Episodio 20. Volviste

69 11 1
                                    


Esa noche, Jihoon durmió muy bien, como hacía mucho tiempo no hacía.

Desde que abandonara Seúl, huyendo del amor que sentía por Seungcheol, no había podido descansar tan apaciblemente como lo hizo esa noche.

Al día siguiente la familia Boo, junto con Jihoon, se fueron a la excursión que tenían planeada, y se la pasaron muy bien, pues, aunque los padres de Seungkwan se quedaron esperándolos en la parte de abajo del volcán, se entretenían mirando a los muchachos con los binoculares. En cuanto a los muchachos, eran ágiles y tenían excelente condición física, por lo que disfrutaron escalar un volcán tan famoso.

— Wonwoo nos ha platicado mucho de la amistad que había entre ustedes dos. – Se habían detenido un rato para descansar y mirar el paisaje, cuando Seungkwan hizo ese comentario que desconcertó a Jihoon.

— ¿De verdad? ¿Y qué les dijo? – Preguntó cautelosamente, sin saber qué tanto había hablado Wonwoo.

— Comentó que, el día que me fui del orfanato definitivamente, tú te pusiste muy triste, así que te llevó a una cabaña escondida en el bosque. – Le respondió.

— Se portó muy bien conmigo, pero pensé que ya le había dicho a Mingyu. –

— Pues al parecer no. – Sonrió. – Wonwoo siempre habla de ti, con mucho cariño, y cuando le dije que yo tampoco sabía nada de tu paradero, se puso muy triste y deprimido. – Lo abrazó por el hombro. – Ese chico te quiere mucho, amigo. –

— Y yo también lo quiero a él. – Le respondió Jihoon con sinceridad. – Y también te quiero mucho a ti, Seungkwan... y a Mingyu. – Añadió.

— Lo sabemos. Por eso queremos que vuelvas con nosotros y regresemos a los tiempos de antes, cuando compartíamos todo, hasta la comida. – Se rio. - ¿Te acuerdas? –

— Si, lo recuerdo. – Se rio también, pues sus pensamientos volvieron a los tiempos del orfanato. – Tú siempre querías comerte nuestros postres, así que cada uno de los tres te dábamos un tercio de lo que teníamos en el plato. – Lo miró con admiración. – Pensé que terminarías siendo un adulto muy gordo, pero estás perfecto, y tu condición física es envidiable. –

— Es que hago Pilates, cariño. – Le guiñó un ojo. – En la adolescencia fui un poco gordito, pero en cuanto me lo hicieron notar, me puse a hacer ejercicio, buscando lo que mejor se adaptaba a mí, hasta que encontré esos benditos ejercicios, y ahora los hago todos los días y me encantan. –

— El ejercicio es algo magnífico. –

— ¿Tú también haces ejercicio? – Lo miró recorriéndolo de la cabeza a los pies. – Porque estás muy delgado, más aún que antes. -

— Servir mesas todos los días, y medir la comida cuando ya no hay dinero, es la mejor dieta de todas, te lo aseguro. – Bromeó, pero su amigo se quedó serio. – Y lo digo en buen plan, sin amargura, porque eso me ayudó a no engordar. Ya ves que a mí me encanta comer. – Terminó.

— Eres muy guapo, y te ves muy joven, como de 16 años. Te envidio de verdad. – Se levantó del pasto mientras hablaba, mirándolo con sinceridad.

— No tienes que envidiarme. Mi apariencia juvenil no siempre es agradable. – Refunfuño.

— ¿De verdad? – Y adivinó. – Supongo que las mujeres no siempre quieren salir con alguien que parece menor que ellas. –

— En parte es eso, pero también significa que la gente tiende a tratarme con demasiada confianza, hasta que yo les demuestro que merezco respeto. –

HITDonde viven las historias. Descúbrelo ahora