Capitulo 8

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Diablo despertó, por los fuertes rayos del sol que provenían de la ventana de la habitación de Genevieve. El atardecer acontecía en ese momento. La temperatura en la habitación era alta, pues Diablo se encontraba  empapado en sudor.

Genevieve se encontraba a un extremo de la habitación, sentada en una silla, en su escritorio. Tenía su cabeza recostada sobre unos libros de sus clases de enfermería.

—Oye.—Diablo le llamó.—Despierta...—Diablo trató de sentarse en la cama.

Genevieve levantó su cuerpo instantáneamente. Habia dormido por lapsos casi todo el día.

—¿Cómo te sientes?—La chica se dirigió junto a él, sentándose en la cama.

—Necesito salir de aquí, muero de calor...—Diablo se quejó, ante su transpiración.

—Buscaré unas toallas y jabón para que puedas ducharte.—Genevieve fue por unas toallas a su armario.

La chica colocó todo lo necesario en el baño, para ayudar a Diablo. También colocó una silla dentro de la ducha, para que el pudiese sentarse.

Genevieve regresó a la habitación, ayudando a Diablo a levantarse, para encaminarlo al baño. Diablo podía caminar, pero su espalda no aguantaba mucho.

Diblo se sentó en la silla y abrió la llave, dejando que el agua cayera en su rostro.

Genevieve tomo el jabón, disponiéndose a enjabonar su cuerpo.

Diablo permitió que Genevieve continuara con el baño, sintiendo los finos dedos de la chica deslizarse por su cuerpo.

La sutura realizada en la espalda de Diablo debía ser limpiada con cuidado, por lo que Genevieve siempre guardó sus precauciones.

La chica catálogo al individuo frente a ella como un paciente más, solo eso.

Genevieve secó el cuerpo de Diablo.
Diablo trataba de obviar la sensación incómoda que sentía, al tener a alguien que le ayudará a poder realizar una necesidad tan básica y tan íntima.

Genevieve sentó a Diablo sobre su cama.

—Le dije al sujeto que te trajo que viniera mañana por tí.—Habló Genevieve.—

La chica le trajo ropa limpia a Diablo.

—Gracias.—Diablo se limitó a decir.

—No necesito de tu gratitud. Con alejarte, es suficiente.—Le recordó Genevieve.

—Estuve a punto de morir y no tuve más opción que acudir a ti.—Diablo refutó.

—No me importa lo que te pueda pasar por delinquir. No es mi asunto, es el tuyo. Eres el único que puede acatar las consecuencias—Genevieve protestó.

Diablo le miró. Sus palabras eran frías. La joven le despreciaba por sus actos criminales.

—No habrá próxima vez.—Genevieve negó, en un tono áspero.—No quiero volver a saber de ti...—Genevieve suspiró.

Diablo río ante su molestia.

Ofendida ante sus burlas, Genevieve decidió salir de la habitación, pues su padre probablemente estaría por llegar.

...

El señor Kim llegó una hora más tarde. Se sentó con su hija en la mesa de comedor y cenaron, conversando sobre sus anécdotas del día.

Genevieve supo muy bien como aparentar frente a su padre. La idea de que su padre se enterara del lio en el que estaba metida la aterraba.

Cansado ante un día de numerosas ventas, el señor Kim decidió tomar un baño y acostarse a dormir. Genevieve de igual forma se limpió y de una vez decidió traer un poco de la cena servida a Diablo.

Genevieve entró a su habitación, con un poco de sopa vegetariana. Diablo se encontraba sentado en el escritorio de la joven.

—Sabes que no puedes estar dando vueltas  y haciendo movimientos bruscos...—Habló la chica.

—Tengo que estirarme un poco.—Diablo respondió, mientras leía los libros de Genevieve.

—Te traje sopa...—Genevieve entregó el plato a Diablo.

Diablo probó un sorbo rápidamente, pues su hambre era voraz.

—Esta pasable.—Diablo pronunció.

—No todos podemos darnos tus lujos.—Genevieve se defendió.

Diablo cambió el tema de conversación.

—¿Tu padre llegó?—Diablo cuestionó.

—Sí.—Respondió Genevieve.—No hagas ruido. No quiero que sepa que ti estás aquí.—Advirtió la joven.

Genevieve fue por sus mantas, disponiéndose  dormir en el suelo.

—Duerme conmigo.—Diablo habló, como si se tratase de una orden.

—No.—Genevieve respondió.—Necesitas estar cómodo.

—Me importa un carajo.—Diablo protestó.—Solo acuéstate.—Diablo término si sopa, colocando el plato a un lado.

Genevieve se acostó en la cama, volteando al lado contrario. Diablo cerró la puerta de la habitación con llave, apagó la luz y se acostó en la cama, frente a ella.

Genevieve sintió un escalofrío.

Diablo podía sentir perfume de Genevive en su cabello, era muy frutal y agradable; único.

Genevieve se volteó, para saber si el estaba observándola. Efectivamente, Diablo se encontraba contemplandola.

—¿Por qué me dejaste ir del club?—Geneveive cuestionó.

—¿No era eso lo que querias?—Diablo le respondió.

—Solo quería estar segura de que recuperaría la normalidad de mi vida alejándome de tí por completo.—Genevieve se sinceró.—Por alguna razón, le creí a tu silencio.—Genevieve le miró a los ojos.

—Yo jamás omito una deuda.—Diablo respondió.—Creo que tienes un don que no puedo desaprovechar. Es preferible que trabajes para mí de esta forma, a qué cotices tu cuerpo.—Habló Diablo, como si de negocios se estuviese conversando.

—No puedo seguir haciendo esto...—Genevieve se negó.

—Te pagaré más dinero.—Ofreció Diablo.

—No quiero tú dinero.—Refutó la chica en un tono hostil.—Tú ya sabes lo que quiero.—Le recordó Genevieve.

—No puedes alejarte de mi. Eres parte de esto ahora. Escondes al narcotraficante más busado de Detroit en tu casa. Eres tan procesable por ley, como yo.—Diablo respondió.—No eres tan diferente a mi como profesas. Tu desprecio hacia mi persona por ser un criminal es muy constante. Por eso debes tragarte tus palabras, Genevieve. Eres una criminal.—Enfatizó Diablo

Genevieve guardó silencio por un momento. No había opciones factibles para salir del bajo mundo.

Diablo. © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora