[12] Rin

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Quien único necesito que crea en mí, eres tú.

Aviso: Esto no es una continuación de los sucesos del capítulo anterior; nos fuimos un poco más atrás para narrar desde el punto de vista de Rin

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Aviso: Esto no es una continuación de los sucesos del capítulo anterior; nos fuimos un poco más atrás para narrar desde el punto de vista de Rin. Ahora sí, procedan, bebés. <3

XII. Ruptura.

El teléfono marcaba las seis de la tarde cuando un mensaje de Gumi llegaba, por novena ocasión, al mismo aparato.

Mi intención inicial de ignorarle se vio derribada cuando comencé a apreciar la angustia en sus palabras, su preocupación considerablemente genuina y sus disculpas un tanto sinceras. Solté un suspiro, saliéndome de mi enfoque en mi cuaderno de pre-cálculo, y procedí a entrar al chat de la delegada. Antes de poder responderle, una llamada se interceptó en la pantalla; se trataba de la misma peliverde.

—¿Qué quieres? —interpelé con tono cansado. A través del móvil se dejó escuchar un quejido apenado y torpe.

—Yo... ¿Podemos encontrarnos un momento? —indagó con, lo que parecía, un rastro de timidez. Rasqué mi cabello en una búsqueda de liberar mi fastidio y pesadez.

—¿Dónde?

—En mi... ¿casa? —Su voz insegura hizo aparición una vez más; desde hacía unos días que el trato de Gumi hacia mí se había vuelto así, con el lamento y la pena transmitidos en cualquiera de sus rasgos, incluso sus escrituras.

—Te veré en quince —propuse y, sin chance para una decente despedida o respuesta, corté la llamada.

Había cierto coraje en mí aún a sabiendas de que la raíz de mis problemas no era Gumi en absoluto. En todo caso, estaba consciente de que esta solo ha intentado, a su manera, integrarme a una vida escolar más normal. La peliverde, como digna delegada que era, sabía intuir y observar muy bien; también maniobrar, aunque sus compañeros a veces (en situaciones como esta) le traicionaban.

Ella estaba al tanto de mi pasado y parecía querer interceder en mi presente. Aunque su carácter y acciones no siempre fueran las más sinceras, siempre lograba transmitir exitosamente aquello que desease. Y aunque esta vez no fue la excepción, el resultado fue el menos esperado para ambas.

Durante el fin de semana anterior Gumi había fijado un encuentro entre sus compañeros, ella y yo, en una biblioteca con el único propósito de un mejor estudio en equipo. Estando finalizando la primavera y asomándose el verano, los exámenes finales se acercaban y, por tal razón, Gumi propuso la idea. Y es que, tras aquella tarde de tutorías donde había terminado yo ofreciéndole asistencia a la peliverde, acertado en aquel ejercicio que ella había fallado cuando era yo quien se había encontrado ausente, asumió que tenerme en un estudio grupal como líder era la mejor opción.

Solo que las asunciones de Gumi, por primera vez, erraron.

Fueron largos los minutos donde ambas, la delegada y yo, asesorábamos a aquellos estudiantes que fracasaban bajo los mismos errores por repetidas ocasiones. Si bien nunca había tenido la motivación a tope con dicha tutoría, ver la insistencia y dedicación de Gumi me forzaron a no retractarme. Mas cuando cada uno de ellos había logrado comprender lo que en un principio parecía incomprensible, aprender todo lo desconocido y reconocer sus fallas antes de cometerlas, nuevos rumores comenzaron a circular en el instituto.

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