Prólogo

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– Te amo –pronunció lentamente Augusto sobre el cuello de Clara.

"Nadie merece ser amado" pensó Clara en ese momento, "Nadie es lo suficientemente bueno como para merecer aquel amor que otra persona te puede brindar".

Ella se quedó quieta ante la confesión de él. Los labios de Augusto rozaban apenas la piel de Clara, pero ella se tensaba ante aquel precioso tacto.

Al ver que Clara no respondía, Augusto se separó un poco y la miró fijamente a los ojos.

– ¿Piensas en lo que acabo de decirte? –cuestionó él aún mirandola fijamente.

– Realmente me gustaría poder decirte que yo también –dijo Clara algo insegura.

– ¿Pero? –preguntó él impaciente.

– A veces pienso que nadie merece ser amado, es algo demasiado fuerte que una persona le brinda a otra. Pero en realidad nadie lo merece, porque para poder merecer ese sentimiento hay que ser bueno, realmente bueno, y nadie lo es.

– Puede que nadie lo sea, pero para mí, tu no eres nadie y creo que a pesar de lo que vives eres demasiado buena –hizo una leve pausa –Y por eso yo te amo, Clara Brisett.

Ella pensó por unos segundos lo que acababa de suceder; alguien por primera vez le había confesado su amor. Pero este alguien no era cualquier persona, era Augusto De Ría, el chico que había quedado de curso un año por la pérdida de su madre y que aun seguía adelante, era valiente.

Augusto la miró por unos milisegundos y Clara se rió por lo bajo.

El lado buenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora