El helado saltarín

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Iba corriendo como una loca. Pese a mi ya madura edad no paraba de correr , mis pies no me lo permitían ni mi olfato tampoco.

-¡Lo vamos a perder!-dijo Annalise mi mejor amiga.

-Tranquila, te hice una promesa y la vamos a cumplir-dije yo de forma eufórica.

Al fin tras acelerar como auténticas atletas , conseguimos alcanzar el carrito de helados del señor Jussieu que con gran amabilidad nos entregó un par de cucuruchos llenos de los helados más deliciosos de todo Luxemburgo.

La verdad, es que el señor Jussieu siempre había sido un señor meramente amable y considerado, tanto como con los mayores como con los niños. Pero últimamente debía de marcharse Antes de distintos lugares, ya que le insultaban y tiraban cosas.

En ese mismo instante unos hombres fortachones le gritaron algo en alemán al pobre heladero que hicieron que Annalise y yo nos quedásemos de piedra.

- Señor Jussieu, si no le molesta, ¿Por qué le han llamado basura judía señor ?, ¿han tenido discusiones entre ustedes?- preguntó Annalise de forma picarona.

Por primera vez vi a Didier Jusseau poner un semblante lleno de melancolía y agobio. Acto seguido sin contestar se marchó por la calle donde hacía unos minutos lo habíamos alcanzado para comprar uno de sus helados.

Extrañadas, nos dispusimos a disfrutar de nuestros postres helados mientras paseábamos por la plaza de nuestro precioso pueblecito celebrando el 17 cumpleaños de mi amiga.

Encontramos un banco rodeado de flores que olían a miel y frambuesas y decidimos mover nuestra charla a ese acogedor sitio.

A continuación ocurrió un hecho de los más vergonzosos que he experimentado en mi vida y de los que Annalise siempre citaba.

Estaba a punto de entregarle mi regalo a Annalise.A ella le encantaba pintar y decidí comprarle en mi viaje por el Mediterráneo un bote de pinturas acrílicas de caracolas.

Estaba muy emocionada por que lo viera , a mis hermanas les hubiera encantado tener unas pinturas como aquellas ,pero de repente...

- ¿Elisabeth?- dijo una voz demasiado conocida para mi.

- ¡Dios mío!- grite por la sorpresa al ver que del susto mi helado había saltado como un muelle sobre la cabeza y vestimenta de esa persona.

Sr & Sra BirkenauDonde viven las historias. Descúbrelo ahora