Capítulo 2

378 29 14
                                    

Y llegó el sábado, y con ello la mentada fiesta de bienvenida al nuevo vecino, cortesía del alcalde de Elham. Y allí, puntuales como ingleses que eran, estaban Integra y Enrico Maxwell.

Quienes habían llegado antes no disimulaban miradas de envidia y admiración, y es que ambos jóvenes eran atractivos y conformaban uno de los matrimonios más elegantes del pueblo. Integra resopló molesta mientras se acomodaba el vestido amarillo pastel de chifón, que se ajustaba a sus formas y le daba un aspecto más delicado, contrastante con su personalidad de hierro. Esa noche se había puesto los lentes de contacto y se había recogido el cabello en una media cola que dejaba su rostro despejado, mientras su larga cortina de cabello rubio caía cual cascada de oro fundido sobre su espalda. Parecía un ángel, y Enrico sólo sonreía satisfecho. Rápidamente divisaron a un grupo de conocidos y se dispusieron a ir a saludarlos, cuando una mujer pecosa, de largo cabello negro y gafas tomó el brazo de Integra para apartarla de su marido.

— Me alegra verte, querido Enrico, pero tengo que robarme a tu esposa por unos minutos. ¿No te enojas? – le dijo inocentemente.

— Para nada. – respondió el hombre – Nos vemos luego. – y siguió su camino mientras la rubia era arrastrada por la otra mujer hacia un punto más alejado del gentío.

— Integraaaa, ¡¿a qué no sabes?! – empezó Rip van Winkle, una de las dos mujeres en todo Elham que habían logrado ser algo así como "amigas" de la joven Hellsing. La otra era Seras Victoria.

Integra levantó una ceja. Sabía que venía un chisme en camino; la cuestión era que no entendía el por qué alejarse tanto de la algarabía. – ¿Y ahora qué te traes? – le preguntó malhumorada. No se olvidaba que tenía un viaje pospuesto por culpa de esa fiesta.

Rip no le hizo caso a su gesto hostil.

— ¡Se trata del hombre que viene a asentarse aquí! – chilló eufórica – ¡Es gua-pí-si-mo! Lo vi ayer en el Rose & Crown cuando fui a comer allí con Hans, ¡y nos invitó a su mesa! No sabes... tiene un porte de caballero que parece de cuento, es alto, imponente, buen mozo y esa mirada... te juro que me mojé en cuanto me miró. – narraba sonrojada mientras Integra la miraba escandalizada.

— Debe ser beneficioso tener ese efecto en las personas. – se mofó mientras encendía un cigarrillo. Si bien prefería los puros, para su marido aquello era cosa de hombres y viejos, por lo que le había pedido encarecidamente que en los encuentros sociales llevara cigarrillos finos. Frunció el ceño, estaba cansada de aparentar.

— Y no tienes idea de cómo termina de hacer efecto. – replicó Rip con una sonrisa maliciosa – Lo terminamos haciendo en el baño.

A Integra se le cayó el cigarrillo de la boca.

— ¡¿Qué?! – farfulló pasmada – ¡Pero si lo acabas de conocer! – Sabía que Rip era bastante "aventurera", pero no como para meterse con un tipo a minutos de haberlo conocido y fornicar con él en el baño del restaurante a metros de su marido. Sin duda un par de desvergonzados.

— ¡Ay, no seas mojigata, Integra! – se defendió la otra, restándole importancia al asunto – ¡Hasta pareciera que Enrico ya te contagió su complejo de cura! La cuestión es que es un gran amante para el poco rato que compartimos, ¡cómo me voy a divertir a partir de ahora! Sería bueno que te ofrecieras a llevar sus asuntos legales aquí, así podríamos propiciar encuentros en tu despacho. – he ahí el motivo de su charla secreta.

Integra la miró con fastidio. Era la segunda persona que le pedía ofrecer sus servicios profesionales al sujeto desconocido. ¿Acaso le veían cara de intermediaria o qué?

— No voy a ir alcahueteando tus idioteces, Rip. – le soltó – Si alguien llegara a descubrir eso, yo también estaría metida hasta el cuello de problemas. Y ya bastante los tengo.

Salvaje es el vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora