II

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El doctor West tenía ganas de usar la fuerza bruta. Sabía que no era correcto, pero estaba comenzando a desesperarse. Aunque el tiempo con el paciente había sido relativamente corto, no lograba encontrar algo que pudiera servir.
"Dale tiempo." La señora West estaba preparando té en la cocina. Su sonrisa era reconfortante para West, pero aun así no lograba quitarle todas las angustias.
"No tengo tiempo, Margaret. Me dieron un límite, ¿Recuerdas?"
"Sí, pero si intentas acelerar el proceso los resultados pueden ser negativos."
Tenía razón. No era simple entrar a la mente de alguien. Mucho menos si era alguien tan complicado como Will. Debía ser paciente y llevar el proceso con calma si no quería forzar los resultados.
"Estás en lo correcto," dijo West por fin. "Es sólo que... es complicado."
"Nadie dijo que sería fácil."
"Cierto, pero nunca había tenido a un paciente tan..."
"¿Complicado?"
West le sonrió a su esposa y tomó el té cuando se lo ofreció.
"Le encanta la mitología, al parecer."
"¿Cómo dices?"
"A Will, mi paciente. Le encanta la mitología." Tomó de su té y siguió hablando. "Pero al parecer sólo la griega y romana."
"¿Películas? ¿Libros famosos?"
"Mitología en general. Menciona cosas que no he visto antes en películas. Monstruos ficticios que tuve que buscar en internet para saber lo que eran."
"¿Friki?"
West suspiró. "Ojalá sea así, pero tengo la sensación de que lo aprendió de alguna otra manera..."
"Probablemente sólo son historias que ha escuchado. Tal vez alguno de sus familiares es un aficionado de la mitología."
"Sí," concordó West. "Probablemente."
Pero, aún con la cálida sonrisa que su amada le estaba dedicando, West sentía que algo no encajaba en el rompecabezas.

"Dime, William-"
"Will."
"Eh, ¿Disculpa?"
"Me llamo Will."
"Oh, correcto. Mis disculpas, Will."
El chico se quedó callado. Solía hacer eso muy seguido. Sólo hablaba si era completamente necesario. O para corregir a West, a todo caso.
"Bien. Dime, Will, ¿Cómo se llamaban esas criaturas que mencionaste ayer? ¿Perros infernales? O..."
"Perros del infierno."
"¡Esos! ¿Cómo dijiste que eran?"
"Grandes," respondió Will.
"¿Grandes?"
"Muy grandes."
"Interesante. Cuéntame más."
"Les gusta destruir cosas."
"¿Son traviesos, eh?"
Will asintió sin mostrar más interés.
"¿Has visto alguno últimamente?"
El chico se quedó observando el suelo por unos segundos sin hablar. Luego negó con la cabeza y levantó la vista.
"Trabajan para el pad-" Will se detuvo a media frase y abrió los ojos como platos. "Trabajan para Hades. El rey del inframundo."
El chico se abrazó a sí mismo y agachó la cabeza de nuevo.
"¿Tienes frío?" le preguntó West, y el chico asintió a pesar de que era pleno verano y el día era muy caluroso. "¿Quieres un abrigo?" West se levantó y comenzó a caminar cuando el chico respondió.
"Quiero volver a casa."
West se detuvo en su lugar y observó a Will por unos segundos, esperando que dijera más. Sin duda era algo importante de lo cual debía tomar nota. Si podía descubrir de dónde venía el chico y el por qué no aparecía su nombre en el sistema de escuelas de Estados Unidos, sería mucho más fácil descubrir lo que pasaba con aquél chico.
"¿Quieres volver a tu casa?" West se sentó de nuevo en su asiento.
Will, aún abrazándose, asintió y unas lágrimas comenzaron a bajar por su rostro.
"Yo sólo quería volver. Sólo quería que fuéramos una familia de nuevo. Como los viejos tiempos."
Los sollozos del chico le rompían el corazón a West. Por alguna razón, la habitación parecía mucho menos cálida de lo que había estado un par de minutos antes.
West se fijó por la ventana del edificio y pudo ver que el sol se había cubierto. Probablemente nubes.
"Dime, Will. ¿Dónde está tu casa? Tal vez te pueda ayudar si me dices-"
"¡¡¡NOOOO!!!" Will cubrió sus oídos con sus manos y encorvó la espalda. Comenzó a temblar y a gritar repetidas veces. "¡NO! ¡NO! ¡NO!"
"¡Will, tranquilo!"
"¡Yo sólo quería verlo!"
"¡Will, tranquilo!"
"¡Sabía que era él!"
"¡Tranquilízate!"
"¡NICO!"

"¡Ya voy!" Nico se acercó corriendo a él. Jadeaba un poco mientras intentaba recuperar el aliento.
"Te tardas mucho, Calaverita."
"No es... mi culpa... que me trajeras corriendo."
"Te dije que necesitas hacer ejercicio."
"¡Y yo te dije que necesitas avisar con tiempo antes de intentar arrastrarme hasta acá..." fue entonces cuando Nico se percató de dónde estaban. "¿Por qué me trajiste al bosque a las once de la noche?"
"No es un simple bosque."
"¿Qué quieres decir?"
"¿En qué parte del bosque estamos?"
Nico observó a su alrededor intentando encontrar algo diferente al resto del bosque.
Había árboles por doquier. El viento soplaba lentamente moviendo las hojas de un lado a otro. Sin embargo, sobre ellos el cielo estrellado brillaba con intensidad. Cada pequeño puntito de luz hacía que los demás resplandecieran más.
"Esto es un claro," dijo Nico por fin.
"Correcto. Y no te traje aquí a las once de la noche en un día cualquiera. Te traje aquí a las once de la noche en el día de noche buena."
De pronto una sonrisa brotó en su rostro y tomó la mano de Will.
"¿Qué tienes planeado, Solecito?"
Will levantó la cabeza y su sonrisa se amplió.
"Mira. La sorpresa llegó."
Nico levantó la mirada y su mandíbula cayó más fuerte que nunca.
En el cielo, una gran cantidad de colores rondaban uno tras otro, formando una corriente de colores en medio de un mar de estrellas.
"¿C-cómo es que hay una aurora aquí?"
"Tú solo disfrútala," respondió Will. "Es sólo para ti." Le había costado lo suyo, pero con ayuda de un hijo de Hecate había podido hacer lo imposible posible solo para la persona que amaba.
"Es... hermosa," susurró Nico mientras deleitaba sus ojos con la gama de colores.
"Igual que tú."
Desde los árboles cercanos comenzaron a brotar pequeñas plantas extrañas. Al principio, Nico no se fijó mucho en ellas. Pero en cuanto crecieron más, le fue imposible ignorar los muérdagos colgando de las ramas.
Bajo la luz de la luna, Will no estaba seguro si Nico se había sonrojado, o la aurora estaba reflejando el color rojo en sus mejillas. Igualmente, el rojo sólo lo hacía verse más apuesto de lo que ya era.
"¡Mira, qué casualidad! ¡Muérdagos! Me pregunto quién los puso ahí-"
"Cállate y bésame de una vez, Solace."
Nico tomó a Will de la remera y lo atrajo a él para plantarle lo que sería uno de los mejores besos de su vida.
"Feliz navidad, Calaverita."
"Feliz navidad, Solecito."

"¡Will! ¡Levántate!"
El chico había caído al suelo y había estado murmurando cosas sobre muérdagos y auroras en posición fetal. West ya no sabía qué hacer para tranquilizarlo, así que tuvo que llamar a seguridad.
Los dos oficiales entraron por la puerta y tomaron al chico por los brazos para llevarlo a rastras hacia afuera.
El chico, sin embargo, no dejaba de repetir la misma frase una y otra vez:
"Feliz navidad, Nico. Feliz navidad."

***

N/A: lo siento por hacerlos esperar, problemas técnicos...
Felices fiestas, etc:)

Solangelo - Amo mi PesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora