Es de común conocimiento que desde que me casé con los dos hombres de mi vida, mi mayor deseo fue traer un pequeño hijo al mundo. Lo deseaba con todo mi corazón y había hecho hasta lo imposible por conseguirlo.
No es que Taehyung y Jungkook no hicieran bien su trabajo. Claro que no. Ellos ponían todo de sí, consintiéndome lo más que podían y mimándome mucho cada vez que hacíamos el amor. Eran maravillosos, comprensivos. Serían los padres perfectos.
Sin embargo, por alguna razón, las cosas parecían destinadas a fracasar.
La única vez que lo conseguimos, que el test de embarazo dio positivo y pensé que sería bendecido, las cosas se complicaron y resultaron muy mal. Terminé con un aborto espontáneo que fue de la mano con una profunda depresión que por poco me destruye.
Nuestro pequeño tenía nueve semanas cuando dejó de desarrollarse en mi interior. No comprendí por qué la vida me castigó de esa forma, luego de que rogué con cada fibra de mi ser a la divina providencia y seguí cada indicación del doctor. Me cuidé en exceso durante esas semanas. Sabía que jugaba con la fragilidad de la vida que más deseaba tener en brazos. Incluso pedí licencia en el trabajo para no esforzarme de más y me instalé de manera permanente en nuestra cama, con mis esposos rondando a mi alrededor, turnándose para atenderme.
Me dolió mucho la noticia del aborto, porque ellos estaban igual o más emocionados que yo. Sus rostros brillaban con amor, con orgullo y anhelo. Por las noches, hablábamos hasta bien entrada la madrugada sobre cómo sería nuestra criaturita, a quién se parecería más. Armamos y deshicimos planes de cuidados. Así éramos nosotros: ansiosos, con muchas ganas de consentir.
Era apresurado y nos advirtieron que no nos hagamos ilusiones, lo sé, pero estábamos contentísimos. El imaginar que era nuestra pequeña creación, fruto de la fusión de nuestro más puro amor que crecía dentro de mí, nos puso a soñar despiertos.
Por esa razón, si para ellos fue un duro golpe la pérdida, para mí fue el triple. Estaba devastado.
Creo que el problema de fondo era que mi cuerpo no colaboraba con mis planes a futuro. Me hice cientos de análisis y pruebas para encontrar la razón de mi supuesta infertilidad. No se encontró nada raro o sospechoso en los resultados, que me mostraban como un adulto joven de veintiocho años en la cúspide de su salud. Incluso los exámenes de mis esposos dieron bien, así que, ¿cuál era la razón? ¿Por qué tres hombres sanos no podían procrear?
Día a día, debía soportar ver cientos de jóvenes con panzas rellenas, dando de mamar a diminutos bebés perfectos en sus brazos o paseando con niños tomados de la mano. Los encontraba por todas partes. Hasta en el trabajo escuchaba a mis compañeros quejarse de sus familias, de aquellos hijos que tenían que cuidar el fin de semana porque les tocaba por el régimen de visitas del divorcio. ¿De verdad esas personas se quejaban por tener que compartir sólo dos días con sus hijos? ¡Maldición! Si fuera yo, prescindiría de dormir con tal de seguir al pendiente de un niño.
Como sea, resultaba abrumador. Llegué al punto de obsesionarme con embarazarme. Muchas veces caí en la ilusión de tener los síntomas gracias a los tratamientos de fertilidad y la terapia hormonal, para descubrir con el paso de los días que eran falsas alarmas. Los nervios hacían mella en mí. El estrés me fue consumiendo. No conseguirlo me hacía sentir tan miserable, inútil y vacío. Siempre estuvo en mis planes el darle a mis esposos otra razón de felicidad. Un bebé completaría nuestro matrimonio. Yo quería ser un padre y la vida no me daba una mano. ¿Qué estaba mal en mí? ¿Por qué había personas en este mundo que despreciaban a sus pequeños cuando yo daría lo que fuera por tener esa oportunidad? Lo consideraba injusto.
Hasta que un día, una llamada de la clínica de fertilidad puso una sonrisa de tamaño XXL en mi rostro.
La última prueba de sangre de rutina dio positiva. ¡Estaba embarazado!
La soñada idea de mi bebé en brazos podía volverse una realidad. No obstante, la situación en mi hogar no pasaba por el mejor momento y me aterraba hasta la médula el dar la noticia. Temía que no fuera recibida como algo positivo. Es que los tres atravesábamos un bache en esos momentos, donde pendía de un hilo nuestra relación.
Como digo, no era el mejor ámbito para informar semejante noticia. No cuando mi matrimonio se caía a pedazos y yo continuaba sosteniendo que era por mi culpa. Ser el esposo perfecto no era suficiente. Nuestra meta de la familia feliz tal vez no se cumpliría.
Sabiendo que tenía a mi tan esperado bebé en mi vientre, ¿podría hacer algo para recuperar a mis esposos? ¿O mi niño nacería como hijo de un padre abandonado?
Esperaba que ese no fuera el caso.
Hola a ti que estás leyendo esto. Quiero que seas bienvenid@ a esta historia.
Me pareció una bonita idea tratar de reflejar lo que suelen pasar las familias que no pueden concebir niños. Traté de informarme lo más que pude para escribir algo desde el corazón.
Incluso está presente la temática del amor entre tres personas, porque durante mucho tiempo le di vueltas a la idea de hacer un trío Vminkook, nada más que no me sentía a gusto con el material escrito. Ahora estoy contenta por haberles dado un rol más maduro y adulto.
Ojalá les agrade este nuevo proyecto y espero que le den mucho cariño como a mis anteriores trabajos. Si tienen testimonios o saben de alguien que haya pasado por la situación de no poder tener niños, me gustaría que me cuenten al respecto. Intentaré hacer los personajes lo más humanamente posibles así que conocer cómo es la perspectiva de las personas que lo viven o lo vivieron me ayudaría mucho a darles vida.
Gracias!
-Neremet-
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A baby for Minnie ║ Kookmin/Vmin
Fanfiction||Quedar embarazado no es el único desafío de Jimin. Los secretos que sus esposos ocultan lo llevarán a una crisis matrimonial que pondrá en juego la familia que desea tener.|| El matrimonio Park-Jeon-Kim buscó durante años la concepción de su prim...