Capítulo III | El gran rencuentro entre dos amantes apasionados.

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30 De Febrero Del Año 2020

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30 De Febrero Del Año 2020. Región De Lombardía, Capital De Milán, Italia.

POV
Milo Konstantinov.

Ya empezaba a oscurecer, cuando me adentré un poco más en el parque. Sin miedo, ya que a pesar de las horas, era un sitio de lo más concurrido. Siempre me ha gustado esa hora, en la que todo el mundo regresa a sus casas, yo en cambio aprovechaba para perderme, y andar sin rumbo, moverme un poco, y desentumecer mis músculos, tras una larga jornada de trabajo y de estudios.

Tampoco me apetecía volver a casa, de nuevo a mi rutina, a mi vida siempre igual de plana y aburrida. Me encantaba deambular sin rumbo alguno, y poder estirar mis músculos después de una larga jornada en la universidad y en el salón de belleza, parado ante alguna cara extraña para maquillarla o peinarla, y además de paso retrasaba la llegada a casa.

Como siempre, y a pesar de ir sin rumbo, uno sigue un poco la misma dirección, y empieza a toparse con las mismas caras días tras día, y en mi mente siempre activa, me encantaba formarme historias sobre esas gentes que al igual que yo, deambulaban sin un rumbo demasiado fijo. Creando historias sobre por ejemplo el grupo de mujeres y hombres , cuatro o cinco de mediana edad, que enfundados en ropas y zapatos cómodos, andaban por el parque a ritmo rápido, suponiendo que con ello esperaban un poco hacer ejercicio, pero también imaginé que un poco para escapar también de sus rutinas diarias, al igual que hacia yo cada tarde-noche, por ese parque. Con los días fui conociendo sus rostros e inventándoles a sus parejas, situaciones y vidas que debían surgir paralelas, a esos paseos rápidos en grupito.

Me encantaba fantasear con cualquier cosa, mientras paseaba por ahí y por allá, espiando a la gente mientras caminada, como por ejemplo a ese hombre, que cada noche paseaba impertérrito junto con su mascota, hablándole como si fuera uno más, intuyendo en ello su soledad, e imaginándole en una vida triste y solitaria.

También estaban la parejita de chiquillos, con la que siempre me cruzaba, casi al final del recorrido, saliendo de algún rincón más escondido, del que salían colorados, azorados a veces al verme, pudorosos, al ser cazados tras un más que posible achuchón ente la maleza. Era casi enternecedor, la manera en la que se miraban mientras se alejaban, cogidos de la mano en sentido contrario, y haciéndome sentir aún más mayor de lo que ya era, a mis veintiocho y pico; me sentía como si esa época en la que se sentía todo eso, ya hubiera pasado por mi vida, y lo peor de todo, es que tenía la practica certeza, que no volvería a sentir esa pasión arrolladora, que debían sentir ellos.

Con tristeza seguí mi camino, para encontrarme con el grupo de señores mayores, que discutían siempre de política, conglomerados socialmente, para discutir de cualquier tema, aunque parecían hacerlo casi siempre de política, por lo que llegaba a mis oídos mientras pasaba por su lado, junto con alguna mirada caliente por parte de alguno, que me hacían sonreír mientras seguía mi camino.

El Esposo Del DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora