¿Quieres jugar? Juguemos

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DRACO

Brisa es preciosa. Todo en ella es bonito, y desprende amor. Sus caricias, sus besos, y todo lo que emana de ella es dulce, y me vuelve jodidamente loco. No sabe lo especial que hace sentir a las personas, y lo inocente que resulta ante mis ojos.

No me da vergüenza admitir todo eso de ella porqué no creo que sea malo aceptar lo que uno piensa de otra persona, lo que sí que me da miedo es lo sometido que me tiene, es decir, sé que haría cualquier cosa que me pidiese, y no consigo entender en que momento pasé a estar tan malditamente enchochado de ella.

— Que guapa eres - murmuro enredando mis manos en su pelo rebelde. Ella me sonríe, y al hacerlo siento como si el mundo brillara un poco más.

Vuelve a estar horcajadas encima de mí, y desde ahora es mi posición favorita del mundo, tenerla encima de mí es mi cosa favorita en el mundo. Le acaricio el cuerpo queriendo aprenderme cada rincón de él, queriendo almacenar la sensación de su piel contra mis dedos para siempre.

Suelta un pequeño quejido cuando deslizo mi mano por una de las heridas que aún tiene en su cuerpo.

— ¿Duele mucho? - niega con la cabeza — No quiero hacerte daño, Brisa.

— Y no me lo harás - murmura contra mis labios. La aparto suavemente de mí y ella me mira confusa y dolida.

— No me mires así - dejo en beso en su nariz — Créeme que me encantaría tenerte sudando y gimiendo mi nombre ahora mismo - su rostro se pone rojo al escuchar mis palabras — Pero con solo acariciarte te duele...

Rendida y frustrada, pero no más que yo, se deja caer otra vez a mi lado, y mira al techo.

— ¿En qué piensas?

— No puedo dejar de darle vueltas a lo que ha dicho Ty - se acomoda y me mira — Sé que parece que estoy esperando a que vengan a por mí, pero no quiero morir, soy demasiado joven para eso, y he estado demasiadas veces cerca de la muerte - suspira, el estrés de estos días empieza a hacerse visible en sus ojeras — ¿Pero que se supone que debo hacer? No tengo tanto dinero.

No nos hemos dado cuenta, pero han pasado ya varios días des de que esos malnacidos aparecieron en el apartamento de Brisa, la cuenta atrás ha empezado.

— Brisa, quiero que dejes de preocuparte por eso ¿vale? Yo voy a darles todo el dinero que piden - ella me mira como si me hubiesen salido tres cabezas. Se incorpora y se queda sentada en la cama.

— ¿Qué dices? -  niega con la cabeza — No vas a hacer eso, Draco - inquieta se levanta de la cama — ¿Tienes tanto dinero? ¿Y cómo voy a devolvértelo? No quiero que lo hagas, nunca te lo he pedido, no lo hagas.

Me levanto de la cama y agarrándola de las manos la obligo a quedarse quieta — Eh, - murmuro. Sus ojos son incapaces de quedarse quietos y recorren la habitación sin punto fijo — Mírame - finalmente dirige toda su atención a mí — No tienes que devolverme nada, y lo hago porqué quiero, sé que tú nunca me lo has pedido, pero quiero hacerlo.

Me mira poco convencida pero suelta un suspiro y deja caer su cabeza en mi pecho — Tendré que tatuarme otro ángel entonces - murmura bromeando.

No hay dos ángeles, sólo yo, cariño.

Más calmada consigo meterla en la cama, nos tapo a los dos con las sábanas y ella me agarra como un koala. Con los ojos entrecerrados, y ya medio dormida, me mira.

— Eres mi suerte - murmura con voz pegajosa, suelta un bostezo y deja caer la cabeza en mi pecho, a los pocos minutos siento su pesada respiración y como cada músculo de su cuerpo se relaja.

Cicatrices con tintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora