¿Qué será de mí?

585 26 0
                                    

BRISA

Las lágrimas inundan mi cara, la vista se me nubla y no consigo detener el temblor que se ha instalado en mi cuerpo. 

No puede ser verdad. Quiero creer que hay una razón, un mal entendido, una trampa, pero la realidad es que ahora todo tiene sentido, todo encaja, y darme cuenta de ello, poder darle sentido a esas lagunas de esta forma me destroza. Necesito que sea mentira. Porqué si no lo es, ¿Qué será de mí? No podré recuperarme de algo así. 

— No paras de preguntarte como es posible, ¿Verdad? —  Su mirada denota comprensión y tristeza, pero se recupera rápido. — Lo tenías delante de las narices y no fuiste capaz de verlo, eso tiene que joder. — Se encoge de hombros indiferente. — Me das pena, de verdad que sí, mi plan no te involucraba de esta forma, solo necesitaba rendir cuentas por las deudas de tus padres, pero este engaño tan descarado por parte de Draco no tiene nada que ver conmigo. — La miro, aunque parezca una locura me la creo, Ate puede no estar bien del todo, está siendo vengativa y arrasando por el camino a gente que no tiene nada que ver, pero no ha mentido en ningún momento, no es maldad lo que hay en ella, es dolor, un dolor y abandono tan grande que no sabe cómo manejar. 

— ¿Qué pretendes hacer conmigo? — Murmuro con la voz rota. No me quedan fuerzas para nada. 

— Nada. Sólo quédate quieta, y escucha. Sólo espera. — Coloca un esparadrapo en mi boca, y vuelve a colocar el saco negro en mi cabeza, quedando a oscuras una vez más. Después la siento alejarse y el silencio es lo único que consigo percibir. 


Un par de horas más tarde, o tal vez unos minutos más tarde, no sabría decir con exactitud cuánto tiempo paso así, quieta, temblando y esperando no sé el qué, oigo unos pasos, voces y alguien entrando en la sala. 

— Ahora, necesito que te estés muy quieta, y muy callada. — Me ordena Ate. Asiento sin poder hacer mucho más. — Bien. — Murmura más para sí misma que para mí. — ¡Hazlo pasar! — Exclama. 

Seguidamente alguien más entra en la sala, sus pasos pesados resuenan en la vacía habitación, y su respiración acelerada consigue inquietarme. 

— Aquí me tienes. — La respiración se me atasca y se me seca la garganta. Draco. Me remuevo inquieta en la silla. — ¿A quién tienes ahí? — No puedo verlo pero me imagino su entrecejo fruncido en mi dirección. 

Soy yo, Draco. 

— Siéntate. — Le pide Ate a Draco, ignorando su pregunta. Draco parece dudar, ya que no se mueve del sitio, pero finalmente cede. — Tengo un trato para ti, y creo que puede interesarte. 

— Te escucho. — Contesta él. 

— Te dejaré en paz,  no te pediré ni un sólo encargo, y no volverás a saber nada más de mí, — Hace una pausa y la oigo sacar algo y dejarlo encima de la mesa, desconozco por completo lo que es y me da miedo descubrirlo. — si haces una única cosa ahora mismo. — Ate se levanta y anda hasta mí, se coloca de tal forma que la tengo detrás de mí. — Dispara. 

¿Qué? ¿No será capaz...? 

— ¿Por qué tendría que hacerlo? ¿Quién es? — Pregunta Draco, por su voz consigo averiguar que está de pie delante de mí. 

— Eso es irrelevante, cuánto menos sepas mejor. — Replica ella. — Sólo aprieta el gatillo y serás libre. 

DRACO  

He matado antes, sí. No es algo que no pueda soportar, algo con lo que no pueda vivir. Es sencillo, apretar el gatillo e irme. Nada más. Sólo hazlo. 

Cicatrices con tintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora