Sigue el camino de flores

10 1 0
                                    




No sabia lo que pasaba, ni lo que rondaba por las mentes de mis familiares...¿Qué tipo de aberración estaban haciendo?. Mi madre había pasado toda la noche en vela cosiendo las estrellas en nuestra ropa (o al menos eso indicaban sus profundas ojeras).

Esas estrellas que debían ser un signo cultural y de adoración y que se habían convertido en poco segundos en pegatinas clasificatorias. ¿Pero porqué debían clasificarnos exactamente?


-Madre, ¿pero qué has hecho?-dije aturdida por la rabia.

-Elisabeth, por favor ,cierra el pico por una vez en tu vida y ponte el abrigo-respondió con cierta angustia en sus palabras.

-Vamos, haz caso a madre Ellie-dijo Keren, aún afectada por la imagen de su chaqueta nueva magullada.


Hice caso, no quería que mi madre se alterase y menos con lo que había pasado la anterior noche...estaba todo demasiado reciente como para montar otro revuelo.

Ivette le dio un besito en la mejilla a Babette que secó sus lágrimas e hizo que achuchara su cuerpo regordito y suave. Ser la más sensible en la familia sería complicado, sobre todo en un futuro bastante incierto por aquellos tiempos.

Salimos todas de casa abrigadas por nuestras chaquetas correspondientes diciendo adiós a nuestra madre , que como todos los días, se quedaría en casa recogiendo y más tarde iría con sus amigas a tomar un caliente y relajante té con pastas.

El echo de observar a mi madre desgreñada diciéndonos adiós con melancolía y con cierto miedo en sus ojos me extrañó y me dio en que pensar. Estuve un rato dándole vueltas , pero en cuanto mi estómago hambriento olió la esencia de chocolate que salía de la panadería del señor Oskar Müller mi estómago comenzó a perseguir la única idea de clavarle el diente a uno de sus bollos rellenos de crema.

Conseguí alcanzar a mi padre tras mucho esfuerzo , ya que se encontraba mucho más lejos del lugar donde nos encontrábamos mis hermanas y yo hablando y aunque fuera cogiendo práctica con mis muletas, todavía no andaba con soltura.


-Padre, como bien sabe no he podido desayunar en casa y mi apetito ha despertado de forma instantánea al oler las delicias que prepara el señor Müller en su panadería, ¿y el suyo no?-pregunté insinuante y cansada por la breve carrera.


Mis hermanas reían con lástima al ver el pobre intento de mendigar un poco de dinero a mi padre con el único propósito de comprarme el desayuno que estaba ejecutando en ese mismo momento.


-La verdad es que sí Elisabeth, esos aromas nos despiertan el apetito a cualquier persona con sistema digestivo-respondió haciéndome soltar una risita involuntariamente.

-¿Qué os parece si compramos unos cuantos bollos para compartirlo entre mis chicas?

-¡Sí!-gritamos en coro mis hermanas y yo.


Mi padre, con las monedas ya en la mano, se dispuso a comprar los deliciosos dulces, hasta que un cartel le dejó blanco como el marfil. El cartel decía de forma clara y concisa que las personas seguidoras de la doctrina judía no podrían acceder al local, si se incumplía esta norma, se les llevaría junto a las autoridades. 


-Padre, ¿porqué pone eso?,¿ya no nos quiere el señor Müller?-dijo Ivette con el labio tembloroso e impactada por la situación.

Sr & Sra BirkenauDonde viven las historias. Descúbrelo ahora