Capítulo 41

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Llevé mis manos a mi cabeza, aturdida. Todo esto era demasiado para asimilar. La escena de mi, corriendo y chocando contra un cuerpo esbelto se repetía una y otra vez en mi mente.

«Había chocado con Adham. Había chocado con Adham y ni me había dado vuelta a mirarle. Estaba completamente cegada por Ethan»

Adham había estado en mi compromiso, escondido en algún lugar, mirándome a la lejanía. Y aquél anciano se había dado cuenta.

Volví a esconder la caja con el vestido desesperada Observé la mesita de noche junto a mi cama. Sin poder evitarlo, me quedé estática observandola. Cuando abrí los ojos, Adham había estado inclinado sobre ella.

«¡La mesita de noche!»

Me lancé a por la mesa. Abrí el primer cajón, encontrándome con papeles y lápices. Lo cerré y abrí con desespero el segundo cajón.

Nada.

Observé el tercer y último cajón desconfiada. Tiene que haber algo ahí, joder. Lo sospechaba, lo presentía. Mi pulso latía acelerado y mi respiración era pesada.

Abrí con lentitud el cajón.
Y ahí, justo en el fondo, se encontraban tres cosas.

Una foto. Una pequeña pulcera trenzada, de color rojo.

Y, por último, un arrugado papel.

«No, no puede ser»

Sentí como mi aliento se cortaba mientras agarraba con lentitud el papel.

«Contrario a lo que piensas, sí le importas a alguien»

Sentí como me paralizaba por completo, totalmente sorprendida. Asustada. Temerosa.

Hace muchos años, cuando yo era una chica que sufría depresión y anorexia, cuando tenía la autoestima por el subsuelo gracias a mis familiares, una extraña persona siempre aparecía en mis sueños. –sueños que a veces parecían muy reales– sueños donde alguien me abrazaba y me ayudaba por las noches. En donde me convertía en la Allison segura de sí misma y confiada, con un cuerpo lleno sano y lleno de energía.

La única prueba tangible de que esa persona existía era esa simple nota arrugada, que había aparecido en el bolsillo de mi chaqueta años atrás.

Llevé mis manos a la cabeza, casi enloquecida. El día de mi compromiso, cuando mi madre y mi suegra me llevaron a la peluquería, esa nota había llegado a mi mente. Sentía una necesitad casi enfermiza de conseguir y refugiarme en esa nota.

Pero no la había conseguido.

No la había conseguido porque, simplemente, esa nota no estaba en la nueva casa. Seguía en mi antiguo hogar, allá en Rusia.

Volví a releer las palabras escritas en ese papel. Mis lágrimas mancharon parte de la pequeña hoja arrugada.

Era Adham.

Adham había sido quien me había ayudado todos estos años. Pero ¿Por qué? ¿Por qué no lo recordaba? ¿Por qué me ayudaba?

Mi mano temblorosa rozó el borde de la foto. Con cuidado, la agarré. Respiré profundo y me sequé las lágrimas que no dejaban de caer. No entendía porqué lloraba. En el fondo sentía que perdía algo importante. Observé la foto con fijeza. Tenía los bordes roídos, estaba un poco arrugada y algunas partes estaban borradas por el tiempo, pero se podía apreciar a la perfección la imagen. En ella, se encontraban dos personas.

Un pequeño niño rubio, que tenía un brazo sobre los hombros de una pequeña niña y la miraba con fijeza. La niña, sin embargo, miraba a la cámara con una mirada seria y penetrante, casi escalofriante.

El Peligro de AmarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora