Capítulo 3

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Miércoles, tercera semana en la que Bokuto aparecía por el local, y ahora lo hacía de la mano de una computadora y dos cafés humeantes.

-Me quedé con ganas de tomar algo contigo, en vez de solo regalarte algo -Dijo, acomodando otra silla al costado del azabache, detrás del mostrador de madera.

-Agradezco la compañía, entonces.

Ultimamente Akaashi sonreía más, generando algunas preguntas en Bo, porque en mitad del silencio el muchacho no hacía más que sonreír de lado. ¿Sería Keiji igual de feliz en sus momentos juntos?

Abrió la pantalla de la computadora y entró a la página de traductorado, de donde momentáneamente había comenzado a ganar dinero.

-Las grandes editoras también necesitan traductores, ¿no te interesaría trabajar en una? Dicen que se cobra bien -sugirió el alado, tocando hombro con hombro y adentrándose en la visión de la computadora de Bokuto.

-Nah, estoy bien así. Me gusta manejar mis horarios y decidir cuándo renunciar. Es algo de momento.

-¿Y no hay nada que te guste hacer, antes que esto?

El café olía rico, el perfume de Akaashi también, el olor a libros nuevos y otros no tanto, era precioso. Así que, entre telaraña de mentiras blancas y medias verdades, Bokuto miró a un costado y con la misma sonrisa cálida que le dio toda la mañana, dijo:

-No necesito nada más, estoy bien así.

Keiji le tomó la mejilla, acunando la misma en su mano suave, y llevando la otra mano a tomar un dedo de Bokuto desde el teclado. La primer mano pasó del pómulo durazno hasta cosquillearle el cuello, y sus dedos pasaron por la huella dactilar de Kotaro, reconociéndolo como nadie más lo había hecho.

-Tus manos son más pequeñas que las mías de largo, eso me hace a mí un buen pianista y a ti, con tan gruesos dedos, bueno para algún deporte. Con tu altura, voley o basket. Y tu pulso se acelera.

El cuello lo decía todo.

-No te estoy mintiendo, tal vez mi pulso se acelera porque me pones nervioso -atacó Bokuto en un suspiro, tratando de controlar el habla. Keiji sonrió, a causa de la ternura que le causaba su amigo y por otro lado, por la arrogancia de saber la verdad.

-Me alegra saber que te pongo nervioso, pero nunca dije que me mintieras, eso lo supones tú al estar a la defensiva.

Era imposible no caer ante el tacto suave y quisquilloso entre sus dedos, en el cuello ahora calmaba el agarre, y a un costado suyo Keiji estaba más cercano a nunca, pero entre ambas manos Bokuto no podía más que quedar al deseo del azabache.

-Está bien si quieres mentir, no tengo porqué saber todo de ti -y soltó su mano, volviendo las propias al café y tomando un sorbo-, sólo siento que en vez de mentir, te ahogas en la verdad. Me gustaría que puedas decirme lo que quieras, cuando quieras.

Las manos de Bokuto estaban frías y después de semejante momento sólo quería trabajar mientras entrelazaba sus dedos a los de Keiji. Había quedado idiota, pero no lo suficientemente idiota como para ser capaz de aceptar que antes, hacía apenas unos meses, era titular reconocido en un equipo de Voley profesional. Su pasado le hacía doler el pecho más de lo que Keiji aceleraba el mismo en una infusión de sentimientos. De momento las únicas infusiones reales eran las que tenía los jueves a la tarde en el hospital central de Tokyo.

A los ojos de la muerte [Bokuaka] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora