Capítulo 10

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La noticia del embarazo de Integra alegró a todos los habitantes de la casa. Enrico no pudo evitar llorar de la emoción y la alegría, mientras que el padre Anderson y Yumie la colmaron de bendiciones y buenos deseos para el niño que estaba próximo a nacer. Seras y Rip, entusiasmadas con este nuevo giro de acontecimientos que anestesiaban a los Maxwell y cercanos de toda la calamitosa situación de terror en el pueblo, acompañaron a Integra y se mostraron más que solícitas en ayudarla y cuidar de ella. La rubia de lentes se sentía muy mimada, pero el estar embarazada de nueve semanas todavía no era algo por lo que tuviera que sentirse tranquila, además de que, por arte de magia, las náuseas se dispararon, teniéndola casi todo el día con la cabeza metida en el inodoro.

Aprovechando un momento a solas de conversación con su esposo para deleitarse con el momento y hacer promesas de vida, Integra cayó en la cuenta de un pequeño gran detalle que tenía que resolver.

— Aún no puedo creer que por fin seremos padres. – le decía Maxwell – Y la verdad, llegó en buen momento, teniendo en cuenta lo que pasó con tu tío.

— Sí, ni me lo recuerdes. – respondió su esposa. Pese a la buena noticia de su próxima maternidad, no podía dejar de sentir malestar con el vil engaño de su tío. Era una traición imperdonable de su parte. ¿Qué le costaba sincerarse desde un principio y hacerle ver sus intenciones para jugar de manera justa? Estaba sumamente molesta.

Algo que también le seguía escociendo un poco fue la llamada de Laura y George. Suspiró resignada al recordar lo feliz que se escuchaba el hombre desde el otro lado del teléfono; era un tono de voz que denotaba tanta satisfacción, que ella no podía evocar ni un solo momento del pasado en el que lo hubiera escuchado a causa de ella, lo cual la llevaba a tener que aceptar dolorosamente que ya no tenía nada que ofrecerle. Pocas veces, se atrevía a fantasear con que ella lo dejaba todo y él hacía lo propio para quedarse juntos, pero esos deseos estériles eran rápidamente descartados. Ninguno de los dos tenía el carácter volátil de los protagonistas trágicos de novelas como para obrar así; era muy contrastante con sus personalidades metódicas y prudentes. Y se quedaba en eso, en una fantasía tonta.

Le costaría, pero confiaba que con un poco más de tiempo lograría olvidarse de George y lo vería de otra manera, más acorde al amor fraternal que siempre tuvieron que sentir.

Ahora tendría una familia completa y no había lugar para devaneos y quimeras sin sentido. Tenía un esposo atento con el que se llevaba bien, un hijo al que sin duda amaría más que a nadie y también a...

Y como cosa del destino y la casualidad, fue Maxwell quien interrumpió sus pensamientos trayendo lo que ella pensaba a colación.

— El conde Zebul hará una pequeña recepción el viernes por la noche. – le comunicó – Estará casi todo Elham, por lo que podríamos aprovechar para anunciar la llegada de nuestro hijo. – sugirió.

Y la rubia se aterró. Hasta ese momento no había dimensionado la situación con respecto a Alucard, y, sabiendo de su condición de monstruo, no tenía idea de cómo iría a reaccionar. No podía permitir que Enrico anunciara el embarazo a los cuatro vientos en esa fiesta con el riesgo latente de que al vampiro le entrara un ataque de locura y matara a todos... no, tendría que hablar ella con él primero, y, con todo el cuidado y tacto del mundo, poner fin a la relación que tenían.

— No creo que sea buena idea. – replicó – Recuerda que llevo apenas pocas semanas de embarazo y todavía no podemos respirar tranquilos, está bien que por el momento lo sepan sólo los cercanos a nosotros.

Maxwell pareció pensarlo.

— Está bien. – aceptó – Pero en cuanto el embarazo termine de ir bien y te recuperes un poco de los síntomas, podríamos organizar nosotros alguna fiesta aquí y anunciarlo como es debido.

Salvaje es el vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora