La tormentosa noche

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Esa voz...esa chirriante voz...sabía exactamente de quién era.

-¡Ivette porque no te metes en tus asuntos niña del demonio!-dije entorpecida por mis muletas.

En ese momento aparecieron mi madre y mi padre junto a Babette y Keren con cara de pocos amigos.

Ivette era mi hermana menor la cual presentaba un pelo completamente liso de color azabache y unos ojos grises achinados y plagados de pestañas. Tenía los labios gruesos y carnosos de color cereza y era bajita y muy regordita.

Babette era mi melliza, yo nací dos minutos antes, así que me gusta pensar que tengo autoridad contra ella. Apartando la condición de mellizas, Babette y yo éramos completamente diferentes.
Mientras yo tenía la tez rosada moteada por unos cuantos lunares y el pelo marrón chocolate rizado , ella padecía una muy leve condición de albinismo, así que sus ojos tenían un toque púrpura y su cabellera y piel eran blancas como la mismísima nieve.
En cuanto al físico, ella presentaba un aspecto esquelético y una altura media, mientras que yo por el contrario medía mucho más que algunos jóvenes de la escuela y presentaba más grasa corporal.

Keren, que os podría decir de ella ... en pocas palabras una persona completamente ajena la hubiera descrito como la doble de mi madre, Vivianne Saint Laurent.
Las dos eran de caderas marcadas aunque de complexión delgada y largas piernas.
Por sus cabelleras corría el color del oro y tenían labios finos pero elegantes y coquetos.

Mi padre,por último era un hombre sencillo pero de gran importancia.
Su pelo se organizaba en una melena negra como el carbón y su complexión era fornida y a veces intimidante , aunque contrarrestaba por completo con la delicadeza de sus espesos labios infestados por blancos y perfectos dientes.

Con lo de importante me refiero a que mi familia desde hacía generaciones se había dedicado a la distribución de productos como comestibles o productos del hogar y mucha gente los tenía en alta estima. Por ese motivo me gritaron como descosidos al verme entrar magullada y con marcas de expresiones de amor por todos mis labios.

-¡Elisabeth Saint Laurent!, no me digas que has besado al joven Pierre Le Brun, ¡no consiento que me lo digas!-dijo mi madre con énfasis.
-Madre... yo no pretendía-dije yo con mi dignidad arrebatada.
-¡Sabes perfectamente que no debemos de codearnos con gente de la situación económica de los Le Brun ! , podría bajarnos la aceptación social de forma instantánea , y la necesitamos ,mucho más en la situación que...

Mi madre miró al suelo acompañada por mi padre ,dejándonos a todas boquiabiertas...parecía que hubiera visto un fantasma.

-¡Y fíjate como te has puesto!, ¡muletas!,dios Elisabeth, yo te crié para que fueses una dama, no un puto animal.

-¡Ya basta Vivianne!-bramó mi padre.
-Todas,a vuestro cuarto y tú Keren, ocúpate de tu hermana, que parece que haya venido de la guerra.

Entre lágrimas subí por las escaleras acompañada de mis hermanas que presentaban una cara de melancolía por verme así.

En ese instante comencé a darle vueltas a todo...¿Había ido demasiado rápido con Pierre?.
Él siempre había sido un chico con el que yo había tenido cierta confianza y por el que suspiraba constantemente, pero, éramos niños, que yo supiera no había tenido más romances a parte del mío. ¿Me habría precipitado al besarle en tan poco tiempo?,¿Habría estropeado una posible preciosa relación amorosa?

Me comencé a sentir fatal.El estómago me daba vueltas y las ganas de vomitar se juntaban con el agobio que sentía al pensar también en los sucesos que habían ocurrido últimamente.La gente desaparecía sin más, todos conocidos míos... ¿y si al final desaparecemos todos?

Terminé de subir las malditas escaleras como pude. El sudor frío de mi frente se precipitaba casi al compás de los gritos mutuos por parte de mis padres que escuchaba desde la parte de arriba de la casa.

Keren y Babette me depositaron en mi cama mientas Ivette apareció con un paño húmedo y unos rooibos entre sus manos regordetas.

El mundo me daba vueltas y sentía que el desmayo se apresuraba incesantemente, así que decidí optar por preguntar la cosa más absurda que cualquier persona podría expresar:

-Chicas,¿os quedáis hasta que me duerma?

Sr & Sra BirkenauDonde viven las historias. Descúbrelo ahora