- Permíteme decirte que te ves muy hermosa hoy Ludmila. - halago Felipe ayudándola a salir del auto. Habían llegado por separado. Ludmila no quería que el pensará que podía pasar algo está noche, por lo que también ella se iría en su propio auto.
- Muchas gracias Felipe. Tú también estás muy apuesto. - sonrió ¿para qué mentir? Si el chico lucía completamente apuesto así como estaba vestido, ni formal ni muy relajado.
- Bueno pequeña. Entremos. - Ludmila entrelazo su brazo con él y entraron a la fiesta, llevándose la mirada de todos. Pues era impresionante que Ludmila Ferro llegará a una fiesta luego de tanto tiempo. Y más acompañada de un hombre que no es Federico.
- Me siento observada. - musitó a lo que Felipe rió. -
- Pues debes acostumbrarte, vas conmigo. - y otra vez aquel egocentrismo de Felipe, el cual odiaba con el fondo de su ser. Fingió no haber escuchado aquel comentario y sonrió, trataría de disfrutar al máximo.
Federico se encontraba mirando por la ventana como la nieve caía. Aun no se decidía si iría o no en busca de Ludmila. Llevaba al menos una hora allí. Y el baile debía haber empezado hace diez minutos.
- ¿Aun piensas en Ludmila? - dijo su madre. El pegó un saltito y se giro.
- Claro madre. La dejé sola y no volví a llamarla. Aunque han pasado tantos años desde la última vez que la vi, aun la sigo amando. Y tengo miedo de que ella ya no.
- Me la encontré hace un mes. - se acercó a su hijo. - me preguntó por ti. - sonrió. - me preguntó si habías formado una familia. Si había podido triunfar como siempre quisiste. Aún te ama.
- Pero le hice daño.
- Todos nos merecemos una segunda oportunidad...hasta tú. - su madre tenía razón. Pero aun así comprendía a Ludmila. La iría a buscar y si lo rechazaba, seguiría luchando por ella.
- Iré por ella. - Pattie solo sonrió, mirando a su hijo salir de la habitación. Para ir a pedirle una oportunidad, al amor de su vida.
Fede condujo hacía la casa de Ludmila, se sabía ya el camino de memoria por lo que condujo lo más rápido que pudo. Pero con cuidado. El asfalto estaba congelado por lo que era más rápido resbalarse.
Era noche buena. Todas las casas estaban iluminadas y adornadas. Les daba un mágico efecto a las frías calles de Buenos Aires.
Estaciono el viejo auto de su madre y toco la puerta dos veces. Una mujer le abrió, Priscila. La madre de Ludmila. Ella estaba diferente. Se podían notar las arrugas en su cara. Pero la sonrisa era la de siempre.
- ¿Federico? - pregunto extrañada con una sonrisa.
- Si señora Priscila, soy yo. - la abrazó. -
- ¿Vienes por Ludmila?
- Claro ¿se encuentra? - Priscila negó. -
- Ha ido al baile de las estrellas. - masculló. -
- ¿Sola?
- No, con un chico muy apuesto, llamado Felipe, quizás allí la puedas encontrar.
- Muchas gracias señora. - le sonrió y beso la mejilla para poder subir a su auto y conducir al baile.
La idea de Ludmila con Felipe le hacía hervir la sangre. Ese canalla siempre había soñado o había querido tener algo con Ludmila Pero no lo había conseguido y si él no llegaba a tiempo. Esa fantasía se cumpliría.
Enchanted de Taylor Swift sonaba de fondo. Ludmila se sentía incómoda bailando tan apegada a Felipe. No había visto a Violetta por ningún lado y deseaba que la pudiera salvar de esta.
Comenzó a mirar a todos lados y, de repente, pensó haber estado soñando. Estaba allí. Su príncipe estaba allí.
Sus ojos se cristalizaron pensando que era un sueño. Estaba más apuesto que de costumbre. Su cabello más oscuro y con la luz de la luna le daba un perfecto brillo a su hermosa cara.
La canción paró de sonar. Cerró los ojos fuertemente. Parecía un sueño, un lindo sueño. Y temía que fuera solo eso.
- Ha sido un perfecto baile. - sonrió Felipe. -
- Claro, sabes Felipe, tengo algo de sed. ¿Te molestaría traerme un vaso de ponche?
- Claro que no. Ahora vuelvo. - se soltó de él y lo vio marcharse.
Volteo la mirada y lo vio. Aun seguía allí y podía comprobar que no era solo un sueño. Caminó a paso seguro hacía él. Y Federico hacía lo mismo.
Quedaron al medio de la pista de baile. Separados a escasos centímetros. Ludmila talló la cara de Federico conmocionada.
- Ludmila, yo... - Ludmila lo calló con un beso. Un beso que necesitaban ambos. Un beso lleno de amor. Un beso lleno de dulzura. Un beso lleno de perdón, de arrepentimiento, de felicidad, tristeza. Un beso lleno de todo sentimiento guardado esos tres años.
- Ya te he perdonado. Es navidad y mi deseo se ha cumplido. - una nueva canción sonó. Always de Bon Jovi.
Lo beso otra vez con amor. Debajo del muérdago. Sellando su amor, por siempre. Perdonando todo. Creyendo en que el amor existía. Creyendo en su deseo de navidad. El cual, se había cumplido. Había vuelto en navidad. Como le había prometido.
Y las palabras sobraban en aquel momento. A Ludmila no le importaba el motivo por el cual no había llamado. Creía en Federico. Nunca dejo de creer en él. Siempre supo que volvería. Siempre.
F i n
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