III

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West comenzaba a preocuparse. Su paciente sólo iba de mal en peor. Sólo había pasado un día desde aquél arrebato en su oficina, pero West ya había comenzado a preguntarse si en realidad estaba volviéndose loco o sólo tenía arrebatos cuando le recordaban algo doloroso del pasado.

Aquél chico en realidad tenía una de las mentes más complicadas que West había conocido. Había momentos en los que hablar del tema no era un problema, pero había otros en los que la simple mención de lo ocurrido lo volvía loco.

Los oficiales le dijeron a West que comenzaba a presentar problemas en su habitación. Mencionaron algo sobre dibujos en las paredes y dejar de comer. Invitaron a West a dicha habitación para que él mismo pudiera ver las cosas que Will había hecho. Tal vez, pensaron ellos, esa sería una buena manera de descubrir lo que pasaba por su mente.

“Hola Will.” El doctor entró a la habitación y dedicó los primeros segundos a examinar al chico. Will se encontraba sentado en su cama mirando una pared con gran interés. Parecía estar fascinado con los dibujos en ella, y no parecía importarle el estado en el que estaba.

“¿Qué es eso que tienes ahí?” preguntó West observando las manchas amarillentas en la remera del chico.

“Es sopa,” dijo uno de los oficiales. “El chico no quiso comer y se reveló un poco.”

“¿Por qué no han traído más ropa?” preguntó West viendo a los oficiales a la cara. “¿Creen que porque está aquí no tiene el derecho a estar limpio?”

Los oficiales se miraron entre sí y asintieron. “Iremos por algo para él,” dijo uno y ambos salieron de la habitación.

West devolvió la mirada a Will y se acercó a él. El chico seguía demasiado ocupado viendo las marcas que él mismo había hecho en la pared como para prestarle atención.

“¿Puedo sentarme?” le preguntó West. Will sólo asintió sin mostrar alguna expresión.

“Gracias. ¿Tú las hiciste?” Por primera vez, West comenzó a revisar los dibujos. Estaban claramente hechos con crayones de cera. Los dibujos mostraban diferentes estructuras, lugares y personas de diferentes colores cada uno.

Uno de los dibujos mostraba a dos personas, una negra, otra amarilla, tomadas de la mano frente a una gran mancha azul. ¿Un lago? Probablemente.

Otra mostraba un gran animal de color negro y a un chico azul sobre él.

Una más mostraba a cinco personas de diferentes colores con lo que parecían armas en sus manos. Una amarilla, una morada, una negra, una roja, y por último, la persona más grande era color azul. La diferencia entre la quinta persona y las otras cuatro era notable. Y sobre el hombro de este había una pequeña mancha negra.

Un último dibujo que West pudo notar en esa pared mostraba a dos personas, la amarilla y la negra, en un lugar muy oscuro. Había una gran mancha azul que cruzaba de un lado a otro, y las figuras parecían estar en el suelo. Lo que más le llamó la atención a West sobre ese dibujo era que había sido tachado varias veces con color rojo, hasta el punto que había más rojo que cualquier otro color en él.

“Sí,” se limitó a decir Will.

“Son muy creativos,” comentó West. “¿Quisieras explicarme su significado?”

Will se quedó callado por un momento y después se levantó de su lugar. Fue hacia los dibujos y comenzó a señalarlos con las manos.

“El,” comenzó Will señalando a la persona azul sobre el animal negro, “es mi amigo P-percy.”

“¿Qué es eso debajo de Percy?”

“Un perro del infierno. Es su mascota.”

“Creí que habías dicho que eran peligrosos.”

“No él. Ese perro del infierno es bueno.”

“Interesante.”

Will siguió con otro dibujo. Apuntó al que mostraba cinco personas y continuó.

“Esta es mi amiga... mi amiga…” Will bajó la mirada por un momento y luego susurró. “Reyna.”

“¿Y los demás?”

“Somos… Bryan… Bob… yo, y…” Will apretó los puños un poco y susurró. “Él.”

“¿Quién?” preguntó West.

“Nico.”

West asintió. “¿Quién es el grandote?”

“Bob.”

“¿Por qué es tan grande?”

“Es un titán.”

West volvió a asentir y Will continuó con los dibujos.

“Estos somos él y yo,” dijo apuntando al de dos personas frente a una mancha azul.

“¿Qué es eso azul?” preguntó West.

“Un lago,” respondió Will. “Es el lago del campamento. Fue el día que… que… salimos.”

“¿Salieron?” repitió West. “¿A dónde salieron?”

“A una misión.”

“¿Cuál era la misión?”

“Alguien robó la lira de Apolo. Teníamos que recuperarla.” Will regresó a la cama y siguió observando el dibujo desde ahí. “Esperábamos que Reyna nos acompañara, pero nunca logramos llegar al… al otro campamento.”

“Entiendo. ¿Qué pasó después?”

Will apuntó al último dibujo que West había observado, pero no dijo ni una sola palabra.

“¿Son ustedes?” preguntó West. “¿Nico y tú?”

“Sí.”

“¿Qué pasó ese día?”

Will recordaba bien. Will sabía lo que había pasado. ¿Estaba listo para asimilarlo? No. No estaba listo. Nunca había estado listo. Nunca lo podría estar.

Nico se acercó corriendo a Will. Llevaba una mochila en su espalda, ropa desgarrada, había perdido un zapato y probablemente tenía más heridas en la piel que nunca. Su remera dejaba al descubierto una grave herida en su costado, y aunque Will sabía que ya había hecho todo lo que estaba en su poder, aún sentía la necesidad de acostarlo en una camilla y darle medicamentos como solía hacerlo cuando se lastimaba en el campamento.

“¡Vamos, Nico!” lo apresuró Will mientras estiraba su mano para que el otro chico la tomara. “Ya casi nos alcanza, no podemos parar.”

“¡Lo sé!” le respondió Nico. “¿Crees que es tan fácil?”

“¡Sólo corre!”, gritó Will. “¡Ahí viene!”

“Sólo fuimos de paseo.”

West asintió y se levantó de la cama. “Gracias por mostrarme tus dibujos, Will. ¿Te gusta mucho dibujar?”

Will asintió.

“Bien,” continuó West. “Entonces, ¿Qué te parece si te consigo pinturas y tú me muestras lo que hayas dibujado mañana?”

Will miró al doctor a los ojos y asintió un poco más animado.

“Perfecto, entonces. Nos vemos mañana.” West salió de la habitación y pudo ver a los oficiales regresar a la habitación con un cambio de ropa.

Se aseguraría de decirle a quien estuviera encargado de Will que le dieran pinturas. Ahora que tenía una manera de descubrir su pasado, no podía dejarla escapar.

Lo único que le intrigaba ahora era el por qué hacía dibujos de criaturas mitológicas con personas de verdad. O al menos esa era la impresión de West. ¿Cuál era la probabilidad de que las personas fueran ficticias? Si Will estaba dibujando sus recuerdos del pasado, lo más probable era que las personas existieran. Y si las personas existían, también deberían existir… no. Eso era imposible. Era una locura.

Una locura.

Solangelo - Amo mi PesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora