Capitulo 3: Patada en la entrepierna.

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Todo estaba tranquilo, muy tranquilo para mí pesar. Estaba hablando sobre el último examen de química con mis amigos, era extraño, no había visto a la pequeña chica de cabello rizado, ya habían pasado dos días y nada que la veía, la había buscado en la biblioteca, en la tienda, en las gradas de la cancha, en el árbol o en la abandonada cafetería, ni siquiera estaba cerca de los antiguos salones sentada con sus amigos, a ellos los veía, pero ella no estaba por ninguna parte y eso era inquietante, me había acostumbrado a hablar con ella todos los días hasta hacerla enojar, en dos días ya la extrañaba.

Sonreí al recordar su rostro enojado cuando guardé su suéter rosa chillón y la forma en la que intentó seguirme, aunque aún estaba sorprendido de que sabía mi nombre, yo no sabía ni su apodo.

— Estás sonriendo como idiota — me notificó Jeff ( Jeffrey) mi mejor amigo.

— Idiota ya es, solo que está sonriendo — le siguió mi mejor amiga Ferb (Fernanda).

Recuerdan a los chicos de la última vez que hablaban sobre suicidarse y sus consecuencias, pues, esos raros son mis mejores amigos, Jeffrey le decimos Jeff por su TOC con la perfección, así como Jeff de Clarence, y Fernanda, pues, todos conocemos a Ferb como un personaje callado y que cuando habla te deja pasmado, pues, ella es completamente así, además de que también está enamorada de una fuckgirl como Ferb estaba enamorado de Vanessa.

Sí, son apodos extraños, pero son mis amigos, que se puede esperar, a mi me llaman Lincoln, por el presidente Abraham Lincoln. Ñeeeh, somos raros.

— Sinceramente, me fue mejor de lo que pensé en español — confesé sonriendo.

— Realmente se nota un cambio drástico en tus notas de español — explicó la chica mirando el cuaderno que minutos antes me había pedido.

— Estoy seguro de que es por cierta chica, pequeña, adorable, con cabello rizado, ojos grandes, linda figura... — la sorna cubría todas sus palabras, en un segundo se puso totalmente serio — Que viene caminando casi corriendo enojada.

Apenas dijo eso, asombrado me gire y me encontré con Chica de los libros, bastante furiosa y agitada, su cabello estaba más esponjado que de costumbre su rostro estaba muy sonrojado y nariz estaba totalmente roja.

Cuando estaba por pronunciar un saludo cuando la chica impacto su rodilla contra mi entrepierna. Todos mis músculos se tensaron y me arrodillé por el dolor, sentia como si mil agujas perforacen mi piel una y otra vez, mi ojos se aguaron y mi respiración se volvió forzada.

— Te lo mereces.

— ¿Me dices el motivo?

Mi voz era pausada y adolorida, mientras que mis amigos reían bajo.

— Por puto, por eso te lo mereces — dijo ella frotándose la nariz, su voz se escuchaba bastante ronca y débil.

— Necesito un argumento válido que me explique la razón de por qué me acabas de dejar estéril.

— ¿Ser puto no te es válido?

— No.

Ella hizo un pequeño tsk y se cruzó de brazos con el ceño fruncido, más de usual. Mis amigos se reían bajito y comentaban cosa como: esto es insólito. Me enderece soportando el dolor y la chica se vio con a obligación de levantar la cabeza para verme a la cara.

— Devuélveme mi suéter.

— ¿Hablas del rosa chillón que está lleno de pintura acrílica, brillantina, silicona y plumones?

— Si, ese mismo.

— Pues, no lo tengo.

— ¿¡Que!?

— Que no lo tengo.

— ¿Dónde cojones está?

— En mi casa, lo olvidé.

— ¡ERES UN JODIDO IDIOTA!

Pensé que se iría luego de decir eso, pero en cambio se puso de puntillas y tomó  el cuello de mi camiseta del uniforme, con total furia.

— Mañana debes traerla, a las 10 a.m te esperaré en la biblioteca, un minuto más y estás jodido, no la traes y estarás el doble de jodido.

Debía admitir que aunque ella era pura ternura, en ese momento me dió un poco de miedo y era realmente gracioso ver a una chica de ¿1,55? Amenazando a un chico dos años mayor y que mide 1,87. Asentí a lo que me dijo, pero no le presté mucha atención por estar distraído con el dulce olor de su perfume.
Cuando me soltó miro a mis mejores amigos y con su pequeño dedo los amenazó que si se volvían a reír se arrepentirán, ellos dejaron de reírse pero aún así sus caras gritaban que querían reír.

Cuando se estaba llendo le grité;

— ¡Puedo demandarte por maltrato y amenazas!

— ¡Y yo por robo o secuestro!

— ¡No seas exagerada!

— ¡Exagero lo que quiero!

Y seguido de eso se giró, pude leer sus labios que decían un claro J-O-D-E-T-E seguido de sus dos dedos medios. Luego se fue por el pasillo y se perdió entre los estudiantes que salían al patio.

Aunque me gustaba retarla, no quería quedar realmente estéril con otra patada. Tendría que asistir a las 10 a.m a la biblioteca.

Besos FugacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora