– ¿Qué dice ahí? –preguntó Augusto por primera vez después de cuatro días sentados juntos.
– ¿Dónde? –dijo Clara mirando hacia la pizarra.
La pizarra estaba justo al frente de ellos, solo que unos dos bancos de adelante tapaban algunas palabras. La letra de la profesora de literatura no era la mejor, se entendía, pero no del todo. Además, el pizarrón era de plástico y el felpón con el que la profesora escribía siempre se corría un poco.
– Ahí –dijo él señalando con el dedo a la pizarra–Después de “cuando él”.
Ella observó bien el pizarrón y dudo un poco pero luego se aseguró de lo que decía allí.
– Dice “desapareció”.
– Gracias –respondió Augusto sin mirarla.
– De nada.
Clara se quedó observándolo detenidamente mientras él la ignoraba. Tenía la piel clara, el cabello castaño despeinado y los ojos verdes. Llevaba puesto una remera holgada color gris y unos jeans sueltos, y en sus pies unas simples zapatillas negras. Era más alto que ella, le llevaba una cabeza aproximadamente.
Augusto se dio cuenta de que lo estaban observando, miró de reojo cómo su compañera de banco lo miraba. Por lo que pudo ver notó que Clara tenía el cabello color chocolate atado en una colita alta, los ojos grandes color avellana y los cachetes un tanto colorados. Vio que llevaba puesto un vestido suelto con flores de muchos colores y unas sandalias marrones.
Ella seguía mirándolo pero él la ignoró hasta el final de aquella clase.
Y fueron las únicas palabras que cruzaron durante sus primeras dos semanas. Llegaban a clase y no se saludaban, y tampoco lo hacían cuando se retiraban de la escuela. De vez en cuando uno miraba al otro, y cruzaban sus miradas un par de veces, pero ninguno abría su boca para emitir palabra alguna.
Ella creía que en él había algo diferente de los demás, era misterioso. Él pensaba que ella era rara, pero no entendía por qué era así, era diferente, no rara, se corrigió.
Clara le recordaba a él cómo era antes de que su madre muriera. Aplicada, estudiosa, diferente.
***
– ¿Por qué repetiste este año? –dijo Clara en medio de la clase de física, un par de semanas después.
– ¿Acaso eso te importa? –dijo Augusto con mala gana y sin mirarla.
– Sólo preguntaba –dijo ella ofendida mirando hacia el piso debajo de su mesa.
Sólo quería ser amable, realmente no le importaba por qué había repetido el año, solo que no soportaba el hecho de sentarse con un extraño. Llevaban ya casi un mes juntos y sólo una vez habían cruzado palabras, ni siquiera se miraban.
Los días pasaron y ellos seguían sin hablarse.
Ella ya se había dado por vencida, no le volvería a hablar.
***
– ¿Sigues queriendo saber por qué repetí el año? –dijo él un día de la nada.
– ¿Qué? –dijo ella.
– El día en que me preguntaste eso.
Ella ya se había olvidado de aquel día, hasta que él le recordó.
– Nunca quise saber, sólo quería ser amigable –dijo Clara casi en un susurro.
– A principios del año pasado, a mi madre le entró una infección en un lastimado –comenzó a hablar, por primera vez mirándola a los ojos –, y la infección fue tan fuerte que murió.
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El lado bueno
RomanceYa nada podía mejorar su mundo, creía que todo había caído, hasta que llegó él. Parecía el chico perfecto, el que arreglaría su mundo, pero lo terminó empeorando. Él creía que su vida con ella lo ayudaría a olvidar su pasado, que ese amor sería para...