Capítulo 2

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Así volvió la próxima semana, cada día. Se saludaban a la entrada, de mañana cuando el sol aún quería dormir la siesta, y se despedían a la tarde, al momento en que ambos hombres hambrientos sólo querían dormir.

Mientras pasaba el día donde Bokuto finalizó la Divina Comedia, Keiji ordenó el lugar de forma usual, pasando al costado de su nuevo compañero de tanto en tanto y admirando las expresiones del mismo ante las últimas páginas de la historia.

—¿Te gustó? —cuestionó esa noche, al momento donde usualmente se despedían y la librería cerraba luego del pasaje diario de lectores.

—No tanto. No es mi estilo de libro.

Akaashi quería preguntar por qué lo compró, pero su cuestionamiento fue dejado de lado por la intriga ante los gustos del otro hombre.

—¿Y usualmente qué te llama la atención?

—Las revistas deportivas y...

Se había puesto rojo, estaba rojísimo frente suyo, el hombre alto y musculoso de remera negra se estaba avergonzado antes de seguir, mirando hacia la parte de las revistas para niños y haciendo referencia a ellas.

—¿Los mangas? A mí también me gustan.

Era una mentira blanca. Había leído dos mangas en su vida, le habían gustado y claro que conocía los diferentes mangas del local, incluso sabía sus tramas para poder venderlos bien, pero no eran de su estilo.

Kotaro rió al frente suyo.

—No jodas, Akaash. Ese no es tu estilo.

—¿Me estás poniendo a prueba?

—Claro que sí —sonrió, arrogante—, no los miras igual que a las ediciones de Stephen King.

—Así que tú sí puedes notarme, pero yo a ti no. Eso no es justo, Bokuto.

Mientras se apagaban las luces del local y la puerta se cerraba, dejando la fantasía dentro, ambos terminaron caminando juntos hasta la estación.

—¿Y por qué lees la Divina Comedia, si te encantan otras cosas disponible en la librería? —preguntó al rato, sin importar el frío que entraría a su boca por abrirla.

—Recordé que la leí en la secundaria, pero nunca le presté mucha atención y quería internarme a terminarla correctamente.

—Entonces mañana podría mostrarte la sección deportiva, ¿te parece?

—¡No! —casi gritó, generando que algunas personas quienes esperaban el mismo tren giraran sus ojitos hacia ambos muchachos. Bokuto se puso nervioso, dándose cuenta de su reacción— Está bien. Seguro ya me las leí todas. Aparte, quiero conocer cosas nuevas. Así que si puedes recomendarme algo que te guste... Lo agradecería.

La respuesta tardó un poco en llegar, y con cada momento el pulso de Kotaro le apretaba más el cogote, sabiendo que sus secretos le estaban tratando de ganar.

—Olvidé que debo ir a buscar algo, ¡nos vemos mañana, Akaash!

Se fue casi corriendo y con una sonrisa en su cara, lo usual. Así, Keiji saludó serio, levantando la voz cuando su tren ya había llegado pero ganas no tenía de irse.

—¡Hasta mañana! —Dijo antes de entrar al vagón.

Kotaro, sabiendo la sequedad del ambiente igual corrió otra vez, casi tan fuerte como antes, no tan suave como debería. Esa noche tosería muchísimo, y al día siguiente saludaría a Akaashi con voz raspada, sin saber cómo escapar de la sección deportiva, adentrándose en autores con nombres europeos en los cuales Keiji había pensado recomendarle, y a media mañana, siendo realmente atento, Keiji le regalaría un té con miel.

Entonces por fin ese día el azabache entendería el dulce en los ojos del albino (¿era realmente albino?), y a la tarde, por eso de la página cuento y tanto, Bokuto acompañaría a Keiji hasta el tren, sin esta vez despedirse corriendo. Aunque lo último su médico se lo había prohibido totalmente hasta la próxima intervención. 

A los ojos de la muerte [Bokuaka] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora