a cantar una de esas canciones que nunca había logrado soportar. Inerte, enterrada por las sábanas a las que había regresado tan rápido como la había visto partir en el Ford amarillo, pensaba en cómo ahora le daba más pereza que vergüenza pensar en esos tiempos en los que se había encontrado de rodillas, recogiendo los pedazos de sí misma en los que se había dejado romper por el más vano idiota de la historia; estúpidamente, se había cuestionado a sí misma y a la obra de aquel poder superior en el que tanto había creído.
Recordó la manera en la que decidió reconstruirse: sabiendo que las piezas no necesariamente debían ser pegadas en el mismo orden y en el mismo lugar, y que no todas debían incluirse: unió algunas con pegamento, otras las cosió con hilo y aguja, otras las clavó, otras las atornilló, algunas incluso las encajó a presión; el resto, esas que significaban la inocencia y la ingenuidad en extremo, la fe ciega y la complacencia a expensas propias, las omitió y las guardó con desagravio, tal y como se conservan los sobrantes de los muebles de IKEA.
De allí, de la heterodoxa manera en la que se había remendado –una con la que Mary Shelley habría estado más que de acuerdo–, surgió lo que era ahora: una mujer de semblante serio, actitud indiferente y un Ego que debía protegerla con las repulsivas prácticas de marcar distancias de brazo y que debía explotar esos elementos del carácter que le concedían el ser intocable y autoritaria, cuyo único fin era hacer que todos la miraran desde abajo y con el miedo necesario como para no tener que lidiar con ellos.
Escuchaba algo de Gladys Knight, no sabía qué, cuando se percató de que el olor de Sophia se había difuminado tanto que ya ni siquiera podía sentirlo. Abrazó la almohada en la que la melena rubia había descansado y sonrió; apenas podía sentirla. Supo que se engañaba, porque olía al suavizante de lavanda que utilizaban en la tintorería, por lo que admitió la incomodidad del maldito vacío que la rubia había dejado en su cama; era atrozmente insoportable. Con nombre y apellido entre dientes, la Arquitecta se dejó arrullar "I'm Coming Home Again" y el recuerdo del par de ojos celestes.
Dos horas antes de lo normal, la despertaron el calor y el hambre, en ese orden. Emergió de entre las sábanas, preguntándose cómo era posible que hubiera gente, como Philip, que tuviera el talento para dormir en esa suerte de capullos improvisados. «Pazzo...», jadeó mientras se estiraba y se retorcía, frustrada, por no haber podido llegar a las seis de la mañana.
A lo lejos, pese a que era demasiado temprano, escuchó un estridente, aunque lejano, "che parlano d'amor, di primavere, di sogni e di chimere". En respuesta, y gracias a que la batería del reproductor había durado más de lo que prometía, se volcó sobre su espalda y gritó:
"Shot through the heart and you're to blame, you give love a bad name!"
Aborrecida por la canción, porque ni pertenecía en un lugar que no fuera un karaoke de mala muerte ni servía para algo que no fuera un enorme «fuck you» para quien llevaba siete años cantando la misma detestable intervención de Mimì, se aseguró ambos audífonos en los oídos y buscó una selección musical que le estorbara menos. Se puso de pie con Tina, subvocalizando las mismas palabras que años después tendrían la segunda ola de reconocimiento gracias a Paul Rudd y a su rendición muda, y, habiendo asegurado el iPod en uno de los elásticos laterales del pantalón, se tomó los cinco minutos de extrema relajación que encontraba en tender la cama.
